LEYENDA URBANA 3: BLOODY MARY (Mary Lambert) / 2005: Kate Mara, Robert Vito, Tina Lidford, Ed Marinaro, Michael Coe, Lilith Fields, Nancy Everhard, Audra Lea Keener, Don Shanks, Jeff Olson, Nate Herd, Brandon Sacks.

 

   Una Lambert en caída libre (lejos quedan los tiempos de la dignísima Cementerio viviente, 1989) dirigiría (es un decir)  para el mercado doméstico la tercera entrega de la saga iniciada con la entretenida Leyenda urbana, Jamie Blanks, 1998, y proseguida de manera estimable con Leyenda urbana 2, John Ottman, 2000.

 

   Curiosamente, la película no tiene absolutamente nada que ver con las anteriores, sencillos body-counts surgidos a la estela del éxito de Scream, Wes Craven, 1996 y sus secuelas, y que, como éstas, al menos planteaban al espectador un entretenido whodunit. En esta ocasión se esboza una venganza sobrenatural llevada a cabo por Mary, una chica asesinada (eso sí, de manera involuntaria) por su pareja de baile en una fiesta de fin de curso celebrada en los setenta. El chico, asustado, esconde el cuerpo en un baúl del desván del instituto, dando a la joven por muerta. Esta se despierta, pero cuando pide ayuda, nadie la escucha, muriendo de manera agónica en el cofre (ésta es la única leyenda urbana que se utiliza en el filme, aunque ni siquiera plenamente, porque el auténtico mito cuenta que en la época en la que vivió Mary, se enterraba a los cadáveres atados a una campanilla que se encontraba en la superficie, por si la persona no estuviera realmente muerta. La mujer se despertó e hizo sonar la campana, pero nadie la oyó. Por la mañana, los familiares encontraron la campana en el suelo, y al abrir el ataúd, vieron la tapa totalmente arañada, con las uñas clavadas en la misma. Mary, antes de morir lanzó una maldición, y a partir de entonces, todos los que dicen su nombre ante el espejo tres veces, fallecerán, escuchando previamente la consabida campanilla). Al cabo de unos años volverá para vengarse.

 

   Lo que realmente nos encontramos en esta ocasión es un remedo bastante inepto de varias películas, siendo su influencia más clara la muy superior (aunque solo sea por su aroma típico de los ochenta) Noche de graduación 2: Hello, Mary Lou, Bruce Pittman, 1987, cuyo esquema copia casi literalmente, aunque también imita con descaro a Pesadilla en Elm Street, Wes Craven, 1984 (esa asesina que vuelve del más allá para vengarse de los descendientes de aquellos que la mataron) o al kwaidan eiga (el asesinato de Buck -Coe, quizá lo mejor de la película junto a la protagonista, pues, pese a ser el malo, muestra un lado vulnerable-, con Mary saliendo de debajo de la cama con un camisón y los pelos sobre la cara, arrastrándose sobre su cuerpo para ponerse sobre su víctima, a la que mata con una botella rota –Lambert copia, y el único cambio que introduce es para peor, sustituyendo la sutileza oriental por el gore sinsentido-). Incluso hay pinceladas de Destino final, James Wong, 2000, y secuelas, pues siempre suena la misma canción cada vez que se produce un asesinato (al menos, la elección de la misma es acertada, sonando la bellísima “I will always be there” -su traducción sería, irónicamente, “Siempre estaré ahí”- de Nicky Haris), y se da la casualidad de que una de las muertes es idéntica a otra que se produce en Destino final 3, James Wong, 2006 (concretamente, la que tiene lugar en la cámara de bronceado, donde muere abrasado uno de los amigos de Buck -¿Quién copió a quien, teniendo en cuenta que ambas producciones son coetáneas?-).

 

   Por lo demás, actuaciones normalitas (tenemos a la guapa Kate Mara -vista en Transsiberian, Brad Anderson, 2008; o en 127 horas, Danny Boyle, 2010- ejerciendo de Samantha, un personaje que toma demasiadas decisiones absurdas, o a Ed Marinaro -el oficial Joe Coffey de la inolvidable Canción triste de Hill Street- como su padrastro); un guión con demasiados recovecos, que provoca que haya agujeros por todas partes (¿Nadie en treinta años abrió el cofre -hermético, porque no huele- dónde está el cadáver? ¿Por qué Bill se empeña en acabar con su hijastra, si la intención de ésta es enterrar el cuerpo, liberándole de cualquier sospecha? ¿Cómo puedes encontrar unos restos que tienen tres décadas y llevártelos para enterrarlos en el cementerio más cercano sin comunicárselo a nadie? ¿Por qué al final, cuando Samantha se entera de la muerte de su hermano, reacciona como si nada?); efectos especiales tirando a cutres (la muerte de Heather -Keener-, en la que se nota en exceso la máscara de latex y las arañas digitales), y una frase para el recuerdo (“¡Joder, todavía le sale humo del nabo!”, dicha por un policía al encontrar a una de las víctimas, que muere electrocutada) dando como resultado un filme bastante insufrible.

 

(4/5)

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