DÍA DE LOS MUERTOS, EL (George A. Romero) / 1985: Lori Cardille, Terri Alexander, Joseph Pilato, Jarlath Conroy, Anthony Dileo Jr., Richard Liberty, Sherman Howard, Gary Howard Klar, Ralph Marrero, John Amplas, Phillip G. Kellams, Taso N. Stavrakis, Gregory Nicotero.

 

   Mientras los muertos vivientes campan a sus anchas sobre la superficie de una Tierra completamente sometida a su dominio, un grupo de supervivientes formado por militares, científicos y civiles que permanecen refugiados en la supuesta seguridad que ofrece un bunker en apariencia inexpugnable, intentan encontrar restos de la antigua civilización a la que pertenecen mientras buscan la manera de amansar a las masas de zombis, de forma tal que se pueda eliminar o al menos controlar su agresividad. Las tensiones que se producen entre los tres bandos, debido principalmente a los enfrentamientos entre el tiránico y despótico Mayor Rhodes (un Pilato que alcanzaría aquí la cima de su exigua carrera actoral), cansado de poner en peligro a sus hombres con el fin de conseguir especímenes que sirvan para proseguir las investigaciones, y el Doctor Logan (Liberty, actor con escaso bagaje cinematográfico que tendría un papel relevante en otra obra de Romero: Los crazies, 1973), empeñado en la ya mencionada tarea, evidentemente vana y absurda, de reeducar a los zombis, provocarán que la ilusoria seguridad del refugio subterráneo se disipe como la niebla de verano, poniendo en peligro la vida de todos los seres humanos encerrados en el recinto.

 

   La en principio trilogía sobre los muertos vivientes, que más de dos décadas después se convertiría en hexalogía con la notable La tierra de los muertos vivientes, 2005; la irregular El diario de los muertos, 2007; y la mediocre La resistencia de los muertos, 2009, se vio culminada con esta entrega que en el momento de su estreno, allá por los ochenta, recibió severas críticas por sus excesos gore, utilizados, según los avezados cronistas de la época, para tapar sus carencias argumentales. Solo mencionar, con respecto a esto que muchos de esos sesudos analistas también le negaron el pan y la sal a otros filmes fantásticos (fantásticos por pertenecer a dicho género y por ser geniales) como Blade runner, Ridley Scott, 1982, o La cosa, John Carpenter, 1982, ésta última por los mismos motivos esgrimidos para vilipendiar el filme de Romero.

 

   En realidad nos encontramos ante un notable ejercicio de splatterpunk (según la definición de Jesús Palacios en Goremanía: “Corriente de escritores, críticos y realizadores surgidos a mediados de los 80 que pretenden aportar una peculiar sensibilidad punk, crítica, existencialista y comprometida al ejercicio del gore…”. El término, añado yo, fue acuñado en 1986 por el escritor David J. Schow), uno de los primeros realizados si nos referimos al medio cinematográfico. Y está claro que el mensaje que el director neoyorquino pretende transmitir es diáfano en esta entrega (de hecho, en La noche de los muertos vivientes, 1968, la crítica social permanecía soterrada, apenas perceptible bajo un filme de terror puro y duro, mientras que en Zombi, 1978, esa crítica era bastante más clara, creando una identificación entre los muertos vivientes y los seres humanos, caminantes ambos con objetivos distintos, sí, pero con la misma mirada perdida y ausente y parecido deambular sin rumbo fijo, en centros comerciales y demás lugares de consumo masivo): No es necesaria ninguna amenaza externa que destruya al ser humano, aunque sea tan numerosa y letal como la de los zombis de la película. La necedad, el egoísmo, la estupidez y la ceguera de las personas son armas mucho más poderosas y peligrosas que cualquier pandemia capaz de convertir a todo individuo en parte de una turba tan numerosa y letal como la de los muertos vivientes que dominan la faz de la tierra. Por lo tanto, esos comentarios negativos mencionados en el párrafo anterior muestran un desconocimiento absoluto del género y dejan en evidencia a sus autores, incapaces de ver más allá de la (brutal e impactante) casquería que salpica gran parte del relato.

 

   El filme se abre con una inolvidable escena que conforma uno de los sustos más recordados de la historia del género. En la misma, Sarah (Cardille, que adopta un tono de heroína dura, independiente y valerosa que la emparenta directamente con la Ripley de Aliens: El regreso, James Cameron, 1986, y la aleja en cantidad directamente proporcional de los estereotipos predominantes en la década de los ochenta para casi toda fémina que asomase su hocico a cualquier producción de género), nuestra protagonista y antropóloga de profesión para más señas, sentada en el suelo de una sala blanca ausente de todo ornamento. La mujer se levanta y se acerca a un calendario colgado en la pared en el que se encuentran tachados los días transcurridos del mes en curso. Justo en ese momento decenas de manos pertenecientes a otros tantos zombis atraviesan la pared con la intención de cogerla. En ese instante Sarah despierta de lo que era un sueño en un helicóptero junto a parte de sus compañeros. El aterrizaje tiene lugar en las afueras de una inmensa ciudad, y la mujer y Miguel (Dileo), su pareja, se encaminan hacia el interior de la urbe mientras McDermott (Conroy) y John (Alexander), los dos civiles del grupo, intentan el contacto por radio. Los primeros llegan a una gran avenida desierta, y el hombre, con un megáfono, intenta llamar la atención de algún ser humano que permanezca con vida en los edificios que les rodean (aquí oiremos la célebre frase, obviamente en la versión original, que se repite varias veces por boca de Miguel y que reza “Hello… hello… is anyone there?” -En español “Hola… hola… ¿Hay alguien ahí?”-. La misma, extraída tal y como suena en el filme, sería utilizada por el grupo Gorillaz durante parte de su tema “M1 A1”).

 

   Un encadenado de planos muestra a un caimán descendiendo por las escaleras de un edificio municipal, al que sigue otro de un esqueleto apoyado en una pared y corroído por el paso del tiempo, aún con restos de carne putrefacta entre sus huesos. Un montón de billetes, ahora simples estampas carentes de valor, son arrastrados por el viento (en un plano que dice más que mil palabras y que habla bien a las claras del concepto que Romero tiene sobre nuestra sociedad actual, cimentada sobre el vil metal y capaz de derrumbarse como un castillo de naipes ante cualquier contingencia seria), mientras que esa misma corriente lanza por los aires un periódico que al tocar suelo de nuevo ofrece un titular tan impactante como desalentador: “The dead walk”. Es como si esas palabras, “Los muertos andan”, desencadenasen una panorámica del apocalipsis que se abre con ese primer zombi que camina con paso errante por la calle con la boca y parte de la mandíbula arrancadas mientras el título de la película se superpone sobre su siniestra figura. Nos hallamos tan solo ante el pistoletazo de salida que acabará ofreciendo un cuadro dantesco, digno de la pesadilla más delirante que podamos imaginar: los cadáveres, en distintos grados de putrefacción debido al paso del tiempo (por cortesía del siempre fantástico Tom Savini, que cuenta entre su equipo con maquilladores de la talla de Howard Berger o Greg Nicotero -que además interpreta al soldado Johnson-, quienes posteriormente formarían junto a Robert Kurtzman la reconocida KNB FX Group), comienzan a levantarse del suelo y a salir de vehículos, edificios y tiendas (la evolución del make up con respecto a Zombi es simplemente extraordinaria, mostrando multitud de cuerpos en diferentes etapas de descomposición), formando en cuestión de segundos una marabunta de revividos que se cierne sobre los dos humanos, obligados a huir hacia la seguridad que proporciona el helicóptero. La sensación que produce el ejército de muertos vivientes es terrorífica y estremecedora, ampliada por ese plano aéreo que los muestra con paso lento y renqueante pero firme, como una inmensa manada de animales carentes de raciocinio en pos de una presa más rápida e inteligente, pero que se ve superada en número de manera aplastante. Es esa ansia de alimentarse, de no rendirse ante ningún obstáculo pese a su torpeza y lentitud, lo que les hace tan peligrosos y amenazantes. Y la abundancia de efectivos y ese susurro que producen de manera individual y que se eleva de forma colectiva en un coro salido del infierno (John lo oye desde su aeronave, pese al ruido de las hélices, y exclama: “Se escucha el murmullo de la muerte”) les hace aún más aterradores si cabe. La llegada del aparato a la base, donde comprobamos que otro numeroso grupo de zombis se agolpan contra una reja metálica intentando entrar al complejo, refuerza esa sensación de que nos hallamos ante una corriente imperturbable y paciente, que espera su oportunidad de hallar el camino que le lleve a su presa. Nos encontramos así ante unos primeros diez minutos memorables, que elevan la película muy por encima de las injustas consideraciones de la época en la que fue rodada.

 

   Pronto seremos testigos de la tensión que se palpa en el interior del bunker debida al tiempo que sus habitantes llevan encerrados en el mismo, a las pésimas noticias que llegan del exterior con respecto a la existencia de más seres humanos, y a los intereses encontrados de los tres grupos existentes: Steel (Howard Klar) y Rickles (Marrero) reclutan a Miguel y Sarah para cazar un par de zombis que sirvan para los experimentos del doctor Logan. Las advertencias de la mujer acerca del estado de estrés, ansiedad y extremo cansancio de su pareja son ignoradas por los dos soldados, que prosiguen con su actitud desafiante. Una vez capturados, Miguel comete un error que libera a uno de los cadáveres, el cual está a punto de morder a Rickles, salvado en última instancia por Sarah. Steel coge al hombre y amenaza con lanzarlo a la jaula en la que se halla el otro zombi, pero la rápida intervención de la mujer, que apunta con su revólver al gigantesco oficial, evita una nueva tragedia.

 

   Esa tensión que parece va a estallar en cualquier momento sube de nuevo unos cuantos grados en la reunión que se celebra entre todos los supervivientes, y que acontece después de que seamos observadores de algunos de los terribles experimentos a los que el doctor Logan somete a sus especímenes (la escena del zombi tendido en una camilla y con el vientre abierto que se ladea para que sus entrañas caigan al suelo, esparciéndose por los alrededores, o la del otro al que se le ha arrancado la cabeza, quedando tan solo una pequeña parte de su cerebro unida al cuerpo). En ella observamos hasta donde es capaz de llegar Rhodes en sus ansias por manejar a sus compañeros de encierro, convirtiéndose en un ser dictatorial, más aún cuando cuenta con la connivencia y la complicidad de sus subordinados, una tropa de descerebrados que ríen sus ocurrencias, por delirantes que éstas sean. Además Sarah tensa la cuerda en exceso al desafiar al Mayor, lo que provoca que éste amenace primero con fusilarla y luego mande a Steel que lo haga. Éste bromea con la orden que acaba de recibir, pero cuando su superior le apunta a la cabeza, comprende que no se trata de ningún chiste.

 

   Tras superar la crisis anterior tiene lugar el mayor descenso de ritmo de la película, que coincide con la visita de Sarah al Ritz, la caravana que John y McDermott tienen como residencia en uno de los túneles, alejada de las dependencias de militares y científicos y habilitada con las comodidades que permite su situación. Conoceremos la opinión de los civiles sobre lo que sucede en el bunker y sus planes a corto plazo, consistentes en encontrar una forma de huir a algún lugar aislado. En este tramo se comprueba que Romero no es el mejor cuando se pierde en divagaciones y en conversaciones alargadas, en ocasiones, en exceso. De todas formas, el filme no tarda en coger nuevos bríos. Otra visita al laboratorio del doctor Logan nos sirve para conocer a uno de los personajes más importantes de la película y de toda la saga: el zombi Bub (Sherman), el primer muerto viviente de las tres películas vistas hasta ahora que es capaz de comprender y obedecer órdenes sencillas (le veremos afeitarse, abrir y ojear un ejemplar de “El misterio de Salem´s Lot” de Stephen King, intentar hablar por teléfono e incluso cuadrarse ante Rhodes), mostrándose dócil con el científico, al que no ataca incluso cuando éste se pone a su alcance. Mientras, en una de las cacerías que tienen lugares en los túneles, un nuevo error de Miguel provoca que tanto él como uno de los militares sean mordidos (más gargantas arrancadas y brazos descarnados por cortesía del equipo de FX). Steel elimina al agresor y dispara a su compañero, que le pide que acabe con él antes de que se produzca la temida transformación. Ese momento de confusión es aprovechado por Sarah para llevarse a su pareja al Ritz, donde con ayuda de los dos civiles le amputa el brazo infectado. La inmediata llegada de Rhodes y sus hombres, exigiendo que les entreguen al malherido, provoca un nuevo enfrentamiento que culmina con la ruptura definitiva de ambos grupos.

 

   El estado de salud de Miguel empeora, lo que hace que Sarah y McDermott tengan que hacer una incursión en el laboratorio de Logan en busca de medicinas, pero el hallazgo que allí realizan resulta estremecedor: bajo una sábana encuentran la cabeza del soldado fallecido poco antes con una serie de electrodos conectados a su cerebro. A continuación observan a través de un cristal como el doctor le entrega un premio a Bub por su buen comportamiento. La recompensa consiste en un caldero que contiene las vísceras del desdichado militar, que son devoradas con fruición por el zombi en una escena realmente siniestra. La pareja, horrorizada, emprende la huída, pero son retenidos por Rhodes y sus hombres, quienes irrumpen a continuación en la sala donde se encuentra Logan, que es acribillado por el Mayor. Luego arrastran a Sarah y McDermott hasta el Ritz, donde coaccionan a John para que pilote el helicóptero. Ante la negativa de éste, encierran a sus compañeros en las cavernas, viéndose éstos obligados a huir entre los zombis que se acercan con intención de devorarlos y eliminando a varios más que se topan en su camino. En el momento en que Steel está a punto de golpear a John, se escucha el sonido de la rampa hidráulica que cierra el acceso al refugio. Rhodes envía a sus hombres a comprobar lo que sucede, instante que el piloto aprovecha para dejar fuera de combate al Mayor y al soldado Torrez (Stavrakis), quitándoles sus armas y huyendo tras sus dos amigos mientras acaba con la vida de cuantos cadáveres le salen al paso.

 

   En la zona de acceso, Rickles y Steel encuentran la plataforma subida y el cuadro de mandos roto, momento en el que llegan Rhodes y su subordinado. Es aquí donde comienza la auténtica orgía splatter, ofreciendo unos últimos quince minutos salvajes y no aptos para cualquier estómago: Un plano del exterior muestra a Miguel abriendo la verja que contiene a los zombis, dirigiéndose luego a la rampa, que activa en el instante en que todos los revividos se encuentran sobre ella, siendo devorado mientras el artefacto cargado de muerte desciende a las dependencias subterráneas. Los cuatro militares observan como la seguridad de su refugio, en un principio infranqueable, ha desaparecido en cuestión de segundos, y emprenden una huida que a la postre resultará estéril, pues deciden separarse y no colaborar. Torrez será el primero en caer en las manos de los antropófagos (su cabeza es desprendida de cuajo por unos dedos que previamente atraviesan las cuencas oculares), seguido por Rickles (a quien le separan la piel del rostro, le revientan los ojos y le arrancan dos dedos de un mordisco). Steel decide volarse la cabeza antes de ser devorado, y Rhodes se ve atrapado por un Bub armado con una pistola, que poco antes ha encontrado el cuerpo sin vida de Logan. Curiosamente, el primer impulso humano del zombi es disparar su arma sobre el militar (el pésimo concepto que Romero tiene sobre el hombre vuelve a quedar patente), que queda malherido ante una puerta que se abre dejando vía libre a un montón de caminantes hambrientos que se abalanzan sobre él, siendo seccionado por la cintura mientras sus órganos se desparraman por el suelo (dos apuntes: Primero, la frase que Rhodes exclama -“¡Así reventéis! ¡Así reventéis!”- mientras es devorado se reproduce a modo de homenaje por un personaje igual de odioso en la muy recomendable Dead set: Muerte en directo, miniserie dirigida por Yann Demangue en 2008; y segundo, una avería en la cámara frigorífica que guardaba las tripas utilizadas en la escena -de vaca para más señas- provocó que éstas se pusiesen en mal estado. En varios documentales, como el de la edición en DVD, se puede observar la reacción de asco de los actores que dan vida a los revividos una vez se grita el consabido “¡Corten!” ante el insoportable hedor). Las consiguientes escenas de los muertos vivientes devorando los restos humanos a lo largo y ancho de la base resultan del todo repugnantes y solo aptas para goremaníacos sin prejuicios.

 

   Una puerta a la esperanza se abre con la frase que pronuncia McDermott mientras ascienden por las escaleras que llevan a la superficie (“Vamos, Johnny, tienes que llevarnos a la tierra prometida”). El trío de supervivientes llega al helicóptero, rodeado de zombis, y Sarah abre la puerta, siendo apresada por un cadáver oculto en el interior. La mujer despierta de una pesadilla, de similar manera a como sucedía al principio, pero ofreciendo ahora una perspectiva optimista. Antes la protagonista salía de un mal sueño para despertar en otro igual de fatídico, ahora se evade de un espanto onírico para encontrarse con una realidad mucho más reconfortante: la que otorga esa playa paradisiaca en una isla desierta y en compañía de sus dos amigos, con la posibilidad de comenzar una nueva vida alejados del horror que reina sobre la faz de la tierra.

 

(9/8)

CARÁTULAS Y POSTERS

TRAILER USA 1

TRAILER USA 2

TRAILER USA 3

TRAILER JAPÓN 1

TRAILER JAPÓN 2

COMENTARIOS

Escribir comentario

Comentarios: 0

PELÍCULAS EN LA WEB

Ciencia Ficción:        33

Terror:                  394

Fantasía:                 10

TOTAL:                     437

CARÁTULAS Y

POSTERS:            19880

PODCASTS:

 

Los jinetes del apodcastlipsis.

 

Enlaces a todos los programas del podcast en el que hablamos de cine, literatura, series, videojuegos o música, siempre relacionados con el cine de terror.