ATRAPADOS EN EL MIEDO (Carlos Aured) / 1985: Adriana Vega, Sara Mora, José Luís Alexandre, Joaquín Navarro, Luís Cánovas, Emilio Alonso, Margarita Herrera, Marisol Navajo, Jamie Mari, Elena Cores, Carmen Luján.

   Antonio (Alexandre) y José (Navarro) acuden con Laura (Vega) y Ana (Mora), dos hermanas, a la casa de campo del segundo con intención de pasar un fin de semana de relax alejados de la ciudad. El objetivo del asueto se convertirá en una lucha por la supervivencia cuando un loco se escapa del manicomio situado en las cercanías y, tras asesinar a dos jovencitas, se dirige a la vivienda para proseguir sus andanzas criminales.

   El intento de imitar los parámetros del slasher estadounidense (con Viernes 13, Steve Miner, 1980, a la cabeza) e incluso del giallo italiano (Torso: Violencia carnal, Sergio Martino, 1973, quizá sea su referente más claro, con el maníaco intentando acceder al refugio rural en el que se acantonan los protagonistas, tal y como sucede en el tramo final del filme de Martino) por parte del sector cinematográfico patrio dio como resultado este peculiar engendro en el que nada se puede destacar o extraer como mínimamente salvable, empezando por un guión absurdo incapaz de crear una sola situación de tensión en 85 minutos de metraje (basta decir que Laura es atacada por una peligrosa fregona oculta en un armario, y que uno de los momentos más aterradores, que debería ser el asalto por el balcón del acechador, acaba resultando simplemente ridículo); siguiendo por unos diálogos lamentables y vacíos, carentes de cualquier contenido mínimamente interesante; y acabando con una cuadrilla de actores que parecen estar recitando sus diálogos tal y como si estuvieran leyendo la guía telefónica (lo de Navarro y Mora es simplemente de delito, con una entonación nula y con una gesticulación inexistente -su rostro es el mismo en ambientes distendidos que en situaciones de pánico-, pero ambos se quedan en nada ante Alexandre, un auténtico prodigio de sobreactuación y de exceso, dando vida al típico español machista y supuestamente gracioso de la época capaz de decir cosas como “A las tías les va la marcha, y si además las pegas, enloquecen” o “Estamos aquí dos tíos como dos castillos. Y con cuatro torreones” sin ruborizarse o pestañear). Si además añadimos una misoginia exacerbada y un conservadurismo típico de este tipo de producciones (las víctimas del asesino son un par de lesbianas que acaban de retozar en el bosque y una chica que acude a un encuentro furtivo con su pareja), y un asesino carente de cualquier tipo de carisma (un tipo barbudo que demuestra su fuerza y su ira arrancando un par de carteles de una pared), obtenemos un subproducto del todo irredimible.

(2/0)