ÁNGELES Y DEMONIOS (Gregory Widen) / 1995: Christopher Walken, Elias Koteas, Virginia Madsen, Eric Stoltz, Viggo Mortensen, Amanda Plummer, Moriah Snyder, Adam Goldberg, Steve Hytner, J.C. Quinn.

   Apreciable intento del poco conocido Widen (que hasta ese momento tan solo había dirigido el capítulo “Half-way horrible” de Historias de la cripta, y a partir de entonces se ha dedicado a la tarea de escribir los guiones de las secuelas de la película analizada –Ángeles y demonios 2, Greg Spence, 1998; Ángeles y demonios 3, Patrick Lussier, 2000- y alguna que otra cosa para la televisión) por contar una historia de tintes apocalípticos en la que un ejército de ángeles, encabezados por Gabriel (un fantástico Walken, que logra hacer creíble su papel de serafín vengador), llegan a la tierra buscando un alma oscura (el de Arnold Hawthorne, un Coronel del ejército de los Estados Unidos –Widen carga las tintas claramente contra el estamento militar, aunque de una forma más o menos justificada- que realizó multitud de actos reprobables –asesinatos indiscriminados, violaciones, canibalismo…- en la guerra de Corea) que les ayude en su batalla contra sus semejantes que permanecen fieles al Creador, después de que éste otorgue ciertos privilegios a los humanos, discriminando, de paso, a los seres alados. La oposición ante el ataque celestial vendrá de la mano de Simón (Stoltz, al que siempre es agradable ver en pantalla) como uno de los ángeles leales a Dios, que buscará la ayuda de Thomas Dagget (Koteas, otro secundario de relumbrón que aquí adopta un rol principal), un policía que dejo el sacerdocio debido a una pérdida repentina de la fe a causa de sus visiones premonitorias y espeluznantes sobre una guerra en el cielo, y de Katherine (Madsen, vista en Candyman: El dominio de la mente, Bernard Rose, 1992), una profesora que tiene entre sus alumnas a la niña en la que Simón deposita el alma que Gabriel busca desesperadamente.

   Es una lástima que el escasísimo presupuesto no nos deje ver algo más de la guerra entre los ángeles (lo mostrado se reduce a las alucinaciones que sufre Dagget y a una espectacular escena en la que éste y Katherine sufren la visión de un terreno yermo en el que yacen empalados decenas de querubines), quedando todo a expensas de las interpretaciones (notables) de un magnífico reparto (a los ya mencionados se suma Mortensen en el papel del mismísimo Lucifer, que ayuda a los humanos con el fin de evitar la creación de un nuevo Infierno que divida su poder; Goldberg como el suicida al que Gabriel salva la vida in extremis para utilizarle a su antojo; Plummer como la moribunda que hereda, a la fuerza, la labor del anterior una vez que éste fallece, o Quinn -Sonny en The abyss, James Cameron, 1989- en un pequeño papel) y de algún momento terrorífico (el ataque del ángel Uziel a Simón y la pelea que tiene lugar entre ambos, que finaliza con el salvaje atropello del primero; o la posterior autopsia de éste, en la que se revela que es ciego, hermafrodita y carece de señales de crecimiento óseo), quedando como un filme reseñable, pero al que le falta algo para ser notable.

(6/3)

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