CASA DE CERA, LA (Jaume Collet-Serra) / 2005: Elisa Cuthbert, Chad Michael Murray, Brian Van Holt, Paris Hilton, Jared Padalecki, Jon Abrahams, Robert Ri´chard, Dragicia Debert, Thomas Adamson, Murray Smith, Sam Harkness.

 

   Seis jóvenes se embarcan en un viaje con la idea de asistir a unas finales de baloncesto que se celebran en otra ciudad. Evidentemente (sino no habría película), su periplo se verá interrumpido cuando deciden acampar en un claro de un bosque, lugar en el que uno de los dos vehículos que llevan resulta inutilizado por un desconocido mientras duermen. La necesidad de una correa nueva para el coche llevará al grupo a un pueblo aparentemente tranquilo, pero en el que realmente nada es lo que parece.

 

   Nos encontramos ante un filme que se adhiere a los parámetros establecidos por el subgénero del survival horror, trazados por películas como La matanza de Texas, Tobe Hooper, 1974 (de la que además de sus continuaciones -La matanza de Texas 2, Tobe Hooper, 1986; y La matanza de Texas 3, Jeff Burr, 1990-, o su remake -La matanza de Texas 2004, Marcus Nispel, 2003-, que también cuenta con una segunda parte, que a su vez es precuela -La matanza de Texas: El origen, Jonathan Liebesman, 2006-, también se ha estrenado otra secuela directa -La matanza de Texas 3D, John Luessenhop, 2013-. A la saga se suma la bochornosa La matanza de Texas: La nueva generación, Kim Henkel, 1994, dando lugar a un galimatías de entregas indescifrable); Las colinas tienen ojos, Wes Craven, 1977 (que, además de disponer de una segunda entrega sumamente inferior -Las colinas tienen ojos 2, ídem, 1985-, también cuenta con una notable puesta al día, con el mismo título, dirigida por Alexandre Aja, 2006, que asimismo cuenta con una digna continuación -El retorno de los malditos, Martin Weisz, 2007-); o La casa de los horrores, Tobe Hooper, 1981 (tres ejemplos, además, de notables películas de terror), pero que contiene ciertos puntos de interés que intentan aportar originalidad a la historia, logrando que la propuesta resalte por encima de la media (otra saga coetánea y destacable parapetada en el mismo subgénero sería la formada por Km. 666, Rob Schmidt, 2003, Camino sangriento, Joe Lynch, 2007; Camino sangriento 3, Declan O´Brien, 2009; Camino sangriento 4, idem, 2011; y Camino sangriento 5: Linaje caníbal, ídem, 2012).

 

   En esta ocasión el punto novedoso lo encontramos en el lugar donde se desarrolla el filme (que, ya puestos en el tema, es también un remake de Los crímenes del museo de cera, André de Toth, 1953 -a su vez nueva versión, si seguimos hilando, de Los crímenes del museo, Michael Curtiz, 1933-, aunque el único lugar común con ella es el de la utilización de figuras humanas de cera creadas sobre el cuerpo de personas auténticas, discurriendo el resto de la historia por otras sendas completamente distintas. Por otro lado, uno de los asesinos responde al nombre de Vincent, en claro homenaje a Vincent Price, el malvado protagonista de la película de de Toth), ese fantástico y gigantesco decorado del pueblo en apariencia anclado en la normalidad absoluta, pero en el que todos sus habitantes están realizados con cera, al igual que el museo del pueblo, creado completamente con ese mismo material. También es destacable la muerte aleatoria de los personajes (por una vez es difícil saber quién será el siguiente); que éstos no son completamente odiosos (de hecho, los dos hermanos protagonistas, interpretados por la guapísima Cuthbert -vista en Captivity, Roland Joffé, 2007- y el no menos atractivo Murray, caen incluso simpáticos); y la puesta en escena de alguno de los asesinatos, por completo alejados del slasher imperante en la época (bastante light), al optar por la crudeza e incluso el gore en alguno de ellos (a Padalecki le inyectan cera líquida, sometiéndole a un dolorosísimo baño. Así, cuando es encontrado por uno de sus colegas está convertido en una figura agonizante, aún con vida; la cabeza de Abrahams es amputada con dos cuchillos, llevándose su verdugo el segmento inferior del cuerpo, mientras que un plano nos muestra la parte amputada, en la que aún pestañean los ojos; a Ri´chard le apuñalan en el cuello -fuera de plano-, pero vemos como el asesino hunde con saña el enorme puñal de un pisotón; y la cabeza de Hilton -que ganó el Razzie a la peor intérprete gracias a su papel. Sinceramente, tampoco es para tanto, pues se limita a gritar y correr, protagonizando una escena grabada con una videocámara que recuerda maliciosamente a aquella que efectuó con su ex-novio y por la que se hizo famosa- es atravesada por una enorme barra de hierro, lanzada con furia por el psicópata -escena vitoreada en los cines americanos en el momento de su estreno-). Finalmente, citar también como punto favorable la labor de Van Holt, que interpreta a los hermanos asesinos, creando dos personajes oscuros, malvados y retorcidos, que parecen disfrutar con el sufrimiento ajeno (ese momento en el que adhiere los labios de la protagonista con pegamento ultra-rápido para que no grite, o la inmediata amputación del dedo de ésta con una cizalla cuando intenta pedir ayuda a través de la reja de la alcantarilla).

 

   Como curiosidad, citar que en el cine del pueblo, cuando llegan los protagonistas, exhiben ¿Qué fue de Baby Jane?, Robert Aldrich, 1962, y que en la huida posterior de los dos hermanos, cuando se refugian en el interior del mismo, también podemos ver, de pasada y muy fugazmente, carteles de Deliverance, John Boorman, 1972, y de Posesión infernal, Sam Raimi, 1981. Tenemos, así, tres películas que, de una manera u otra, guardan cierta relación con La casa de cera: De la primera hereda parte de su tono granguiñolesco (Davis podría pasar por una de las figuras de la película de Collet-Serra) y la participación de dos peculiares hermanas (hermanos en nuestro caso) que mantienen entre ellas una relación un tanto tirante, estando además aisladas del mundo exterior en un enorme caserón que recuerda al museo de nuestro filme; de la segunda, la aparición de los habitantes de un lugar completamente rutinario y aburrido de puro normal, que en un primer instante parecen corrientes e incluso amables, pero que se tornan auténticos psicópatas cuando deciden mostrar su verdadera cara; y finalmente, de la tercera, la llegada de un grupo de jóvenes a un lugar desconocido e incomunicado, que se transforma en una trampa de la que será casi imposible salir con vida.

 

   En las labores técnicas, reseñar la notable banda sonora de John Ottman (director de Leyenda urbana 2, 2000, y encargado de crear los scores de películas como Halloween H20: 20 años después, Steve Miner, 1998; Mandíbulas, idem, 1999; Arac attack, Ellory Elkayem, 2002; X-Men 2, Bryan Singer, 2003; Gothika, Mathieu Kassovitz, 2003; El escondite, John Polson, 2005; Los 4 fantásticos, Tim Story, 2005; Superman returns, Bryan Singer, 2006; Los 4 fantásticos y Silver Surfer, Tim Story, 2007; o La huérfana, Jaume Collet-Serra, 2009), y el fantástico diseño de producción, obra de Graham `Grace´ Walker, así como la creación de decorados de Beverly Dunn (realizando ésta idéntica labor en Dark city, Alex Proyas, 1998; Moulin Rouge, Baz Luhrmann, 2001; Star wars Episodio II: El ataque de los clones, George Lucas, 2002; o Star wars Episodio III: La venganza de los Sith, 2005), artífices de toda la increíble parte final en la que el museo de cera se convierte en un auténtico infierno del que los supervivientes tratan de huir con vida.

 

(7/6)

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