HELLRAISER VI: HELLSEEKER (Rick Bota) / 2002: Dean Winters, Rachel Hayward, Sarah-Jane Redmond, Jody Thompson, Kaaren de Zilva, William S. Taylor, Michael Rogers, Trevor White, Ashley Lawrence, Doug Bradley.

   Han pasado diez años desde que Kirsty Cotton (Lawrence) se viera las caras por última vez con Pinhead (interpretado, como siempre, por Bradley). Ahora es una mujer en apariencia felizmente casada con Trevor (Winters). Durante un viaje, el vehículo de ambos se sale de la carretera cayendo a un río, accidente del que ella no saldrá con vida. A partir de ese momento, su marido se verá asediado por la culpa y por unas misteriosas visiones en las que cobran protagonismo su esposa fallecida, varias mujeres que se cruzan en su vida, y un misterioso personaje con la cabeza llena de clavos. Pronto Trevor será incapaz de distinguir realidad y fantasía, cayendo en una espiral de locura que le llevará a descubrir terribles secretos sobre sí mismo que creía ya olvidados.

   Lawrence regresa a la saga que le dio fama en un papel, por desgracia, demasiado corto e insatisfactorio para el fan (recordemos que, aparte de aparecer en Hellraiser: Los que traen el infierno, Clive Barker, 1987, repetiría el mismo rol en Hellbound: Hellraiser II, Tony Randel, 1988, y, posteriormente, y en forma de cameo, en Hellraiser III: Infierno en la tierra, Anthony Hickox, 1992). La idea de Bota es plausible (presentar la historia en forma de flashbacks y visiones en apariencia inconexos que se van hilando según avanza el metraje es un concepto, cuanto menos, original), consiguiendo crear ciertos detalles perturbadores (la operación del cerebro de Trevor, clavándole una aguja en el mismo -algo que le asemeja a Pinhead-; la persona, de pie junto a un coche, que observa al protagonista cuando éste se baja del autobús, dándose cuenta cuando llega a su casa de que quien le espía desde la ventana de enfrente es el mismo individuo; la cámara que muestra a Gwen -Redmond- y a Trevor haciendo el amor en una silla en el apartamento de éste, pese a que sobre ésta no hay nadie. La sensación de desasosiego aumenta cuando el hombre pasa una mano ante la cámara, viéndose reflejada en la imagen, mostrando posteriormente a la mujer siendo asesinada por los cenobitas; el descenso del hombre a la morgue -o al infierno- sita en los pisos inferiores de la comisaría, acompañado por el detective Lange -Taylor-, mientras observa como varios presos son torturados de manera terrible; o el momento en el que se descubre que los dos agentes son la misma persona -de hecho, nunca coinciden en el mismo plano-). El problema surge en la visualización de dicho concepto, notándose a la legua que el presupuesto es más que escaso, no permitiendo el desarrollo de determinadas secuencias de la manera indicada (la más clara es la de Trevor reflejado en un charco que le devuelve la imagen de Pinhead, que intenta transmitir la lucha entre el cielo y el infierno, pero cuya plasmación en pantalla es, a todas luces, insatisfactoria), lo que impide que lo que se cuenta sea expuesto de manera creíble y suficiente. Al final, la escena en el depósito de cadáveres deja las cosas bastante claras, suponiendo el desenlace, además, una sorpresa bastante difícil de intuir (es prácticamente imposible adivinar que es Kirsty quien se halla tras las muertes que vemos en la película, y mucho menos que suponen parte de un nuevo pacto con Pinhead para salvar su alma a cambio de otras cinco -las tres de las amantes de Trevor, la del compañero de trabajo de éste con el que aquel conspiró para acabar con la vida de Cotton, y la del propio Trevor, infiel hasta la saciedad-), pero dejando en el aire varias incógnitas inexplicables (al final, con lo que se explica, es prácticamente imposible distinguir que acontecimientos son ciertos y cuales ficticios).

(4,5/6)

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