EN LA BOCA DEL MIEDO (John Carpenter) / 1996: Sam Neill, Julie Carmen, Jürgen Prochnow, David Warner, John Glover, Bernie Casey, Peter Jason, Charlton Heston, Frances Bay, Willhem Von Homburg, Hayden Christensen.

 

   John Trent (un excelso Sam Neill) es un inspector que se dedica a investigar estafas a empresas aseguradoras. Cuando el famosísimo escritor de best-sellers de terror Sutter Cane (Prochnow, un buen actor últimamente perdido en todo tipo de subproductos, y que ha sido visto en El torreón, Michael Mann, 1983; Dune, David Lynch, 1984; Juez Dredd, Danny Cannon, 1995; ADN, William Mesa, 1997; Wing Commander, Chris Roberts, 1997; Ripper: Llamada desde el infierno, John Eyres, 2001; Dark asylum, Gregory Gieras, 2001; House of the dead, Uwe Boll, 2003; o Cocodrilo: Un asesino en serie, Michael Katleman, 2007) desaparece sin dejar rastro, la editorial para la que trabaja contrata a aquel para que dé con su paradero, encargándole que vaya a buscarle a su pueblo de origen, Hobb´s End (está claro que Cane guarda una relación directa con Stephen King -que incluso es mencionado al principio del filme-, ya que el nombre y apellido de ambos empiezan por las mismas letras. Además, el pueblo del escritor ficticio está, tal y como muestra la escena en la que Trent recorta varias portadas formando un mapa, entre Vermont y Maine, siendo este último el lugar de nacimiento y residencia de King, en el que, además, sitúa muchos de sus relatos). Trent, que sospecha que todo es una maniobra comercial urdida tanto por la empresa como por el escritor para promocionar el último libro de éste, emprende un viaje junto a Linda Styles (la bellísima Carmen, actualmente desaparecida del panorama cinematográfico, y que contó con un papel importante en Noche de miedo II, Tom Holland, 1988), la única persona, junto al agente de Cane, que ha leído el susodicho manuscrito.

 

   Pese a que durante el primer tercio de metraje ya hemos asistido a una colección de detalles inquietantes (los violentos disturbios que se desatan entre los lectores de las novelas de Cane, que cada vez se vuelven más frecuentes y virulentos; ese policía que golpea salvajemente a un indigente en un callejón ante la estupefacta mirada de Trent, y que, al girarse, muestra un rostro grotesco; el perturbado que intenta acabar con el investigador, hacha en ristre, cuando éste toma algo en una cafetería, y que es abatido cuando ya se dispone a descargar el arma sobre su víctima -poco después se nos revelará que el asaltante es el representante de Sutter, la otra persona, junto a Styles, que había leído el libro-), e incluso aterradores (la aparición del individuo en la bicicleta cuando la pareja protagonista se dirige en coche hacia Hobb´s End es una de los momentos más espeluznantes que recuerdo haber visto en un filme de género: el automóvil se desplaza por una carretera solitaria, envuelto por la noche y conducido por Styles, mientras que Trent duerme a su lado. La joven oye un pedaleo y un sonido característico y repetitivo -dos cartas de póker situadas en la tijera de la bicicleta, que golpean los radios de la rueda cansinamente-, descubriendo a un joven que avanza lentamente por la calzada y al que adelanta. Al cabo de unos segundos, vuelve a observar el mismo vehículo en dirección contraria, repitiéndose el característico sonido. Al cruzarse con él, un flash instantáneo, casi subliminal, nos muestra el turbador rostro del ciclista, completamente envejecido y con el pelo alborotado y canoso. Styles, conmocionada, agacha la vista, pero cuando su mirada vuelve a la carretera, colisiona sin remisión contra la bicicleta, que aparece justo frente al coche. Éste derrapa y John despierta, bajándose la pareja o comprobar lo sucedido. La chica se agacha frente al anciano malherido, pero cuando se pone nuevamente en pie, observamos al accidentado pasar tras ella como si nada, cogiendo la bicicleta y continuando su camino, ignorando a la joven y a Trent, que observan la escena atónitos), es durante la última hora de metraje, coincidente con la llegada de la pareja protagonista a Hobb´s End, cuando se desata el horror (la llegada al pueblo ya anuncia que algo anda mal, con esa carretera que desaparece bajo el vehículo justo antes de entrar en un puente cubierto similar a un vórtice de energía que parece separar el mundo real del que representa el lugar natal del escritor desaparecido): Un par de pinceladas nos advierten de que las cosas no andan bien (los niños que corren por la calle principal de la ciudad tras un perro, que solo son advertidos por Styles, en una escena mostrada a cámara lenta; o el cuadro del hotel en el que se hospedan los protagonistas, que muestra a una pareja paseando junto a un lago, y que parece cambiar según el observador), aunque será el momento en el que la chica advierte que tanto las personas, edificios y lugares del pueblo como todo lo que en éste acontece aparece descrito minuciosamente en el último libro de Cane, cuando nos demos cuenta de que Trent y Styles podrían formar parte del enfermizo universo creado por el autor. John, aún incrédulo, comenzará a tomar conciencia de la situación cuando su compañera le habla de la iglesia de cúpulas negras que se observa desde la ventana de su cuarto y se la describa antes siquiera de haberla visto.

 

   Una visita al edificio, en la que no se sacará nada en claro (salvo otro contacto visual con el grupo de niños, persiguiendo de nuevo al perro, y que vuelven a ser avistados tan solo por Linda), precederá a la llegada de una banda de hombres armados a la puerta del templo en busca del hijo de uno de ellos. El pequeño saldrá del interior, transformándose de inmediato en Sutter Cane y azuzando a una manada de dóbermanes contra los varones, que huyen despavoridos. De vuelta al hotel, Styles insiste en que todo lo que está pasando lo ha leído con anterioridad en el manuscrito. Trent, molesto (más porque lo que dice la chica comienza a cobrar sentido que por su ya vana creencia de que todo se trata de una treta), se dirige a la recepción, donde se encuentra con la señora Pickman, la dueña del negocio, que, según el libro, es un monstruo de aspecto lovecraftniano (uno de esos horrores informes, atávicos y ancestrales salidos de la mente del escritor de Providence) que ha despedazado a su marido a hachazos. El investigador no contempla nada anómalo, pero nosotros sí que observamos al conyugue de la anciana, aún con vida, amordazado y esposado al tobillo de ésta. También vemos que la pareja del cuadro presenta unos rostros de aspecto cadavérico.

 

   Mientras tanto, Linda acude de nuevo a la iglesia, en busca de información. En el jardín de entrada se encontrará otra vez con los pequeños. Sus rostros son ahora deformes y aberrantes, y cuando ella les pregunta “¿Dónde vivís?”, la respuesta es del todo inquietante: “Contigo”. La joven les ignora y se adentra en el santuario, encontrándose a Cane en una espeluznante sala (atención a esa puerta que esconde, según el escritor, engendros sin forma y abominaciones viscosas, infernales, de pesadilla, esperando el momento adecuado para desatar su ira sobre el mundo), obligándole éste a mirar el libro, y contemplando las visiones, tal que fuesen reales, de los espantos en él descritos. Linda vuelve al hotel, ida, encontrándose a John, que la deja descansando en la habitación. El hombre desciende al sótano, observando antes, en el recibidor, que las dos personas del cuadro se han transformado en sendas bestias semejantes a árboles mortecinos, cuyas ramas son tentáculos (Lovecraft de nuevo), con la iglesia del pueblo, vigilante, en segundo plano.

 

  Nada más bajar las escaleras observa como la señora Pickman, transformada en un ser similar al extraterrestre de La cosa, despedaza a hachazos a su esposo (un ejemplo más de la brillantez a la hora de crear FX tradicionales por parte de la KNB FX Group). Trent, horrorizado, sube de nuevo y contempla a Linda tras una puerta de cristal, transformándose en otro engendro y emitiendo desagradables sonidos (esos pequeños apéndices que asoman vuelven a recordar a la película de Carpenter mencionada hace apenas unas líneas). Cuando la joven aparece en el umbral, ya ha recuperado su aspecto, pese a lo cual John huye en su coche, observando a través de la ventanilla otra aberración dentro de la casa. En la calle principal se topa un coro formado por los niños que, junto a los adultos armados con hachas y antorchas, rodean a Styles. El hombre entra en una taberna cercana, encontrándose al padre que buscaba a su hijo en la iglesia, el cual se suicida ante sus ojos no sin antes advertirle que el fin de todo se acerca. Entonces vuelve a la calle, viéndose rodeado por la jauría humana. Su reacción consiste en golpear a Styles para introducirla en el coche y largarse. En la carretera que sale del pueblo se encuentran otra vez al anciano ciclista en una cabina telefónica, quien a continuación se monta en la bicicleta, desapareciendo de nuevo mientras observa a John, que se halla fuera del automóvil.

 

  Los horrores no parecen tener fin, pues un extraño sonido alerta al hombre, que observa a Linda saliendo del coche caminando hacia él boca arriba y apoyándose en brazos y piernas, como si fuese una araña. Trent huye, pero de repente aparece de nuevo en la calle principal de Hobb´s End, frente a la furiosa turba. Obligado a dar marcha atrás, sale del pueblo, y ya de nuevo en la carretera se encuentra la bicicleta, en la que se desplazan el anciano y Linda. Súbitamente vuelve a aparecer en la travesía principal, aunque esta vez acelera, lanzándose hacia la multitud y viendo, en el último momento, que su acompañante se encuentra entre la gente. El coche colisiona para evitar el atropello, y John aparece junto a Cane en la misma sala que viéramos minutos antes. Éste le entrega al detective el manuscrito para que sea publicado y le dice que no existía antes de que existiese el libro (“Pienso, luego existes”, le espeta). La inmensa puerta de madera se rompe liberando a los monstruos, que persiguen a John. Éste tropieza y cae, apareciendo en la carretera que lleva al pueblo, pero a plena luz del sol. El sonido familiar de la bicicleta vuelve a hacer acto de presencia, pero esta vez se trata de un simple muchacho (nos hallamos ante un joven Hayden Christensen, años antes de ser internacionalmente conocido por su papel de Anakin Skywalker -futuro Darth Vader- en Star wars Episodio II: El ataque de los clones, George Lucas, 2002; y Star wars Episodio III: La venganza de los Sith, 2005) de paseo. Siguiendo las indicaciones de éste, Trent llegará a un motel en el que el encargado le entrega un paquete, que resulta ser el borrador del libro y que es quemado. Ya en la editorial, su dueño, Jackson Harglow (Heston), le dice a John, ante la insistencia de éste, que nunca envió a nadie junto a él a Hobb´s End y que ya le había entregado el borrador un año antes, saliendo el libro a la venta hace unas semanas y convirtiéndose en un auténtico best-seller del que estaba a punto de estrenarse la adaptación cinematográfica.

 

   El final deja poco lugar a la esperanza, mostrándonos a un John Trent recluido en un psiquiátrico diciéndole a un doctor (el inmenso David Warner) que en diez años la raza humana se habrá extinguido. Horas después el protagonista se encuentra la puerta de su celda abierta, y observa(mos) que el manicomio se encuentra desierto y patas arriba. Una radio anuncia que los asesinatos masivos se han extendido a lo largo y ancho del planeta, produciéndose mutaciones en la gente, que ataca a sus semejantes. El enorme y magistral juego metacinematográfico (¿Es John real o tan solo un personaje más de la mitología creada por Cane y producto de la imaginación de éste? ¿Y Linda? ¿Todo lo acontecido en Hobb´s End es cierto o solo ha sucedido en las páginas impresas?) que constituye todo el metraje se cierra con la llegada de Trent al cine, tras su paseo por una ciudad completamente devastada, en el que se exhibe el filme basado en el libro. Allí observamos en un cartel publicitario que la película In the mouth of madness (el título original de la película aquí analizada), está producida por New Line Cinema y Sandy King, dirigida por John Carpenter, protagonizada por John Trent, Linda Styles y Jackson Harglow, escrita por Michael De Luca y fotografiada por Gary B. Kibbe (una eminencia en su especialidad, habiendo trabajado con Carpenter en El príncipe de las tinieblas, 1987; Están vivos, 1988; Body bags: Bolsa de cadáveres, 1993; El pueblo de los malditos, 1995; 2013: Rescate en Los Ángeles, 1996; Vampiros, 1998; o Fantasmas de Marte, 2001). Los nombres auténticos y ficticios se entremezclan. Realidad y fantasía se (con)funden en un solo atributo, resultando finalmente imposible discernir entre ambos. Nosotros somos el John Trent que, completamente perturbado y como un espectador más, observa en la sala cinematográfica todo lo que hemos visto anteriormente, mientras el mundo se derrumba a su (nuestro) alrededor.

 

   Carpenter se aproximó al universo de Lovecraft por tercera vez en su carrera adaptando el fantástico guión de Michael De Luca y realizando la que es una de las mejores películas de su filmografía, que cierra lo que él mismo ha denominado como Trilogía del Apocalipsis, iniciada con la ya mencionada La cosa, y continuada con El príncipe de las tinieblas, los dos filmes que significaron las anteriores aproximaciones al mundo del escritor de Providence, aunque En la boca del miedo quizá sea la más evidente, conteniendo multitud de referencias directas a su obra (por ejemplo, los títulos de los seis libros que ha escrito Cane guardan relación con los nombres de varios de las narraciones de Lovecraft, mientras que en las portadas de los mismos observamos diversas criaturas que parecen sacadas de la galería de monstruosidades imaginadas por aquel; el hotel en el que se hospedan Trent y Linda recibe el nombre de Pickman, el apellido de su propietaria, y constituye una clara referencia al relato corto “El modelo Pickman”; la frase que Linda lee de uno de los libros de Cane -“los abismos sin límite de lo desconocido”- está extraída del relato “Las ratas en las paredes”; otro tanto de lo mismo sucede con otra cita, esta vez de Trent, en la que describe la iglesia negra del pueblo como “el asiento de un mal más anciano que la humanidad y más vasto que el universo conocido”, sacada en esta ocasión de “El morador de las tinieblas”). Por otro lado, el nombre de Hobb´s End no tiene nada que ver con Lovecraft, pero sí con el filme ¿Qué sucedió entonces?, Roy Ward Baker, 1967, pues es el nombre de la estación de metro en la que encuentran la nave extraterrestre.

 

   En el capítulo de curiosidades, la película que Trent ve en el motel es Robot monster, Phil Tucker, 1953, una de las favoritas de la infancia de Carpenter; el médico jefe del manicomio (Glover, uno de esos secundarios que hemos visto multitud de veces en pantalla, pero no sabemos dónde) se apellida Saperstein, en alusión al Dr. Sapirstein de La semilla del diablo, Roman Polansky, 1966; la canción que les ponen a los internados en el sanatorio es “We´ve only just begun”, de The Carpenters, lo que puede suponer un guiño al apellido del director; casi al principio del filme Carpenter cuenta con un cameo como uno de los chiflados encerrado en una celda, exactamente el que grita “¡Yo tampoco!” cuando John exclama “¡Yo no estoy loco!”; Kevin Zegers, visto en Amanecer de los muertos, Zack Snyder, 2004, es uno de los niños que vemos corriendo por el pueblo de Cane en distintas escenas. Finalmente, destacar que consiguió el premio de la crítica en la edición de 1995 de Fantasporto.

 

(8/5)

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