PSICOSIS IV: EL COMIENZO (Mick Garris) / 1990: Anthony Perkins, Henry Thomas, Olivia Hussey, CCH Pounder, Warren Frost, Donna Mitchell, Tom Schuster, Sharen Camille, Bobbi Evors, John Landis, Kurt Paul.

 

   Un desconocido que dice llamarse Ed (como Ed Gein, el asesino en serie que causara el terror en la zona rural de Wisconsin y en el que estaba basada la novela “Psicosis”, escrita por Robert Bloch) efectúa una llamada telefónica a un programa de  radio en el que se trata el tema de los matricidios y los abusos físicos y psicológicos materno-filiales, narrando los crímenes cometidos durante su adolescencia, que culminarían con la eliminación de su progenitora y el novio de ésta. La ubicación de los crímenes (un motel de carretera y la casa anexa, donde vivía su madre), la forma en que se cometen éstos y su ubicación temporal hacen que el psicólogo Leo Richmond (Frost, el Dr. Will Hayward de Twin Peaks), uno de los invitados al talk show, reconozca en el homicida a uno de sus antiguos pacientes. Su nombre es Norman Bates, y su mensaje es aterrador: volverá a matar antes de que acabe la noche si nadie lo impide.

 

   La tercera secuela de la obra maestra de Alfred Hitchcock llegaría a principios de la década de los 90, decidiendo ignorar los sucesos acaecidos en las dos entregas anteriores y, por lo tanto, toda la trama derivada del personaje de Emma Spool (a la que daría vida Claudia Bryar), la supuesta verdadera madre de Norman, algo en cierta manera lógico si tenemos en cuenta que Joseph Stephano, el guionista de esta cuarta parte, lo fue también de la obra primigenia, pero no del segundo y tercer capítulos.

 

   Pese a estar considerada como la peor entrega de la serie por la mayoría de crítica y público (algo en lo que Anthony Perkins -que fue diagnosticado durante el rodaje de la película del VIH que lamentablemente acabaría con su vida dos años después- no estaba en absoluto de acuerdo, teniéndola como la mejor de las secuelas), el filme dirigido por un experto en el género como Mick Garris (sobre todo en el ámbito televisivo, teniendo en su haber varias traslaciones al celuloide de la obra de Stephen King como Apocalipsis, 1994; Quicksilver highway -concretamente el segmento Chattery teeth-, 1997; El resplandor, 1997; Desesperación, 2006; o La maldición de Dark Lake, 2011) no resulta del todo desdeñable, presentando algún que otro acierto que evita la caída en la mediocridad, como la visualización de alguno de los crímenes (el de Holly -Camille-, que pagará su flirteo con Bates con un apuñalamiento múltiple en la habitación de la madre de aquel, tras descubrir el cadáver momificado de la mujer -el joven, travestido, sale de un armario situado tras la chica, asesinándola sin compasión tras una inquietante conversación con su progenitora, que le incita a cometer el crimen-; el de Gloria -Evors-, otro de los ligues del protagonista, que es estrangulada en su vehículo, empeñándose obstinadamente en no morir y falleciendo finalmente ahogada en el maletero de su coche, después de ser lanzada a la laguna en la que Bates tiraba los automóviles de sus víctimas, tras recuperar el conocimiento por segunda vez; o el de su madre y el novio de ésta, envenenados, tras sufrir una agonía terrible en su presencia); algún recurso ocasional del director, al servicio de lo que se narra (el momento en el que  Bates menciona sus crímenes en el programa de radio, apareciendo la mansión en la que vivía su madre junto a su rostro, en primer plano, para apoderarse finalmente de la toma, tal y como se adueñaba su progenitora de su personalidad); la participación de un competente casting (a los citados Perkins y Frost se suma Thomas -el inolvidable Elliot de E.T.: El extraterrestre, Steven Spielberg, 1982-, que interpreta a Bates en su adolescencia; Hussey -la protagonista femenina del Romeo y Julieta de Franco Zefirelli, 1968, a la que también veríamos en Navidades negras, Bob Clark, 1974, e It, Tommy Lee Wallace, 1990- como su castradora y celosa madre -”Debí haberte matado en mi vientre”, le llega a espetar a su vástago-; Pounder como la presentadora del programa de radio; el director John Landis como el dueño de la emisora; y Mitchell como la esposa de Bates); o ciertos momentos en los que se utiliza el inolvidable tema creado por Bernard Herrman para la película de 1960 (en los títulos de crédito…), siendo el resto del score obra de Graeme Revell.

 

   Su aspecto eminentemente televisivo (fue rodada para la TV por cable); alguna situación ridícula (el empeño de Holly por adentrarse en la habitación de Norma Bates, pese a que es avisada una y otra vez para que no lo haga, pareciendo empecinarse en morir; el hecho de que Fran -Pounder- sienta compasión por un hombre que ha asesinado cruelmente y sin justificación a 12 personas, emocionándose cuando habla de su esposa; que nadie advierta que la persona que quiere asesinar Bates es a su propia esposa, algo obvio desde el primer momento; o que la policía no investigue las muertes de Norma y su pareja, tratándose, evidentemente, de un asesinato); o su final, cuanto menos absurdo, ejemplificando una fe en la rehabilitación y la reintegración sin precedentes en el género (pese a la retahíla de crímenes y su intención de asesinar a su esposa e hijo nonato, Bates se va con ambos, pareciendo superar su locura gracias al poder redentor del amor), hacen del filme un producto para aficionados poco exigentes.

 

(4,5/2)

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