FANTASMA DE LA ÓPERA, EL (Darío Argento) / 1998: Julian Sands, Asia Argento, Andrea Di Stefano, Nadia Rinaldi, Coralina Cataldi-Tassoni, István Bubik, Lucia Guzzardi, Aldo Massasso, Zoltan Barabas, Gianni Franco.

   Un misterioso hombre (un horrible Sands, mediocre actor británico asiduo al género visto en After darkness, Sergio Guerraz & Dominique Othenin-Girard, 1986; Gothic, Ken Russell, 1986; Warlock: El brujo, Steve Miner, 1989; Aracnofobia, Frank Marshall, 1990; Diario de un vampiro, Shimako Sato, 1992; Warlock 2: El Armagedón, Anthony Hickox, 1993; o Romasanta: La caza de la bestia, Paco Plaza, 2004) vive en las cuevas existentes bajo la Ópera Garnier de París. Desde allí, y haciendo uso del amplio conocimiento que tiene tanto de los subterráneos del edificio como de las dependencias de éste, aterroriza a todo aquel que osa adentrarse en sus dominios con el fin de protegerlos y llamar la atención de Christine Daaé (Argento, la hija del director, a la altura interpretativa de su partenaire), una cantante de ópera de la que está profundamente enamorado.

   Si Francis Ford-Coppola y Kenneth Brannagh pudieron dar rienda suelta a su inmenso ego dirigiendo a su muy peculiar manera dos clásicos de la literatura fantástica de todos los tiempos como son Drácula (Drácula, de Bram Stoker, 1992) y Frankenstein (Frankenstein de Mary Shelley, 1994) respectivamente, sin prácticamente ningún tipo de respeto por el original literario (corramos un tupido velo sobre la calidad final de ambos productos), Darío Argento no iba a ser menos, y tomando como base la obra de Gastón Leroux, de título original “Le fantôme de l´opéra”, publicada por entregas en el año 1909, decidió realizar su propia y libérrima versión de la misma, convirtiéndose en una de las peores películas de toda su filmografía. El director romano, autor de dos obras maestras del cine de terror italiano de todos los tiempos como son Rojo oscuro, 1975, y Suspiria, 1977, perpetró esta adaptación contando para los roles principales de su reparto con un nefasto Sands, sobreactuado hasta el límite (ese momento en el que, yaciendo en la cama junto a Christine, y tras hacer el amor con ésta, le cuenta cómo llegó a su actual hogar: “Me abandonaron al nacer, en el río del tiempo y el espacio”, quedándose con gesto serio y adusto tras semejante revelación, plena de trascendencia), y con su hija Asia, que realiza una de las peores interpretaciones de su carrera (véanse todas aquellas escenas en las que, con enorme torpeza, simula cantar).

   Tal y como ya hicieran los mencionados Coppola y Brannagh, Argento se pasa por el Arco del Triunfo la obra literaria y decide alterar el origen del protagonista (aquí no tenemos a un ser deforme, sino a un niño que fue abandonado por su madre en una alcantarilla para ser criado por las ratas, y que además tiene poderes a lo Charles Xavier, los cuales le permiten establecer una conexión con su amada, con la que se puede comunicar mentalmente. Atención a esa conversación en la que Christine habla con el Fantasma como si tuviera un pinganillo colocado en su oreja); añadir un montón de gore que acaba resultando grotesco de puro excesivo (el ataque a los tres hombres en las alcantarillas, siendo uno de ellos seccionado por la mitad; el momento en el que Ignace -Bubik-, el cazador de ratas, cae en una de sus trampas, quedando atrapado y observando impertérrito cómo su mano es devorada por los roedores. A continuación le mostrará el dedo herido al médico, pudiendo verse perfectamente el hueso al descubierto; o el asesinato de la pareja que decide bajar a las catacumbas en busca de un supuesto tesoro, siendo él empalado en una estalactita, y ella perseguida de manera ridícula hasta ser capturada, momento en el que nuestro protagonista le arranca la lengua de un mordisco); añadir alguna escena insólita y absurda (El fantasma en la azotea de la ópera, donde tiene una visión de una inmensa ratonera rodeada de fuego que se aparece en el cielo y en la que hay un montón de gordos desnudos atrapados -¿¿¿???-; nuestro protagonista derribando a mazazos una inmensa columna que sujeta la lámpara del teatro, cayendo ésta sobre los miembros de la orquesta, que resultan aplastados -¿Nadie oye los tremendos golpes en el piso superior?-; el mismo aterrizando con precisión en el escenario tras saltar desde lo más alto y planear por los aires como si se tratase de Batman…); e intercalar ciertos toques humorísticos que solo se pueden calificar de desafortunados (esos viejos que intentan abusar de las niñas en el teatro ofreciéndoles chocolate. Uno de ellos sufrirá una muerte brutal a manos del protagonista; Ignace y el enano -atención a la sobreactuación de ambos- persiguiendo a las ratas por los pasadizos subterráneos con un vehículo ideado por el primero, que captura y elimina a los roedores. La batida finalizará bruscamente cuando colisionan con una estalactita, saliendo disparados. Una de las cuchillas del artefacto sale despedida y se clava en el techo de la cueva, cayendo a continuación y decapitando al enano…), obteniendo como resultado final un producto que solo se puede calificar de decididamente mediocre.

(3/5) 

CARÁTULAS Y POSTERS

Más carátulas y posters de EL FANTASMA DE LA ÓPERA

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