ASALTO A LA COMISARÍA DEL DISTRITO 13 (John Carpenter) / 1976: Austin Stoker, Darwin Joston, Laurie Zimmer, Martin West, Tony Burton, Charles Cyphers, Nancy Kyes, Peter Bruni, John J. Fox, Marc Ross, Alan Koss, Henry Brandon, Kim Richards, Frank Doubleday, Gilbert de la Pena.


   La segunda película de Carpenter (su debut fue con Dark star, 1974, prácticamente desconocida en España al ser un proyecto universitario rodado en 16mm.) supuso el descubrimiento definitivo de uno de los directores más notables de la historia del cine en general y del género de terror en particular (legándonos en dicho género dos obras maestras de la categoría de La noche de Halloween, 1978; o La cosa, 1982; y películas importantes como La niebla, 1979; El príncipe de las tinieblas, 1987; Están vivos, 1988; En la boca del miedo, 1994; o Vampiros, 1998), un artesano capaz de realizar, con presupuestos ínfimos de serie B y mucha imaginación, auténticas piezas de culto. En este caso utiliza su género favorito de manera tangencial (el film está salpicado de manera continua de obvias referencias a otro gran clásico del cine de horror, La noche de los muertos vivientes, George A. Romero, 1968: El asedio a la comisaría por parte de los pandilleros y el intento de entrada de éstos a través de las ventanas, tal y como hicieran los zombis en la película citada; la búsqueda de una razón a nivel cósmico para el anómalo y violento comportamiento de los asaltantes basada en la aparición de unas manchas solares –en la epopeya romeriana, el paso cercano a la tierra de un cometa-; el estado de shock que sufre uno de los protagonistas tras perder a un familiar y que perdura todo el metraje –el padre de la niña aquí, Bárbara tras la muerte de su hermano en la película de Romero-; el intento de huída en un coche de uno de los protagonistas que termina de manera trágica; la proposición del sótano como lugar en el que resguardarse del ataque, rechazado en un primer momento por el protagonista, también de raza negra, pero que resulta ser el lugar más seguro), pudiendo adscribirse la película dentro del Western. Aunque el paisaje urbano puede hacer pensar todo lo contrario, Carpenter reconoció que su largometraje no era ni más ni menos que un sentido homenaje a Río Bravo, Howard Hawks, 1959.


   Todo comienza con el asesinato a sangre fría de una inocente niña a manos del líder de una banda que tiene aterrorizada a la población del lugar (el crimen es todo un ejercicio de estilo, montaje y planificación: Carpenter se toma su tiempo en presentarnos a la pequeña y a su padre, que se dirigen en un vehículo a buscar a la novia de éste y futura madrastra de la chiquilla, para que empaticemos con ambos. Entonces se detienen en una cabina a llamar por teléfono. En ese momento, una camioneta de helados aparca cerca de ellos, y la niña le pide permiso a su progenitor para ir a comprar uno. En las proximidades, los pandilleros circulan en un coche apuntando a los transeúntes con una escopeta, dirigiéndose al lugar donde se halla detenido el vehículo del vendedor y pasando cerca de él varias veces. La pequeña compra su helado, pero al irse se da cuenta de que el sabor no es el que quería. Los delincuentes se bajan del vehículo y golpean al heladero, para asesinarlo cuando queda tendido en el suelo, momento en el que llega la niña reclamando lo que había pedido. El jefe le apunta a través de las puertas abiertas de la furgoneta y dispara, atravesando la bala el helado y acabando con la pequeña. El acierto a la hora de montar las escenas hacen que la tensión aumente gradualmente, llegando a ser palpable y molesta para el espectador, pues todo lo que sucede parece formar parte de la fatalidad que desemboca en la muerte de la niña, rematado todo ello con la frialdad del asesino a la hora de ejecutarla). El padre los perseguirá en su coche, iniciándose un tiroteo en el que acaba con la vida del asesino, escapando y resguardándose en la comisaría del título. Allí comenzará un asedio donde los defensores serán un policía novato al que le acaban de encomendar su primera misión (genial Stoker como Ethan Bishop), dos peligrosos delincuentes (Joston interpretando de manera magistral a Napoleón Wilson, héroe de una pieza a su pesar y baza sorpresa del relato al convertirlo Carpenter en el personaje más integro de la película, pese a que su recompensa será volver a la cárcel, y West, su camarada) que son trasladados a una penitenciaría de máxima seguridad en un autobús junto con otros compañeros y varios policías que los escoltan y que se detendrán en la comisaría buscando atención para un recluso enfermo (tanto los agentes como el resto de presos morirán tiroteados en el primer asalto), y dos secretarias (Zimmer interpretando a Leigh, que cierra la terna de héroes, y Loomis, a la que ya vimos en otro film de Carpenter: La noche de Halloween), y los atacantes los citados delincuentes, cuyo número parece aumentar a medida que van siendo eliminados (otro punto que la asemeja a la película de Romero).


   Carpenter consigue escenas brillantes y plenas de tensión durante el sitio, como el intento de entrada de los “bandidos” por la puerta trasera que conduce a las celdas, que es repelido por Leigh y Napoleon tras liberar la primera al segundo de su cautividad; la consiguiente huída de ambos escaleras arriba, momento en el que Ethan duda si lanzarle o no al recluso la escopeta para que dispare a sus perseguidores, que derriban la puerta en el preciso instante en el que el arma vuela por el aire en dirección a Wilson, que vacía el cargador sobre ellos; las balas destrozando el recinto, haciendo añicos los cristales de las ventanas y las paredes, y lanzando por los aires papeles y objetos; los planos encadenados de los asediados disparando a los sitiadores; o ese plano final, lleno de poesía y de desolación, con los dos héroes, policía y presidiario, saliendo juntos de la cárcel (escena que acentúa la integridad de ambos, pues consideran un honor salir vivos, uno al lado del otro, de la batalla que acaban de librar), sabiendo el segundo cual es su destino. Pero no solo eso: El guión es brillante, y contiene frases llenas de amargura (cuando todo ha pasado, Leigh le dice a Napoleon: “Nuestro problema es que se nos ha acabado el tiempo”, a lo que éste replica: “Así me ha ocurrido siempre. Se me acabó el tiempo al nacer”), o de ironía (la frase que Napoleon repite una y otra vez: “¿Tiene alguien un cigarrillo?”, o la de despedida de West antes de intentar su huída en coche: “Fíjate: Los policías me desean suerte. Estoy acabado”), además de excelentes ideas (los cadáveres de policías y pandilleros son retirados de las calles por los asaltantes, al igual que los vehículos, para no despertar sospechas entre los viandantes; las armas de los atacantes llevan silenciador por idénticos motivos); la música, compuesta por el director cumple sobradamente su cometido; y la película contiene suficientes guiños como para mantener despierto al más inconformista (Ethan Bishop es el nombre del personaje al que encarnó John Wayne en Centauros del desierto, John Ford, 1956;el director firmó con el nombre de John T. Chance su labor como músico y montador. Ese nombre es también el de Wayne en Río Bravo).


   Finalmente, decir que fue objeto de un digno remake, protagonizado por Ethan Hawke y Lawrence Fishburne: Asalto al distrito 13, Jean-François Richette, 2005.


(8/2)

CARÁTULAS Y POSTERS

TRAILER USA 1

COMENTARIOS

Escribir comentario

Comentarios: 0

PELÍCULAS EN LA WEB

Ciencia Ficción:        33

Terror:                  394

Fantasía:                 10

TOTAL:                     437

CARÁTULAS Y

POSTERS:            19880

PODCASTS:

 

Los jinetes del apodcastlipsis.

 

Enlaces a todos los programas del podcast en el que hablamos de cine, literatura, series, videojuegos o música, siempre relacionados con el cine de terror.