HOSPITAL DE SATÁN (William Girdler) / 1972: Charles Kissinger, Nick Jolley, Carla Borelli, Louis Bandy, Lila Boden, Liz Cherry, P.J. Childers, Don Cox.

   Lucina Martin (Borelli) es una joven cantante de moda que tras sufrir una crisis nerviosa es enviada por su médico de cabecera al hospital Pleasance Hill con el fin de ser sometida a un tratamiento para recuperar la estabilidad mental. El Dr. Specter (Kissinger, actor de nulo bagaje visto en casi toda la filmografía de Girdler) rige el lugar y utiliza sus peculiares métodos con los internos, sin que la nueva paciente suponga una excepción. La chica, extrañada por su reclusión y porque nadie le da explicaciones al respecto, decide hacer averiguaciones, descubriendo que los doctores del centro rinden culto al mismísimo diablo, realizando ritos en los que se ofrecen sacrificios humanos con los enfermos. Lucina, por su supuesta condición de virgen, será la ofrenda definitiva que permita instaurar el mal en nuestro mundo.

   Ópera prima del director de subproductos de la calaña de Three on a meathook, 1973, o El día de los animales, 1977, en definitiva, un cúmulo de despropósitos rodados y montados sin orden ni concierto alguno. Actores amateur con la capacidad interpretativa de un cono (la palma se la lleva Bandy, que interpreta al teniente Walsh, dando rienda suelta a un histrionismo exagerado, aunque la invocación del diablo de corcho, efectuada por un Specter travestido que parece haberse tomado una mezcla de psicotrópicos bastante indigesta, no se queda atrás); diálogos imposibles (el primer encuentro en la comisaría entre Chris Duncan -Jolley- y el ya citado Walsh supone un auténtico disparate en todos los sentidos); situaciones que sobrepasan el absurdo (la inmensa clínica, rodeada por hectáreas de jardines, es desconocida para todo el mundo, incluso para el teniente de la comisaría de la zona; el edificio y sus alrededores son modificados para que parezcan abandonados en cuestión de horas -a las paredes les salen enredaderas, los hierbajos abundan donde hace solo un rato había césped…-; una ciega es asesinada por unas serpientes en una piscina y luego el agua empieza a borbotear y sobre ella sale una densa niebla sin razón aparente…); o momentos que provocan la carcajada de puros ridículos (la aparición del diablo, un esperpento de madera -o corcho, da igual- con dos pelotas de ping pong por ojos, la expresividad de una puerta y el movimiento de un muñeco de futbolín) conforman un disparate imposible de digerir incluso para los estómagos más curtidos.

(2/1)