GHOST SHIP: BARCO FANTASMA (Steve Beck) / 2002: Gabriel Byrne, Julianna Margulies, Ron Eldard, Desmond Harrington, Isaiah Washington, Alex Dimitriades, Karl Urban, Emily Browning, Francesca Rettondini.

 

   En 1962 el trasatlántico Antonia Graza desaparece sin dejar rastro en pleno océano. Ya en la actualidad, un grupo de cazatesoros que se dedican a la búsqueda y rescate de barcos hundidos dan con su paradero, gracias a la ayuda de Ferriman (Harrington, visto en Km. 666, Rob Schmidt, 2003, y en Dexter, dando vida al detective Joey Quinn), un piloto de vuelo que lo localiza en una de sus travesías y que solicita su ayuda a cambio de una parte del botín. Pese a las reticencias iniciales, acceden a emprender una nueva aventura que en un principio les puede hacer ricos, y que se convertirá en absoluto horror cuando ya a bordo descubran los motivos de la desaparición del enorme navío y el trágico destino sufrido por la tripulación.

 

   La tercera de las películas de la Dark Castle Entertainment (cuyo nombre homenajea a William Castle, uno de los maestros del género de los 50 y 60), creada en 1999 por Joel Silver, Robert Zemeckis y Gilbert Adler, se cuenta como una de las mejores de la compañía (junto a La casa de cera, Jaume Collet-Serra, 2005; La huérfana, ídem, 2008; y Colinas sangrientas, Dave Parker, 2008). Tanto la fotografía, obra de Gale Tattersall, como el diseño de producción de Graham ´Grace´ Walker guardan múltiples similitudes con las de otras obras de la productora. Sin ir más lejos, el primero de los mencionados realizó idéntica labor en 13 fantasmas, Steve Beck, 2001, mientras que el segundo se encargó de la misma tarea en Gothika, Mathieu Kassovitz, 2003; La casa de cera; La cosecha, Stephen Hopkins, 2007; o Whiteout, Dominic Sena, 2009. El trabajo de ambos resulta excelente, dando vida (o más bien quitándosela) al Antonia Grazia, recreando unos interiores tenebrosos y una atmósfera opresiva y amenazadora. Parece clara, por otro lado, la intención de director y guionistas de que el barco de la película sea un trasunto del Mary Celeste, ese bergantín botado en Escocia en 1861 que fue dado por desaparecido en 1872, un mes después de zarpar desde Nueva York. El barco fue encontrado cerca de las Azores por otro buque, el Dei gratia, navegando a toda máquina y sin tripulación a bordo. Nada más se supo del capitán Briggs, responsable del navío, ni de su esposa, su hija y los siete marinos restantes, aunque una teoría reciente relaciona lo acontecido con el hallazgo de varias personas muertas en sendas balsas encontradas en las costas asturianas seis meses después de los hechos.

 

   La puesta en escena de Beck (director de arte de Industrial Light & Magic, la empresa de George Lucas en la que realizó esa labor en películas como Indiana Jones y la última cruzada, Steven Spielberg, 1989; Abyss, James Cameron, 1989; y La caza del Octubre rojo, John McTiernan, 1990) es pulcra y artesanal, pero también aséptica. Es un director de encargo que realiza una labor funcional, de quita y pon, efectiva pero sin efectismos. Aún así, hay varios momentos que merecen ser destacados, bien por su dinamismo o puesta en escena (la secuencia que abre el filme, consistente en el rescate de un barco hundido realizado por Murphy -un Byrne siempre convincente- y sus hombres, momento que sirve para mostrar la camaradería y la amistad existente entre ellos; el hallazgo del oro escondido en el navío por los rescatadores y la consiguiente algarabía al creer haber hallado riqueza y fortuna; la destrucción del remolcador de Murphy y su grupo: El mecánico interpretado por Dimitriades ordena poner en funcionamiento los motores sin advertir que una bombona de propano acaba de ser abierta por una fuerza invisible. Será Greer -Washington- el que accione el botón de encendido, provocando que el gas se inflame y que su compañero vuele por los aires envuelto en llamas. Una segunda explosión, mucho más violenta que la primera, hace que el barco se parta en dos, hundiéndose a continuación; la reconstrucción del salón en ruinas -en un sencillo pero práctico efecto consistente en rodar la destrucción de la estancia para luego pasarla a la inversa-, ante los ojos de un deslumbrado Greer, que observa atónito como la gran pista de baile recobra el fulgor de antaño en cuestión de segundos, viéndose rodeado por la gente que habitó el barco casi cuatro décadas antes, que actúan como si nada hubiese pasado; o la destrucción definitiva del Antonia Graza, hundido a causa de una enorme explosión provocada por Epps -Margulies-) bien por su capacidad para crear tensión y suspense (el radar del remolcador mostrando al Antonia Graza, que debería estar justo delante, aunque lo único que se vislumbra es la oscuridad de la noche y el océano. Entonces el barco se materializa de golpe, produciéndose la colisión entre ambas naves; el hallazgo de la piscina vacía con las paredes acribilladas a balazos. Cuando Epps se va, de los agujeros comienza a salir sangre, llenándose el recinto del fluido rojo, en el que se hallan sumergidos un montón de cadáveres; la muerte de Greer, seducido por el fantasma de Francesca -Rettondini-, la atractiva cantante que amenizaba la velada cuando aconteció la tragedia en el Antonia Graza. El hombre, al abrazarla, atraviesa su intangible cuerpo y se precipita por el hueco del ascensor, girándose el espectro a continuación y mostrando un rostro demacrado y cadavérico; la de Murphy, que fallece en un pequeño recinto, donde es encerrado tras intentar agredir a Epps, y que resulta anegado a causa de la inundación del barco. La propia Epps, una vez se da cuenta de su error, acude al rescate a tiempo de contemplar impotente el cadáver de su protector bajo el agua, que suelta una fotografía entregada por el fantasma del capitán del navío que revela la identidad del traidor del grupo; el flashback que muestra el asesinato de Francesca, cuyo cuello es atravesado por un gancho liberado por Ferriman, realmente un recolector de almas que necesita cumplir cierto cupo para alcanzar la redención de una vida de pecado; o la de Munder -Urban, el mismo año que dio vida a un fantástico Eomer en El señor de los anillos Las dos torres, Peter Jackson, 2002-, aplastado por una rueda dentada de un mecanismo del barco, que se pone en marcha por sí solo).

 

   De todas formas, si hay un momento a recordar ese es el de la muerte de los pasajeros en el baile de la cubierta del barco. Una mano acciona una palanca y un cable de acero se tensa frente a la cámara, mientras en segundo término observamos la pista repleta. El acero sale propulsado, cruzando en un suspiro la cubierta, mientras unas flores de un jarrón caen cortadas y escuchamos el mortal sonido de la cuerda seccionando lo que se encuentra a su paso: cristal, tela y carne. Otro plano del cable, vibrando y goteando sangre, con un cuerpo en segundo plano y ya cortado en dos, precede a un travelling por la superficie, festiva poco antes y ahora sacudida por la muerte. Unos zapatos comienzan a arrollar sangre, y la parte superior de una copa cortada cae al suelo, al igual que los cuerpos divididos y agonizantes, que se derrumban como los naipes que forman un castillo. La niña mira a su alrededor, testigo de un espectáculo dantesco, mientras las partes cercenadas siguen desmoronándose en un auténtico festín gore, que continúa con el plano de la parte superior de un hombre arrastrándose por el suelo, y con otro que muestra la mitad de una mujer agarrándose las entrañas e intentando alcanzar sus piernas, amputadas a la altura de la cadera. El pavoroso lienzo aún ofrece más retazos del horror, con un brazo cercenado que apunta al cielo y a la cámara en un último estertor, antes de derrumbarse. La masacre culmina con Katie (la ascendente Browning, una habitual del género en su primer papel dentro del mismo) alzando la vista hacia su pareja de baile, cuyo rostro presenta una risa grotesca dibujada por el corte del alambre. La parte superior de su cabeza se desploma, seguida por el resto del cuerpo.

 

   En el debe, la identidad del malo de turno es fácil de adivinar, y el final es tan sentimentaloide como en 13 fantasmas, aunque mucho más efectivo, y se ve redimido en parte por ese epílogo que muestra a Epps en la ambulancia a la que es subida después de ser rescatada, viendo desfilar ante sus narices a los causantes de la tragedia del Antonia Grazia, flanqueados por Ferriman, que cierra la comitiva. La historia se repite.

 

(6,5/6)

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