FREDDY CONTRA JASON (Ronny Yu) / 2003: Robert Englund, Ken Kirzinger, Monica Keena, Jason Ritter, Kelly Rowland, Chris Marquette, Brendan Fletcher, Katharine Isabelle, Lochlyn Munro, Kyle Labine, Tom Butler, David Kopp, Paula Shaw, Jesse Hutch, Zack Ward, Garry Chalk, Brent Chapman.

 

   La leyenda de Freddy Krueger (Englund, retomando el papel que ya interpretara en las siete entregas que componen la saga de Pesadilla en Elm Street y que le hiciera famoso internacionalmente) es olvidada por las nuevas generaciones de Springwood, lo que provoca que el asesino de los sueños pierda su poder y la capacidad de matar a sus víctimas a través de sus pesadillas. Decidido a recobrar su status, se sirve de Jason Vorhees (Kirzinger), a quien reanima y convence para que prosiga sus andanzas criminales en el vecindario en el que Freddy llevase a cabo sus fechorías. Los primeros asesinatos provocan una oleada de pánico, siendo atribuidos por los adultos a Krueger. Cuando los adolescentes comienzan a rememorar su historia a través del miedo, su poder vuelve a crecer, pero Jason no está dispuesto a abandonar su nuevo coto de caza, abonado de jóvenes a los que eliminar. Se inicia así una lucha a muerte entre los dos psicópatas, empeñados en ejercer su dominio en solitario en el pueblo de Springwood.

 

   Visto el argumento resumido en el párrafo anterior y empleado para enfrentar a los dos iconos más legendarios del subgénero slasher (por poner un simple ejemplo de lo absurdo del mismo, la inactividad de Freddy se justifica en base a que los adolescentes de Springwood olvidaron su historia, arrebatándole de paso su poder. A lo largo de la saga de Pesadilla en Elm Street varios de los personajes no sabían de la existencia del asesino -sin ir más lejos, Nancy, a la que daba vida Heather Langenkamp, en la primera entrega- y aún así sufrieron las pesadillas en las que éste aparecía, así que esa justificación se queda como una mera excusa argumental), da la impresión de que Freddy contra Jason fuese un producto surgido de improviso y que estuviera ideado para aprovechar el supuesto impacto de ambos personajes. Nada más lejos de la realidad, pues dicho impacto ya se había minimizado hasta el límite con el transcurso de los años (desde la última entrega de la saga de Krueger, la mediocre La nueva pesadilla de Wes Craven, Wes Craven, había transcurrido casi una década, mientras que en lo referente a Vorhees, la serie se había hundido con la psicotrónica Jason X, James Isaac, 2001), y el proyecto del versus era algo que se venía gestando desde la década de los ochenta, y que por razones de diversa índole nunca había fraguado del todo. De hecho, el final de Viernes 13 parte 9. El final: Jason se va al infierno, Adam Marcus, 1993, dejaba vislumbrar esas intenciones, pues en el último plano la máscara de Jason, en el suelo, era arrastrada por la garra de Freddy hasta el mismísimo averno.

 

   Pese a esa dilatación temporal, que podría augurar un libreto mínimamente coherente e interesante, los guionistas de turno (Damian Shannon y Mark Swift, con nula experiencia en la materia y que posteriormente solo se encargarían de escribir el remake de… Viernes 13, dirigido por Marcus Nispel en el año 2009) pergeñaron una historia que se podría escribir en un post-it y que está plagada de incoherencias, fallos de continuidad con respecto a las sagas originales y nulo respeto a unos personajes demasiado sobados y caricaturizados, que en la película de Yu (el realizador que dio nuevos bríos a la saga del muñeco diabólico con La novia de Chucky, 1998, pero que es conocido, sobre todo, por su labor en La novia del cabello blanco, 1993) terminan por perder la escasa dignidad que les quedaba.

 

   No seré yo el que trate de encontrar una coherencia plausible en un filme de estas características, pero los errores son numerosos, y entre todos ellos, hay algunos de bulto, como el hecho de que Jason padezca hidrofobia cuando se enfrenta con Freddy. En esta misma entrega arrastra a una víctima hasta la cabaña que tiene en mitad de un pequeño pantano, cruzando el agua sin inmutarse. Tampoco tiene problemas para proseguir su pelea con Krueger cuando al final ambos caen al lago del campamento. Es más, en anteriores entregas le vemos salir del estuario de Crystal lake (Viernes 13 parte 7: Sangre nueva, John Carl Buechler, 1988) o llegar a Manhattan a nado (Viernes 13 parte 8: Jason vuelve… para siempre, Rob Hedden, 1989).

 

   Pese a no tratarse exactamente de un error, resulta llamativo que Freddy no pueda volver a asesinar por su cuenta al caer en el olvido, pero en cambio sea capaz de introducirse en la mente de un Jason muerto y enterrado, haciéndolo revivir (eso sí, la secuencia es de lo mejor de la película, con ese plano del cuerpo de Jason descompuesto en el que empieza a latir el corazón, seguido por otro en el que lo vemos salir de su tumba como si fuese un zombi. La siguiente escena se puede calificar de icónica, mostrando a Vorhees andando entre la neblina de un bosque, con su máscara y su machete en ristre), y tomando además la imagen de su madre, Pamela Vorhees (aquí interpretada por una Shaw sobreactuada en exceso, al rechazar Betsy Palmer el papel que ya interpretara en Viernes 13, Sean S. Cunningham, 1980, por considerarlo demasiado corto), para convencerlo de que abandone su hogar y se dirija a Springwood.

 

   Otro error de bulto se comete en la visita de Will (Ritter, cuyo padre, John Ritter, fallecido el mismo año que se rodó el filme analizado, también trabajó con Yu en la ya mencionada La novia de Chucky), el novio de Lori (Keena), la protagonista, y su amigo Mark (Fletcher) a la biblioteca, en busca de noticias sobre los asesinatos cometidos por Freddy en el pasado, descubriendo que toda referencia a su persona ha desaparecido de la prensa local en un intento por mantener a los adolescentes alejados de su influencia, propósito que resulta del todo imposible tratándose de un asesino en serie de niños, cuyo nombre debería de haber salido en diarios nacionales y extranjeros, programas de televisión, revistas…, haciendo imposible que todos los jóvenes de un pueblo, sin excepción, desconozcan su existencia.

 

   También resulta especialmente curioso que después de que un hombre enorme con una máscara de hockey cubriendo su rostro aniquile a machetazos a los asistentes a la fiesta que se organiza en los maizales del pueblo, incluida Gibb (Isabelle, la protagonista de la trilogía de Ginger snaps), una de las amigas de Lori, tanto ésta como Will se van a sus respectivas casas sin avisar a la policía o a los padres de la chica, tal y como si nada hubiese sucedido. Posteriormente, los supervivientes viajan en coche al hospital psiquiátrico de Westin Hills en busca de Hypnocil, la droga que los adultos suministran a sus hijos sin que éstos lo sepan para que no sueñen. Al descender del vehículo, alguien los observa desde la lejanía. Ese alguien no es otro que Jason, capaz de saber los movimientos de los protagonistas leyendo su mente.

 

   Igualmente es imposible tomarse en serio el viaje en automóvil en el que los chicos transportan el cuerpo sedado de Jason a Crystal Lake. Ya de inicio, la idea de llevarlo allí para que prosiga su pelea con Freddy en terreno propio, como si eso le fuese a dar ventaja, resulta un tanto peregrina. No digamos ya el hecho de transportarlo en la parte trasera de una furgoneta, atado con una cuerda de aspecto frágil, mientras le inyectan una droga que le mantiene dormido. No contentos con eso, Lori se acuesta a su lado y se duerme, con el objetivo de traerse a Freddy al mundo real. La chica se despierta en un Crystal lake pretérito, en el que observa con sus propios ojos como un joven Jason es lanzado al agua por sus compañeros de campamento mientras los monitores ignoran lo que sucede. Incluso vemos a dos de ellos haciendo el amor en el porche de una de las cabañas, a plena luz del día y delante de todo el mundo. Eso sí, vestidos. Por cierto, el chico se transformará en Freddy Krueger y comprobaremos que la chica está muerta, lo que da para un par de chistes lamentables. Evidentemente, la anestesia es insuficiente, y Jason se despierta justo en el momento en el que Kia (Rowland, haciendo que el resto de sus compañeros de reparto parezcan excelentes actores) le hace el boca a boca porque está a punto de ahogarse (sí, la ex-integrante de Destiny´s child tampoco pone muchas pegas a la hora de juntar sus labios con los de un cadáver revivido perteneciente a un asesino en serie que esconde su rostro deforme y descompuesto bajo una máscara de hockey), levantándose y provocando un accidente en el que la furgoneta vuelca y él sale despedido tal y como si una catapulta lo hubiera lanzado por la puerta trasera, que se ha abierto convenientemente. Es entonces cuando abandona el sueño en el que Freddy estaba a punto de acabar con su vida (algo que ya debería haber hecho antes, pues ha recuperado la conciencia hace rato), volviendo a la realidad.

 

   Por otro lado, el supuesto clímax consistente en la pelea tan largamente esperada, no es más que una sucesión de momentos esperpénticos imposibles de tomar en serio cuyo único objetivo parece ser el de convertir a ambos asesinos en monigotes protagonistas de un videojuego de lucha exagerado hasta la nausea en el que se aplica la regla del “todo vale”, sometiéndolos a escarnio y transformándolos en personajes dignos de una parodia chusca y sin gracia. Instantes que hacen flaco favor a dos caracteres que se habían labrado cierto respeto a lo largo de los años (el cual ya se había resentido debido a la existencia de alguna secuela clónica de nula calidad), como aquel en el que Freddy hace rebotar a Jason contra las tuberías y paredes de la fábrica, acelerándose la acción mientras escuchamos la típica música de una máquina de pinball y el sonido de una bola chocando contra las paredes de la misma, y observamos a Krueger gesticular como si estuviese echando una partida mientras hace bromas ridículas; o cuando lanza sobre él una enorme caldera que lo aplasta, en un cartoonesco momento digno de los Looney Tunes; o aquel otro en el que Freddy salta fuera del agua a cámara lenta, como si fuese un vulgar remedo del Neo de Matrix, Larry & Lana Wachowski, 1999; o en el que Jason emplea a su némesis como si fuera un ariete, corriendo (sí, Jason corre) por la cabaña y derribando parte de ésta, y lanzándolo luego por los aires como si fuese un vulgar guijarro (son incontables las veces que alguno de ellos sale volando por los aires a causa de los golpes recibidos); o ese en el que Kia, en otra clara demostración de que es una penosa actriz, se burla lamentablemente de Freddy, bromeando sobre si el gran tamaño de sus cuchillas sirve para suplir la pequeñez de su miembro, justo antes de ser aniquilada por Jason, que espera paciente tras ella para asestarle un terrible (y celebrado) machetazo; o ya para acabar, la carrera de Lori con las dos antorchas en mano, a cámara lenta, dispuesta a lanzarlas sobre los depósitos de gasolina de la dársena de Crystal lake, en la que los dos contendientes se reparten una sarta de golpes más propios del Wrestling que de dos asesinos en serie con cierta reputación.

 

   Podemos citar como elemento favorable que los asesinatos son multitud, y la mayoría de ellos brutales (debido sobre todo al hacer de Jason, pues Freddy solo comete un crimen en todo el metraje): Tendremos a la campista del inicio, a la que Vorhees persigue, como en él es habitual, a lo largo y ancho del bosque, y que acaba empalada por un machete que también atraviesa el árbol en el que se clava; Trey (Hutch), el novio de Gibb, es acuchillado por la espalda mientras permanece acostado en una cama. Un plano desde debajo del catre muestra el arma atravesando en repetidas ocasiones el colchón, cada vez más ensangrentado, hasta que las entrañas del muchacho comienzan a filtrarse a través del mismo. No contento con eso, Jason pliega el camastro, partiendo al joven por la cintura y quedando sus talones a la altura de la nuca; la propia Gibb morirá en la masacre que tiene lugar en la fiesta del maizal. La joven será atravesada por un tubo de hierro mientras duerme una borrachera y uno de los asistentes a la fiesta intenta abusar de ella, recordando su muerte a una de las más elogiadas de Viernes 13 parte 2, Steve Miner, 1981, a su vez “inspirada” en otra que tiene lugar en Bahía de sangre, Mario Bava, 1971. Otro de los asistentes sufrirá un esguince cervical severo, mientras que su amigo será ensartado por el machete en llamas que le lanza Vorhees, cuando intenta huir en vano de éste (por cierto, el chico prende fuego al asesino antes de echar a correr con una antorcha que aparece en su mano por arte de magia). Varios más caerán cuando Jason irrumpe entre los invitados a la rave. Uno de ellos esquiva el envite, siendo golpeado el bidón que hay tras él, que revienta apagando el fuego del cuerpo del asesino. En el siguiente plano, una tremenda herida salida de la nada atraviesa el torso del joven; Mark es quemado por Krueger cuando se duerme. Su cuerpo es arrastrado y golpeado a lo largo y ancho de su habitación, hasta detenerse ante la ventana por la que sus amigos observan la escena sin poder intervenir. Su rostro sufre tres cortes y cae al suelo con la espalda abrasada, que muestra un mensaje en forma de quemadura: “Freddy ha vuelto”; finalmente, el agente Stubbs (Munro) es electrocutado por Jason, que luego lo empotra contra un panel de mandos.

 

   Quizá la única secuencia de mérito de todo el filme, digna de ser recordada al menos por lograr una buena atmósfera y estar correctamente rodada, sea la que tiene lugar en comisaría, tras el asesinato de Trey en casa de Lori. Ésta se duerme y cuando despierta se encuentra unas oficinas completamente desiertas. La chica se levanta y camina por uno de los pasillos, contemplando como unas gotas de sangre se materializan de la nada y caen al suelo, creando una especie de rastro, para luego desvanecerse. Lori pasa ante un cartel que muestra las fotos de varios niños desaparecidos. Cuando lo deja atrás, las imágenes cobran vida y se giran, siguiéndola con la mirada. Entonces se encuentra a una niña acurrucada en una esquina y, cuando ésta se vuelve, vemos que sus ojos han sido arrancados. Lori aparece entonces en un lóbrego cementerio, iluminado por la escasa claridad que ofrece la luz de la luna, y un plano cenital la muestra acercándose a un grupo de niñas que juegan a la comba, en un momento ya visto con anterioridad en la saga, pero que resulta igualmente efectivo por inquietante.

 

   Por lo demás, la película sí que contiene un buen número de guiños que pueden llegar a satisfacer a los fans de ambas sagas y del género, sobre todo a los más condescendientes, dibujando al menos alguna sonrisa cómplice en el rostro de los insatisfechos (entre los que me hallo). Así, al inicio podemos escuchar el archiconocido “¡Kill, kill, kill! ¡Mom, mom, mom!” que los seguidores de Jason reconocerán al instante; Lori vive en el 1428 de Elm Street, el mismo hogar en el que residía Nancy en la primera entrega; la protagonista se apellida igual que Neve Campbell, la actriz que da vida a Sidney Prescott en Scream, Wes Craven, 1996, personaje con el que Lori guarda múltiples similitudes: La madre de ambas fue asesinada, su padre es sospechoso del asesinato y se encuentra de viaje en el momento que acontecen los hechos, sus novios trepan por la ventana de sus respectivos cuartos, y las dos son vírgenes; el psiquiátrico de Westing Hills es en el que nació Freddy y aparece por primera vez en la tercera parte de la saga; el noticiario que se ve en dicho hospital pertenece a la cadena KRGR, en clara alusión al apellido de Freddy. También es la emisora de radio que Glenn (Johnny Depp) escucha poco antes de morir en la primera entrega; Ken Kirzinger, que interpreta a Jason sustituyendo a Kane Hodder (quien había realizado dicha labor desde la séptima a la décima entrega), interpretó a un cocinero en la octava parte, en la que se enfrentaba al asesino enmascarado, con nefastos resultados para su integridad; Evangeline Lilly, una de las protagonistas de Perdidos, aparece como extra en la escena del reencuentro en el instituto entre Lori y Will; Gibb lleva siempre una gorra de beisbol roja, en alusión al personaje que interpretaba P.J. Soles en Carrie, Brian De Palma, 1976. Curiosamente, la actriz fue coprotagonista del remake del filme basado en la obra de Stephen King (Carrie, David Carson, 2002); finalmente, la bolsa que Jason lleva en la cabeza en la pesadilla que acontece en Crystal lake alude directamente a la que también llevaba en Viernes 13 parte 2.

 

(4/7)

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