MUÑECO DIABÓLICO (Tom Holland) / 1988: Catherine Hicks, Chris Sarandon, Alex Vincent, Brad Douriff, Dinah Minoff, Tommy Swerdlow, Jack Colvin, Neil Giuntoli, Juan Ramírez, Alan Wilder.

 

   Un peligroso asesino, Charles Lee Ray (Douriff, cuyo nombre está formado por el de tres conocidos psicópatas reales: Charles Manson, Lee Harvey Oswald y James Earl Ray) es perseguido por el detective Morris (Sarandon, ex-marido de Susan y visto en Noche de miedo, Tom Holland, 1985; Susurros de muerte, Douglas Jackson, 1989; Resucitado, Dan O´Bannon, 1991; o El club de los vampiros, Gilbert Adler, 1996). Mientras, su cómplice Eddie (Giuntoli) huye, dejando a Ray abandonado a su suerte. Éste se refugia en una juguetería, donde es herido de muerte, traspasando, antes de fallecer, su alma mediante un rito vudú a un muñeco Good Guy.


   A continuación, conocemos a Andy (Un genial Vincent, desaparecido para el cine tras ésta película y su secuela, que, lejos de caer repelente, consigue que nos encariñemos con él. Entrañable a la par que simpática es su presentación, preparando un peculiar desayuno) y a su madre (notable Hicks). Su situación económica no es muy boyante, por lo que carece de dinero para comprarle un Good Guy a su hijo por su cumpleaños (el niño es un fanático de esos muñecos, vistiendo y calzando como ellos), con la consiguiente decepción de éste (su cara cuando abre la caja en la que supuestamente está el juguete y que sólo contiene ropa lo dice todo). Su suerte cambia cuando su amiga Maggie (Manoff) se encuentra a un vagabundo que vende un Good Guy sumamente barato, que Karen compra sin preocuparse de su procedencia (obviamente, la juguetería del inicio). El día del cumpleaños, la mujer tiene que trabajar, dejando a Andy al cuidado de su amiga.


   Cuando Maggie manda al niño a la cama, éste deja a Chucky (que es como Andy llama a su muñeco) en la habitación. Entonces la mujer oye la televisión y descubre al juguete “viendo” las noticias, donde dicen que el cómplice de Ray logró escapar. Maggie recoge el muñeco y culpa a Andy de lo sucedido. Tras un breve lapso de tiempo, alguien sale de la habitación (Holland intenta despistarnos, pues no sabemos si es Andy o Chucky), adoptando la cámara un punto de vista subjetivo. En ese momento, Karen telefonea (un susto recurrente, pero que consigue sobresaltar debido a la tensión acumulada), informándole Maggie de que todo va bien. La turbación, aliviada momentáneamente con la conversación, aumenta de nuevo mediante varios detalles: Una notable variación en la banda sonora, que se torna más tétrica; una degradación de la luz, que nos devuelve a una inquietante semioscuridad; y un plano que muestra una caja de herramientas de la que una pequeña mano extrae un martillo. Es entonces cuando Maggie entra en la cocina y cree ver algo tras una cortina. Al acercarse es golpeada, perdiendo el equilibrio, retrocediendo hacia la ventana y cayendo al vacío.


   Karen llega poco después encontrando a Morris, que le informa de lo sucedido y le enseña unas huellas en un montón de azúcar derramado que se corresponden con los playeros Good Guy del chico (el espectador ya sabe quien es el asesino, pero no así el detective y Karen, a los que no se les ocurriría sospechar del muñeco). Tras acompañar al detective y a su compañero Santos (interpretado por Swerdlow, visto en Howard, un nuevo héroe, Willard Huyck, 1986, y en La loca, loca historia de las galaxias, Mel Brooks, 1987, en un pequeñísimo papel), Karen, oculta tras la puerta, descubre a su hijo hablando al muñeco, pero Chucky ve su sombra y deja de conversar. Al día siguiente, Andy se escapa con Chucky, dirigiéndole éste hasta la casa de Eddie, donde acaba con la vida de su antiguo socio. Poco después, Karen recibe una llamada de comisaría. Allí, el doctor Ardmore (Colvin) decreta el encierro de Andy en un psiquiátrico, tras culpar el niño al muñeco de todo lo sucedido hasta ese momento. Karen, desolada, vuelve con el Good Guy a casa, dónde ve la caja del juguete con las pilas en el interior. Entonces lo recoge y comprueba que todo el tiempo ha estado funcionando sin ellas (se trata de otra fantástica escena, plena de tensión y acompañada por una excelente partitura, en la que Karen intenta que el muñeco hable, demostrando el amor y la fe ciega que tiene en su hijo y su confianza en que éste –e incluso ella- no estén completamente locos), amenazándolo a continuación con lanzarlo a la chimenea. Entonces vemos por vez primera al muñeco en acción, que se revuelve y logra huir.


   Karen acude a Morris, que, investigando descubre que Chucky es el mote de Ray. El detective decide visitar la casa del asesino, donde encuentran referencias a un rito vudú que permite intercambiar las almas de los cuerpos. También hallan la dirección del santero que adoctrinó a Ray, aunque pronto descubrirán que Chucky se les ha adelantado. Antes de morir, les dice que el muñeco tiene que transmitir su alma al primero al que reveló su identidad, y que no es otro que Andy (la muerte del hombre es especialmente cruel, pues Chucky utiliza un muñeco vudú al que rompe las extremidades, mostrando en pantalla el efecto que causan dichas fracturas).


   En la clínica, Andy intenta huir, pero Ardmore le encuentra, siendo a continuación atacado por Chucky, que acaba con él. Cuando Morris y Karen llegan, descubren que el niño ha escapado y se dirigen a casa. Allí encuentran al muñeco, que ha capturado a Andy. El detective es golpeado por el juguete, quedando inconsciente, pero Karen le dispara, lanzándolo a la chimenea, que Andy consigue encender. Cuando el niño va a por un botiquín, observa que Chucky ha desaparecido, siendo atacado entonces por sus restos calcinados. Karen vuelve a dispararle (otro plano fantástico, a cámara lenta, donde los balazos van cercenando la cabeza,  un brazo y finalmente una pierna del Good Guy, que avanza sediento de sangre hacia su presa hasta caer rendido).  Entonces llega Santos, que es atacado por lo que queda de Chucky. Un certero disparo de Morris en el corazón del muñeco acabará finalmente con su vida. El último plano nos muestra el rostro de Andy, mirando con pavor lo que queda del Good Guy.


   En cuanto a los aspectos técnicos, destacar la fotografía de Bill Butler (una auténtica institución, que trabajó en la segunda unidad de El Padrino, Francis Ford Coppola, 1972, y Deliverance, John Boorman, 1972, y que fue nominado al Oscar por su labor en Alguien voló sobre el nido del cuco, Milos Forman, 1975, firmando también como fotógrafo en Tiburón, Steven Spielberg, 1976; Engendro mecánico, Donald Cammell, 1977; ó La profecía 2, Don Taylor, 1978) que inunda toda la película con tonos pastel, como los de la casa de los protagonistas, pero dotándolos de sombras y oscuridad, dándoles así un matiz tenebroso en contraposición a lo que suelen representar habitualmente; la extraordinaria partitura de Joe Renzetti (también creador de los scores de Muertos y enterrados, Gary Sherman, 1981; Poltergeist 3, idem, 1988; Basket case 2, Frank Hennenlotter, 1990; Frankenhooker, idem, 1990; y Basket case 3: La prole, idem, 1992), que acompaña perfectamente a la película; el interesante guión escrito por Don Mancini, John Lafia (Directores de la quinta y segunda entregas respectivamente), y Tom Holland; y los espectaculares FX de Kevin Yagher (director de Hellraiser, Bloodline, 1996, que acabó firmando como Alan Smithee debido a todos los problemas que sufrió durante su realización), diseñador de Chucky y artífice de todas y cada una de sus brillantes apariciones. Como curiosidad final, citar que el muñeco fue creado por el excelente David Kirschner, que también ejerció labores de producción.


(7,5/4)

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