DESTINO FINAL (James Wong) / 2000: Devon Sawa, Ali Larter, Kerr Smith, Kristen Cloke, Daniel Roebuck, Roger Guenveur Smith, Chad Donella, Sean William Scott, Tony Todd, Amanda Detmer, Brendan Fehr, Forbes Angus, Lisa Marie Caruk, Christine Chatelain, Barbara Tyson, Robert Wisden.
Alex Browning (Sawa, visto también en la simpática El diablo metió la mano, Rodman Flender, 1999) es un joven que está a punto de tomar un vuelo junto a sus compañeros de instituto con destino París, en el viaje que cierra el curso escolar. En el momento de despegar tiene un sueño premonitorio en el que visualiza un terrible accidente que culmina con la explosión del avión y la muerte de todo el pasaje. Al despertar, histérico, intenta advertir al resto de viajeros, pero lo único que conseguirá es ser expulsado junto a su profesora y varios de sus compañeros, acabando en la terminal del aeropuerto. La aeronave parte ya sin Alex y el resto, y a los pocos segundos se produce una deflagración que desintegra el aparato en pleno vuelo. La muerte ve truncado su plan de acabar con todo el pasaje, por lo que ha de trazar uno nuevo que le permita finiquitar a los supervivientes que deberían de haber fallecido.
La saga de la parca vengadora se inició con este capítulo filmado por James Wong (que posteriormente se encargaría de la notable tercera entrega, y que hasta ese momento era conocido por su labor como guionista de la sensacional Expediente X, así como de la incomprendida Millenium, creadas ambas por Chris Carter. Wong, igualmente autor de algunos libretos de American horror story, también se encargó del argumento del filme que nos ocupa junto a otro veterano de las dos primeras series citadas, Glen Morgan), siguiendo la estela de la moda slasher surgida a rebufo de Scream, Wes Craven, 1996 (en ese mismo año 2000 se estrenó la tercera entrega de la ahora tetralogía -Scream 3, igualmente dirigida por Craven-, y otra secuela con asesino enmascarado como fue Leyenda urbana 2, obra del reputado compositor John Ottman, en su única labor tras las cámaras). La novedad, bienvenida a todas luces, consistía en dotar al asesino de turno de una personalidad intangible y sobrenatural, alejada de los estilemas habituales. ¿Y qué mejor que darle el protagonismo a la mismísima muerte para lograr ese fin? La introducción en la ecuación de un argumento innovador (el grupo de supervivientes que evita su muerte debido a la intervención de un visionario, y su posterior eliminación sistemática), de unos personajes más desarrollados de lo habitual (al menos en las entregas impares de la saga), y de unas set pieces memorables, plenas de tensión y capaces de poner nervioso al más pintado, que culminaban, en la mayoría de los casos, con la espectacular muerte de alguno de los protagonistas, aportó originalidad, dignidad y aire fresco a un subgénero que, pese a la cercanía del éxito de Scream, ya empezaba a mostrar visibles signos de agotamiento en forma de secuelas reiterativas carentes de personalidad. Bien es cierto que la saga ha ido perdiendo ese soplo de aire fresco con el paso de las sucesivas entregas, pero no lo es menos que los vericuetos que sigue la parca para eliminar a sus víctimas son cada vez más enrevesados y menos predecibles, capaces de rizar el rizo en busca del más difícil todavía (se me ocurre, por poner sendos ejemplos, la muerte de la gimnasta en el filme que cierra la serie, y el giro final que tiene lugar en la conclusión de ese mismo capítulo, cerrando el círculo abierto con el accidente de aviación de Destino final, y dejando atados todos los cabos sueltos). Si a ello le sumamos la espectacularidad de las 3D (lo mejor de la cuarta entrega, la más floja de la serie, y simplemente espectacular en la quinta -esos geniales títulos de crédito, así como el demoledor accidente inicial-, una de las más afortunadas) de las dos últimas secuelas, obtenemos una serie de filmes que dan lo que ofrecen sin engañar a su público: Diversión pura y dura.
Inaugurando una regla no escrita que luego se convertirá en tónica habitual de los tres primeros episodios, los títulos de crédito comienzan dando ciertas pistas sobre lo que nos encontraremos a lo largo del metraje en forma de señales más o menos evidentes, que suelen relacionarse con el accidente inicial o con alguna de las muertes: El cuarto de Alex es iluminado por los relámpagos ocasionales de una noche tormentosa. La sombra de un muñeco colgado del techo es proyectada en una pared por uno de esos rayos. La figura revelada parece corresponder a un hombre ahorcado; tras una guía de París nos encontramos un ejemplar de “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller; sendos volúmenes muestran entre sus páginas, movidas por el aire de un ventilador, dibujos de una guillotina y de un hombre con un cuchillo clavado en su pecho; en una hoja de otro texto leemos la palabra “evil” (“el mal”); y en otro libro distinto podemos ver una fotografía de la tumba de Jim Morrison, con una inscripción en la misma que reza: “This is the end” (“Éste es el fin”); el despertador de la mesita marca la 01:00 de la madrugada, pero un fallo transforma el segundo de los ceros en un ocho, quedando el número 180 (el número del vuelo que tomará Alex y el título de la película -Flight 180, en español Vuelo 180- antes del definitivo que todos conocemos)… de todas formas, éstos no son los únicos indicios que recibiremos a lo largo del filme, ya que antes de que se produzca la catástrofe aérea vislumbraremos unos cuantos más, como ese hare krishna que detiene a Alex en la terminal y le entrega un papel mientras le sermonea con la frase: “La muerte no es el fin”; el momento en el que a Clear (Larter, vista en House on haunted hill, William Malone, 1999, en el papel de Claire Redfield en Resident evil: Extinction, Russell Mulcahy, 2007, y Resident evil: Ultratumba, Paul W. S. Anderson, 2010, o en la serie Héroes) se le cae una guía turística al suelo que al ser recogida y reembolsada por un hombre que pasa a su lado, se abre por una página en la que vemos una fotografía del accidente de tráfico en el que perecieron Lady Di y Dodi Al Fayed; la visita al excusado de Alex y su amigo Tod (Donella, integrante del plantel de Saw VII 3D, Kevin Greutert, 2010), donde suena por primera vez (luego lo hará de forma recurrente) el tema “Rocky mountain high” de John Denver, cantante estadounidense de música country fallecido en accidente de aviación en 1997. La canción se interrumpe para que el vuelo 180 sea anunciado por megafonía, retomándose de nuevo al acabar el aviso; o el paso al avión por el túnel que lo conecta con la terminal, donde Alex observa, en primer lugar, los daños en el fuselaje, y luego comprueba que la furgoneta portaequipajes tiene el número 666 en el techo.
A continuación y en cuestión de minutos seremos testigos de varias pistas que anticipan la manera en que se producirán las muertes de algunos personajes. Así, Tod, ya en el interior de la aeronave, hace aspavientos al protagonista cuando éste les cede el asiento a sus atractivas compañeras de clase. Uno de sus gestos simula claramente que se ahorca a sí mismo; poco después, los personajes principales son devueltos a la terminal tras ser expulsados del vuelo, produciéndose un fugaz momento en el que Terry (Detmer) pasa ante una fotografía de un autobús; finalmente, Billy (William Scott) ve partir el avión a través de una enorme cristalera. El reflejo del aparato en ésta atraviesa la cabeza por el mismo lugar que lo hará la chapa del vehículo de Carter (Smith, con intervenciones en Los malditos: Vampiros del desierto, J. S. Cardone, 2001, y en San Valentín sangriento, Patrick Lussier, 2009) que acaba con su vida.
El accidente que da inicio a la saga (Spoiler: inicio en cuanto al orden de los filmes en el tiempo, pero no con respecto a la acción que en ellos se desarrolla, tal y como se descubrirá en la quinta entrega) es quizá el menos espectacular de los cinco capítulos, junto al de la tercera parte. Varias sacudidas indican que algo no va bien, situación que se confirma en el momento en que el avión comienza a vibrar y a sufrir apagones, mientras que la gente grita presa del horror. La ruptura de una sección del fuselaje provoca que parte del pasaje salga despedido al exterior, mientras que la profesora Lewton (Cloke), sujeta a su asiento, intenta agarrar a una chica que le pide ayuda, en vano. Las escenas de pánico se suceden hasta que un plano desde el asiento de Alex muestra una explosión que se origina en la parte delantera. El fuego arrasa todo el avión hasta llegar a nuestro protagonista, pasando a un primer plano de su rostro siendo abrasado por la deflagración. A continuación, vuelta a la realidad y comienzo del ataque de pánico del chico, que es expulsado junto a sus compañeros y la señorita Lewton. Si bien la visualización del accidente desde el interior del avión no resulta especialmente llamativa, la que tiene lugar desde el exterior es la mejor de toda la saga, pues Wong consigue mostrar las reacciones de todos los supervivientes, haciéndolas creíbles y dramáticas: Nada más llegar a la terminal, Carter, su novia Terry y Billy observan a través de un enorme ventanal el despegue. Alex, sudoroso y aún en estado de shock, le cuenta a la profesora su visión de la tragedia mientras Tod escucha atentamente. En cuestión de segundos se produce una pelea entre el chico y Carter, que le reprocha el hecho de que se queden en tierra. Un plano general muestra a los contendientes tirados en el suelo siendo sujetados por dos guardias de seguridad, mientras Terry reprende a su novio. En segundo término, la inmensa cristalera con Billy observando la aeronave, ya en pleno vuelo. Una mujer pasa ante el ventanal, y en ese momento se produce la explosión. La onda expansiva hace estallar los cristales, provocando la caída de la figurante y el traspiés de Billy. Una serie de primeros planos nos ofrece las reacciones de los chicos y de la maestra, mostrando un catálogo de miradas mezcla de pánico y de confusión que casi de inmediato se fijan en un conmocionado Alex.
A continuación llegará la escena del interrogatorio a los supervivientes, mostrando todos su escepticismo ante lo sucedido y buscando respuestas en nuestro protagonista, superado por los acontecimientos. A partir de este momento Wong emplea algunos minutos en profundizar en los personajes y mostrarlos más humanos y cercanos. Así asistiremos al reencuentro de los chicos con sus padres y seremos testigos de la alegría de todos ellos (con la excepción de Clear, que observa la escena desde un rincón). En otra escena, Alex, tumbado en el sofá junto a su padre, que dormita, llora viendo el noticiario donde hablan de la tragedia. El subsiguiente funeral sirve para mostrar distintos diálogos entre los chicos, algunos más afortunados que otros (el del protagonista con Tod diciéndose que se echan de menos y el de aquel con Clear, en el que ésta le da su apoyo y le agradece el haberle salvado la vida mientras le entrega una flor estarían entre los primeros, mientras que el que tiene lugar con Billy es ridículo al intentar mostrar un humor que no viene a cuento en las circunstancias en que se desarrolla la escena). Un escenario similar (unas honras fúnebres en un cementerio) volvería a ser utilizado en la tercera entrega tras la primera muerte que se produce después del accidente en la montaña rusa, con igual fortuna.
Aunque el planteamiento de que la muerte elimina a sus víctimas en el mismo orden en que deberían haber muerto en el avión es una mera excusa argumental, tan frágil como escasamente convincente, que solo sirve como débil nexo de unión para las distintas set pieces que culminan con la muerte de cada uno de los supervivientes, la elaboración de éstas es tan minuciosa, enrevesada y maliciosa que simplemente por el hecho de ver como se arregla la parca para eliminar a la siguiente víctima merece la pena pasarla por alto e ignorar las, por otro lado, considerables incoherencias. Así, la muerte de Tod es un prodigio de planificación, de montaje y de tensión, convirtiendo la larguísima agonía del muchacho en congoja para el espectador. El joven se encuentra en el servicio afeitándose, mientras que una ráfaga de aire penetra por la ventana desplazándose por el cuarto. En un principio nada reseñable si no fuera por el hecho de que Tod baja la cristalera antes de que la corriente pase moviendo una cortina y varias toallas, cerrando la puerta del baño sin que el chico lo advierta. Ese flujo de aire se convertirá en asiduo a lo largo de la saga, materializando de alguna manera la presencia de la muerte en el lugar del crimen, aunque es en esta entrega donde esa presencia invisible se hace más evidente. A continuación una tubería del retrete comienza a gotear, formándose un pequeño charco que avanza hacia los pies descalzos de Tod. Mientras, el chico se corta con su cuchilla (la sangre como anticipo de la muerte) y observamos una sombra reflejada en el espejo, también advertida por él (algo que también ocurrirá en la muerte de la profesora, siendo un recurso desechado a partir de esta entrega, aún demasiado influida por la oleada slasher y la necesidad de tener un asesino tangible en nómina). Luego enchufa la radio y suena la ya reconocible “Rocky mountain high”, apagándola mientras vemos el agua rozando sus pies, que se mueven justo antes del contacto. Un inserto nos muestra a Alex en su habitación lanzándole una revista a una lechuza posada en la ventana, con intención de espantarla. Las hojas golpean el ventilador cercano y se cortan en mil pedazos (algo imposible viendo la escena, pues el aparato está cerrado con un protector metálico), cayendo uno de ellos sobre la rodilla del protagonista. Al cogerlo observa que trae escrito el nombre de Tod. Éste, mientras, descuelga la ropa de un tendal en la bañera, y al pisar el agua resbala y cae sobre la cuerda metálica, soltándose de uno de sus apoyos y enrollándose alrededor del cuello del muchacho, que en su caída al interior de la tina arrastra varios botes de champú. Al intentar liberarse del cordel, cada vez más tenso debido a los esfuerzos (atención al estremecedor plano en el que los vasos sanguíneos de los ojos estallan debido a la presión y a la falta de aire), pisa los recipientes, saliendo el gel al exterior y convirtiendo la superficie de la bañera en una pista deslizante que le impide ponerse en pie. Luego trata de agarrar, en vano, unas tijeras que reposan sobre una estantería, mientras que sus últimos estertores coinciden con un nuevo y baldío intento de soltar el tendal. Un travelling nos lleva desde el cuerpo ya inerte de Tod, tendido en la bañera, hasta el charco de agua, que retrocede hasta desaparecer en la tubería del retrete.
Antes del siguiente deceso tendrá lugar la primera aparición de Tony Todd en la morgue, a la cual acuden Alex y Clear en busca de respuestas. El personaje ha sido identificado como la propia muerte basándose en hechos como que carece de nombre, que parece saber demasiado sobre los protagonistas (sus nombres, sus dudas…) o sobre la forma de proceder de la parca, y que sus consejos para librarse del asedio de ésta resultan vanos (ningún personaje que se salve en el accidente inicial sobrevive al final del filme), además de despedirse siempre de forma lapidaria (en esta ocasión les dice “Hasta pronto” a sus visitantes). A continuación llegará la muerte de Terry. Alex y Claire toman algo en una terraza mientras que la chica pasa en coche junto a Carter. Cuando éste observa a sus compañeros hace derrapar el vehículo, estando a punto de atropellar a Billy, que circula en bici por allí. La casualidad hace que en la escena también aparezca la señorita Lewton, salida de una tienda cercana. La pareja se baja del automóvil y Carter discute con Alex, mientras que sus compañeros y la maestra son testigos de la pelea. Terry intenta mediar y reprende a su novio, introduciéndose paso a paso en la carretera mientras grita: “Si piensas seguir pegándole de hostias a Alex cada vez que lo ves, por mi puedes morirte”, y se gira con intención de cruzar la calle. De súbito, es arrollada por un autobús que pasa a toda velocidad ante la atónita mirada de los presentes, cuyos rostros quedan salpicados por la sangre de la muchacha.
La siguiente en la lista es la profesora Lewton, que se encuentra en su casa embalando los paquetes para iniciar la mudanza con la intención de dejar atrás el trágico accidente y lo sucedido después. Después de poner un disco (a estas alturas no cuesta demasiado adivinar el tema y su autor), coloca una tetera al fuego (en el brillo metálico se refleja una sombra oscura que asusta a la mujer) y lanza un rodillo sobre una encimera, quedando posado sobre un montón de cuchillos. Una corriente de aire apaga el fogón y Lewton lo vuelve a encender, vertiendo el agua hirviendo en una taza y arrojando por el fregadero el líquido tras comprobar que el recipiente pertenece al Instituto Mt. Abraham (el suyo). Después de desistir de su idea de preparar un té, extrae del frigorífico una botella de vodka y echa un par de cubitos de hielo a la misma taza, que se agrieta debido al cambio brusco de temperatura. Tras echar el alcohol sin advertir lo sucedido, sale de la cocina y se lleva el pocillo hasta su ordenador, situado en una habitación cercana. Las gotas caen al suelo a lo largo de todo el trayecto y luego sobre el respiradero del monitor (tras la profesora vemos una puerta con una vidriera sobre la que se dibuja una premonitoria daga), produciéndose un chisporroteo y un humo que provoca que la mujer se acerque a la pantalla, momento en el que ésta estalla, saliendo lanzado uno de los trozos de vidrio y clavándose en su cuello. Ésta lo arranca, comenzando la herida a sangrar profusamente. Mientras, el fuego que se inicia en el ordenador prende el reguero de alcohol que llega desde la cocina, y una vez allí, el calor hace estallar la botella de vodka, produciéndose una deflagración que propaga las llamas por toda la estancia y que provoca la caída al suelo de la profesora, que intenta coger el rodillo que asoma por el borde de la encimera. Al tirar de él, los cuchillos sobre los que reposa son arrastrados y caen al suelo, clavándose uno de ellos en el pecho de la víctima. Una nueva explosión, esta vez en el horno, causa la caída de una silla que golpea la daga, hundiéndose aún más si cabe en el cuerpo y finiquitando definitivamente a Lewton.
La siguiente víctima será Billy Hitchcock, que se encuentra en el vehículo de Carter junto a éste, Clear y Alex. El coche se para sobre unas vías de tren, saliendo todos al exterior salvo su dueño, decidido a demostrar que no le teme a la muerte pese a que es su turno. Cuando la locomotora se aproxima peligrosamente el chico exclama: “No es mi hora”, e intenta arrancar el automóvil, pero el contacto no responde. Los intentos por abrir la puerta y desabrochar el cinturón también resultan vanos, interviniendo Alex, que consigue sacar a su compañero en última instancia, salvándole de nuevo la vida. El coche es embestido brutalmente por el convoy mientras que los dos chicos permanecen en el suelo y Billy grita que Carter es el siguiente (error, pues Alex acaba de evitar su muerte, pasando, por lo tanto, al final de la lista). Un plano de la vía nos muestra una chapa bajo el ferrocarril, vibrando por efecto de la fricción. El metal sale lanzado de golpe y siega la cabeza de Hitchcock, que cae al suelo ya cadáver.
El clímax tiene lugar en la casa de Clear, que se convierte en una gigantesca trampa mortal debido a una tormenta eléctrica que cae sobre una antena, soltando unos cables de alta tensión. Simultáneamente un tendal sale volando y se clava en una enorme piscina de plástico, que se rompe liberando miles de litros de agua. Clear, en el exterior, intenta salvar a su perro, consiguiendo liberar la correa y salir del líquido elemento justo en el momento en que uno de los cables que chisporrotean por los alrededores entra en contacto con él. La chica consigue llegar al garaje y entrar en su coche, pero uno de los terminales eléctricos se posa sobre el capó y descarga la batería, tirando a la vez un bidón de gasolina. Los neumáticos salvan la vida de Clear al hacer tierra, pero la corriente le impide salir. En ese momento llega Alex, que intenta alejar el cable con una pala, fracasando en su intento. Entonces lo coge para que la joven salga, saliendo disparado a causa de la tensión, mientras que una chispa prende el combustible y el coche estalla instantes después de que la joven lo haya abandonado.
El final, demoledor, muestra a Alex, Clear y Carter en una terraza de París, celebrando su supuesta victoria sobre la parca. El último bromea sobre la posibilidad de que, si aún no ha acabado el juego, Alex sería el siguiente. Un músico callejero comienza a tocar (sí, Denver y su “Rocky mountain high” de nuevo) y Alex se gira sobresaltado, derramando su vino tinto sobre una hoja con su foto y su nombre. El chico se levanta y anuncia que prefiere irse a descansar a su habitación, pero cuando se aleja, se levanta una ligera corriente de aire y Clear ve un autobús reflejado en una cristalera que se dirige hacia él. Al gritar su nombre el protagonista lo esquiva, pero el vehículo derrapa y choca con una farola, que sale despedida golpeando un inmenso cartel publicitario (de una cafetería que se llama “LE CAFE MIRO 81”), que cae y se balancea por el único cable que lo sujeta. Carter se lanza sobre Alex, librándole de una muerte segura al evitar que el letrero lo golpee. Aquel se levanta y exclama: “Te dije que eras el siguiente”, mientras que su interlocutor, aún en el suelo, responde: “Pues me ha saltado”. El primero inquiere: “¿Quién es el siguiente?”. Su pregunta obtiene inmediata respuesta, pues el joven se encuentra en la trayectoria del rótulo, que regresa de nuevo en su mortífero movimiento pendular (al estar girado, el número 81 de la inscripción pasa a ser un 18, que con la “O” de “MIRO” forma el consabido 180 del vuelo accidentado), produciéndose un fundido a negro justo antes del impacto, que tan solo oímos.
La película inaugura otra regla no escrita que sí que se cumplirá en todos y cada uno de los capítulos de la saga, consistente en dotar a los personajes de apellidos ilustres relacionados con el género de terror. En esta ocasión nos encontramos algunos como Browning, Lewton, Wiene, Schreck, Waggner, Hitchcock, Chaney, Murnau o Dreyer. Finalmente citar que el argumento del filme se pensó en un principio como base para un capítulo de Expediente X, y que existe un final alternativo, bastante más amable, en el que Alex muere abrasado con el cable de alta tensión, dando a luz Clear un hijo suyo que rompe la lista de la muerte, al tratarse de un bebé engendrado por alguien que debería de haber muerto con anterioridad. La escena final muestra a la chica con su bebé en brazos junto a Carter, que también sobrevive, ante las tumbas de sus compañeros.
(7,5/6)
CARÁTULAS Y POSTERS
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