RUINAS, LAS (Carter Smith) / 2008: Jonathan Tucker, Jena Malone, Laura Ramsey, Shawn Ashmore, Joe Anderson, Sergio Calderón, Dimitri Baveas.

 

   Un grupo de amigos (las parejas formadas por Jeff -Tucker, que intervino en La matanza de Texas 2004, Marcus Nispel, 2003, y en Pulse: Conexión, Jim Sonzero, 2006- y Amy -Malone- por un lado, y Eric -Ashmore, el Bobby Drake de la saga X-Men- y Stacy -Ramsey, con papeles importantes en Envenenados, Jim Gillespie, 2005, y La alianza del mal, Renny Harlin, 2006-), de vacaciones en Méjico, deciden realizar una excursión a unas ruinas mayas acompañados por Mathias (Anderson, visto en Creep, Christopher Smith, 2004, y en The crazies, Breck Eisner, 2010), un joven alemán al que acaban de conocer y que busca a su hermano, que partió el día anterior junto a una arqueóloga a investigar la antigua pirámide a la que se dirigen. En su viaje también les acompaña Dimitri (Baveas), un amigo de Mathias. Al llegar a su objetivo, un grupo de indígenas hace su aparición, montados a caballo y mostrando una actitud agresiva y casi violenta. Cuando Amy, que se entretiene sacando fotos a los recién llegados, pisa las plantas que bajan por las escaleras de la antigua edificación, la situación se vuelve aún más confusa, produciéndose una enorme discusión que culmina con el asesinato de Dimitri, al que disparan una flecha y le vuelan la cabeza. El resto del grupo se ve obligado a ascender la pirámide, llegando a la enorme planta que forma su techo, en la que encuentran abandonadas las tiendas de campaña de la arqueóloga y el hermano de Mathias. Mientras, en la parte inferior, siguen llegando más indígenas que rodean la edificación, creando una especie de cerco alrededor de los jóvenes.

 

   El debut en la dirección de Smith (los cortos Me and Max, 1998, y Bugcrush, 2006, eran su único bagaje ante las cámaras hasta entonces) supuso una sorpresa notable, original y refrescante, y que además contó con un elenco actoral en estado de gracia, adaptando la novela homónima de Scott B. Smith, que se encargaría del guión del filme. La presentación de los personajes transcurre en los parámetros habituales del género: dos parejas de amigos que se encuentran en un resort en Méjico y que han pasado las vacaciones en la piscina del hotel. Risas, despreocupación y conversaciones banales que no hacen prever de ninguna forma el horror que se avecina. Así descubriremos que cada chico tiene personalidad propia y rasgos distintivos respecto a los otros, haciendo que todos y cada uno de ellos sean perfectamente reconocibles. Es más, en un principio puede parecer que la pareja protagonista es la formada por Eric y Stacy, pues sus personajes se muestran más centrados y resultan más simpáticos y cercanos para el público que Jeff y Amy. También conoceremos a Mathias, un joven alemán que se halla hospedado en el recinto junto a tres amigos griegos, y que entabla conversación con las dos parejas. Pronto les propondrá realizar una expedición hasta una pirámide maya en la que supuestamente debería encontrarse su hermano pequeño, junto a una arqueóloga a la que conoció en el hotel. Los jóvenes, reticentes en un principio, deciden aceptar la propuesta ante la perspectiva de vivir una pequeña aventura y conocer un poco la cultura local, antes de emprender viaje hacia su país al día siguiente.

 

   Una fiesta nocturna en la playa, en la que seguimos descubriendo rasgos de nuestros cinco protagonistas principales (Eric y Stacy siguen pareciendo una pareja normal, mientras que Jeff se muestra un poco pasivo ante Amy, a la que deja en compañía de sus dos amigos para irse a dormir. Ésta, en estado de embriaguez, intenta seducir a Mathias, quien se opone hasta que una lúcida Stacy interviene. Amy se muestra como un personaje un tanto frívolo, mientras que el joven alemán, un personaje casi secundario y que en un principio podría parecer hostil, es descrito con acierto como una persona con principios, lo que hará que todo el vía crucis que padecerá posteriormente resulte, si cabe, aún más cruel), precederá a la partida en busca de las ruinas a la mañana siguiente. El encuentro con el taxista, que se niega a llevar al grupo hasta su destino una vez le enseñan el mapa, indica que el lugar en cuestión no goza de las simpatías de los lugareños. Solventado el problema con más dinero, al fin llegan al bosque desde el que parte el sendero (oculto entre unos matorrales) hacia los restos arqueológicos, y en el que se halla el jeep del hermano de Mathias. A mitad de camino se encuentran un río y descubren a dos niños aborígenes que los observan desde unas rocas cercanas (la cámara muestra el rostro de Amy en primer plano, y al moverse ligeramente hacia la izquierda vemos a los críos en segundo término), en silencio. El intento de comunicación resulta baldío, pues uno de los pequeños huye y la niña les sigue mirando, impertérrita, en un plano que resulta inquietante.

 

   Nada más llegar a la pirámide se produce el encuentro con los indígenas, que llegan montados en unos caballos nerviosos que huyen en cuanto los hombres descabalgan, armados con arcos y pistolas, y alterados ante lo que supuestamente supone una invasión de un terreno sagrado (aunque posteriormente descubriremos que la causa de ese estado de nerviosismo no es producido por la intromisión en la pirámide, sino por el contacto con las plantas que la cubren). A la confusión que se produce por las diferencias idiomáticas se suma el hecho de que Amy pisotea las vides que se encuentran a su espalda, lo que provoca que se acentúen los gritos y el nerviosismo. Dimitri, pensando que les molesta que les saquen fotos, se acerca a la joven y le pide la cámara, pisando también las plantas. Cuando se la acerca a los nativos, uno de ellos le dispara una flecha en el pecho, y el líder (Calderón) le vuela la cabeza con su pistola. De nuevo reina la confusión, y los cinco chicos se ven obligados a ascender por la pirámide. Ya desde la parte superior, el  grupo observa cómo el terreno que rodea a la edificación se llena de más y más aborígenes, armados, a los que se suman mujeres y niños que acampan en los alrededores. También encuentran las tiendas de campaña y las mochilas de los expedicionarios anteriores, abandonadas y sin rastro de su presencia.

 

   El sonido de un teléfono móvil en el pozo que se halla en medio del altiplano hace que Mathias se plantee bajar utilizando la polea que hace de elevador. Una vez colgado, y mientras Jeff y Eric accionan la manivela que le hace descender, la cuerda se rompe, produciéndose su caída al interior de la edificación, completamente a oscuras. Ante la posibilidad de que Mathias se halle malherido o muerto, es Stacy la que desciende, descubriendo que la cuerda no es lo suficientemente larga como para llegar al suelo, y viéndose obligada a saltar desde una considerable altura, produciéndose una enorme herida en una rodilla. La joven comprueba que el chico está con vida, pero también observa que su espalda podría estar rota. Ante las noticias que llegan del interior, Amy, desesperada, baja a pedir ayuda, seguida por Jeff. La única respuesta son más gritos y la amenaza de los arcos y las armas de fuego. Llegamos en este momento a uno de esos puntos que diferencian a la película del resto de producciones de género venidas de Hollywood, pues en éstas no se suele mostrar la muerte de niños, al menos de la forma en que aquí se produce: Jeff intenta llevarse a su chica, pero ésta cae de rodillas sobre las plantas. Llorosa y presa de los nervios, recoge una piedra envuelta por algunas de las enredaderas y la lanza hacia los aborígenes, impactando de lleno en un chico de corta edad. Los adultos se separan y las mujeres comienzan a sollozar, sabiendo que el niño está condenado. Un disparo (eso sí, fuera de plano, pero igualmente efectivo) acaba con su vida, y la pareja vuelve a ascender con sus amigos. Y sí, aquí conviene preguntarse, si el objetivo de los indígenas es que el mal que llevan consigo las enredaderas no se extienda, por qué motivo no eliminan a los jóvenes. En efecto, la coherencia y el cine de terror son como el agua y el aceite: ni se mezclan ni combinan bien.

 

   A continuación llegará el rescate de Mathias: Amy y Stacy bajan en una precaria camilla, recién construida, para subir al joven. La cuerda, alargada gracias a la tienda de campaña, se queda a poco más de un metro del suelo, lo que provoca otro de esos momentos que causan escalofríos, sin que realmente veamos nada desagradable. Las dos chicas se ven obligadas a coger al herido y subirlo a la hamaca. Para ello deciden sujetarlo por la cabeza y las rodillas, produciéndose un estremecedor crujido en su espalda cuando lo alzan, que se repite cuando toman el impulso que finalmente lo deposita en la camilla. Un simple sonido (dos, en este caso) capaces de poner los pelos de punta. Una vez fuera, el herido es tendido al raso y cubierto con mantas. Stacy, en su tienda, descubre que las enredaderas han penetrado por la herida de su rodilla, siendo extraídas por Eric en una escena sumamente repulsiva. A la vez y en el exterior, Mathias pide a Amy que destape sus piernas. Lo que ambos contemplan resulta del todo estremecedor: las vides se hallan enredadas en las extremidades inferiores, penetrando en la carne, desgarrándola y consumiéndola, tal y como si se alimentasen de ella.

 

   El teléfono vuelve a sonar en el pozo, y las chicas descienden en busca del aparato. La cueva, iluminada por la luz de una antorcha, muestra sus paredes y suelos cubiertos por la vid. Apoyado en unas ramas hallan el cadáver de una joven, que sujeta con fuerza el móvil, roto e inservible, pese a que el sonido sigue llegando claramente a las jóvenes. Amy se fija en una de las flores y realiza un descubrimiento a la par sorprendente y aterrador: los estambres del brote vibran, emitiendo un sonido que imita al del teléfono al unirse al producido por el resto de plantas. La joven toca una de ellas y la enredadera le apresa el brazo, logrando liberarse no sin esfuerzo y emprendiendo una huida junto a Stacy que las lleva de nuevo a la zona del pozo, siendo perseguidas por las plantas, que reptan por suelos y paredes en pos de dos nuevas víctimas.

 

   Allí son izadas por Eric y Jeff, mientras un plano cenital muestra como las enredaderas ascienden intentando rodearlas, hasta que llegan al exterior y se ponen a salvo. Poco después descubrirán que el estado de Mathias ha empeorado, pues las enredaderas han consumido casi por completo la piel y la carne de sus piernas, dejando el hueso prácticamente descarnado. Jeff, estudiante de medicina, propone amputarle los miembros, encontrándose con la frontal oposición de Eric, que plantea efectuar una votación, que concluye en empate. Éste lo resuelve el propio Mathias, que pide que le corten las extremidades. Una vez realizada la operación, ya de noche, se produce una discusión entre los chicos del grupo, a causa de una supuesta infidelidad entre Amy y Eric. Las plantas aprovechan la confusión para penetrar por la boca del joven alemán y acabar con su vida, asfixiándolo. Es Jeff el que acude en su ayuda, extrayendo las enredaderas del cuerpo ya sin vida. Stacy comienza a decir que siente las vides en su cabeza, y su novio la abraza para intentar calmarla, pero la chica se suelta y grita: “¡No me estás escuchando!”. La frase comienza a repetirse en los alrededores y descubrimos que son las propias flores las que, como un coro maligno, reproducen las palabras una y otra vez, encontrándonos con un momento que podría resultar ridículo (parece complicado no acordarse de la planta parlanchina y carnívora de La tienda de los horrores, Roger Corman, 1960) pero que, debido a la habilidad del director y a unos efectos especiales notables, acaba siendo eficaz. Mientras tanto, los nativos extienden sal en los alrededores de la pirámide para evitar la reproducción de las enredaderas.

 

   La paranoia de Stacy, ya convertida en locura, la hace estar convencida de que las plantas invaden su cuerpo. Aprovechando el sueño de sus compañeros, recoge un cuchillo de caza y se automutila de forma irracional. Es Eric el primero en despertarse, encontrándose con el dantesco panorama que ofrece su chica, en pie y completamente ensangrentada a causa de una serie de enormes y profundos cortes que van desde la cabeza hasta las piernas. Jeff se adelanta intentando quitarle el cuchillo, pero recibe un tajo en la palma de la mano. Entonces es Eric el que se acerca para intentar tranquilizar a la joven, pero ésta reacciona girándose y clavando, sin intención, el puñal en el pecho de su novio, que fallece de manera casi instantánea. Stacy, agonizante a causa de la pérdida de sangre, pide a Amy que acabe con su vida. Ésta se niega, pero Jeff extrae el cuchillo del cuerpo de Eric y camina hacia las amigas. Un cambio de plano nos muestra a dos de los aborígenes observando la pirámide, mientras oímos los últimos gritos de la joven. Amy resultará ser la única superviviente del grupo, después de que su novio atraiga la atención de los indígenas, siendo asesinado por éstos. Los planos de la joven en el bosque, cubierta de sangre y corriendo sin rumbo fijo mientras es asediada por sus perseguidores, que le disparan y le lanzan flechas, recuerda a otros survival horror como Alta tensión, Alexandre Aja, 2003; o Eden lake, James Watkins, 2008. Finalmente llegará al jeep, con el que logra huir hacia la civilización, ofreciendo una conclusión esperanzadora, alejado del tono general de la película. Eso sí, el plano final muestra a los dos amigos de Mathias y Dimitri, que se quedasen en la playa borrachos, llegando a la pirámide en busca de éstos últimos. La historia se repite.

 

   Resulta cuanto menos extraño que una película de estas características, que en ningún momento reniega de su condición (ese por otro lado destacable making off incluido en el DVD en el que, por fin, un director reconoce estar haciendo un filme de miedo puro y duro, sintiéndose orgulloso por ello, y no un thriller o cualquiera de esos eufemismos que algunos utilizan para etiquetar el cine de género) y que además ofrece tres de los momentos más gore e inquietantes (de esos que te hacen removerte en la butaca del cine, buscando un supuesto acomodo mientras esperas que el tiempo pase un poco más rápido o que la escena termine de una vez, algo que resulta inútil, pues esos tres instantes parecen dilatarse de manera insoportable debido a su crudeza) que recuerdo haber visto en una pantalla en mucho tiempo, no suscitase el aplauso de los fans del género, que en cambio sí aplaudieron pocos años antes una obra menor como es Cabin fever, Eli Roth, 2002. Cito la obra de Roth, un director de culto que en mi opinión realiza películas divertidas y poco más (y también me vienen a la cabeza tanto la “polémica” Hostel, 2005, como su secuela, Hostel II, 2007), porque recuerda a la película analizada (ese organismo que devora a los chicos por dentro, hallándose éstos aislados en un entorno hostil y con unos lugareños poco amistosos), pero se queda muy lejos de los resultados obtenidos por Smith, tanto en situaciones (el tono cómico que acompaña a los filmes de Roth, y en ocasiones su toque grotesco, elimina gran parte de la tensión que el director sí es capaz de crear, mientras que Smith, una vez comienza la pesadilla, evita caer en lo granguiñolesco para ceñirse a lo que realmente causa terror) como en personajes (comparar a los de Las ruinas, bien definidos y construidos, con los de cualquiera de los tres filmes mencionados, resulta cuanto menos una ofensa. Smith logra que padezcas el dolor que sufren sus caracteres, mientras que, en el caso de Roth, el destino de los mismos suele resultar indiferente). Las ruinas acaba resultando dura, estremecedora, brutal, salvaje, intensa, perturbadora y desesperanzada, y cada una de las muertes que vemos en pantalla (en especial las de Mathias y Stacy) es angustiosa, dolorosa y pone los pelos de punta. El único momento que ofrece cierto respiro es su final, ciertamente optimista si lo comparamos con el resto del relato. Como curiosidad citar que existe otro alternativo, igualmente atractivo pero mucho más pesimista, que concluye con un plano frontal del rostro de Amy, en el jeep, mientras vemos una de las enredaderas moverse bajo la piel de su frente. Tras el entierro de la joven observamos a un hombre acercarse a su tumba. Un plano de ésta muestra la vid creciendo alrededor, y una mano acercándose a una de las flores.

 

   En cuanto a esos momentos gore citados en el párrafo anterior, tenemos por un lado la amputación de las extremidades de Mathias: Jeff envía a las chicas a la tienda de campaña y luego calienta una piedra enorme con la que romper los huesos de su compañero, mientras Eric, que mira hacia otro lado, sujeta con fuerza. Un plano desde los pies descarnados muestra el terrible impacto y la tibia y el peroné rompiéndose, mientras escuchamos los gritos desgarradores del joven. Sin solución de continuidad, el futuro médico corta la carne que aún une el muslo con la parte inferior de la pierna, recoge el sartén del fuego y cauteriza la herida. Y sí, todo esto sucede ante nuestros alucinados ojos. Luego repite la operación con la otra pierna (esta vez en off) y Stacy y Amy salen de su escondite, alertadas por los gritos de dolor. Pero la escena aún no ha terminado: un plano general nos muestra a Mathias tendido en el suelo, con los muñones quemados por la acción del sartén y las piernas (o lo que queda de ellas) arrancadas en la cercanía. Las enredaderas comienzan a moverse y las cogen, llevándoselas consigo. Si ese momento resulta desagradable, no lo es menos el de la operación que sufre Stacy, en la que le sacan las enredaderas que nacen en su muslo y en su espalda. Jeff realiza sendos cortes, introduciendo sus dedos bajo la piel de su amiga y tirando de las vides, que son extraídas mientras se ondulan como serpientes. El otro momento de extrema crudeza es el de la automutilación de Stacy. La joven sale de la tienda mientras oye voces en su cabeza que repiten la frase “¡Quiero cortar!”. Tras encontrar el cuchillo de caza de Jeff, se secciona la frente (no lo vemos) y el muslo, arrancándose un enorme trozo de carne (momento ofrecido con profusión de primeros planos), que queda colgando en la pierna mientras es auxiliada por sus amigos.

 

    También es destacable, más en este tipo de producción, la sobresaliente labor actoral, con actuaciones, sobre todo en el plano femenino, muy llamativas. Cabe reseñar el momento en el que Stacy bebe tequila sentada junto a sus amigos después de que Jeff le extraiga las dos enredaderas. Un plano del rostro de la joven muestra otra planta moviéndose en el interior de su frente. Las reacciones de los otros tres son sobresalientes: Jeff mira hacia el suelo, apesadumbrado y moviendo la cabeza en gesto negativo; Eric la observa con una mezcla de compasión y dolor, comprendiendo que no hay escapatoria y que su chica va a morir; y Amy desvía la mirada y comienza a llorar desconsolada cuando Stacy pregunta qué sucede. Todas esas reacciones componen una escena sumamente dramática. Otro gran momento tiene lugar justo antes de la muerte de Stacy, cuando yace moribunda en el regazo de su amiga y se lamenta por causar la muerte de Eric. Amy la acuna mientras su mirada se pierde en el infinito y las lágrimas arrasan sus ojos. Cuando la chica exclama: “¡Amy, duele! ¡Mátame!”, la aludida vuelve en sí, contemplando a la chica con pena y angustia y negando con la cabeza.

 

   Finalmente cabe reseñar la labor de dos reputados técnicos como son Darius Kohndji (Seven, David Fincher, 1995; o Alien resurrección, Jean-Pierre Jeunet, 1997), encargado de la fotografía, y Grant Major (trilogía de El señor de los anillos; King Kong, Peter Jackson, 2005…) haciendo tareas de diseño de producción. También es destacable, por llamativa, la participación de Ben Stiller como productor.

 

(7,5/8)

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