ARACNOFOBIA (Frank Marshall) / 1990: Jeff Daniels, Harley Jane Kozak, John Goodman, Julian Sands, Stuart Pankin, Mark L. Taylor, Henry Jones, Peter Jason, James Handy, Roy Brocksmith, Kathy Kenney, Frances Bay, Garete Ratliff Henson, Marlene Katz, Mary Carver, Jane Marla Robbins, Theo Schwartz.

 

   El Dr. Jennings (Daniels, en la que es su única aproximación al género) se muda junto a Molly (Jane Kozak, vista en 7 mujeres atrapadas, Mark Rosman, 1983, uno de los mejores slashers rodados en la década de los ochenta), su esposa, y sus hijos Tommy (Ratliff Henson) y Jenny (Katz), a Canaima, una pequeña población en la que espera ejercer como médico local. Los problemas comienzan nada más llegar, cuando Sam Metcalf (Jones, actor de carácter visto en La mala semilla, Mervin LeRoy, 1956; o en Vértigo: De entre los muertos, Alfred Hitchcock, 1958), el anciano doctor que lleva trabajando en el pueblo más de tres décadas, renuncia a su retiro, incumpliendo la palabra que le diera a Jennings. Coincidiendo con la llegada de la familia, comienzan a producirse varias muertes en extrañas circunstancias, atribuidas en un principio a ataques cardiacos. El hallazgo de picaduras de araña en los cadáveres demuestra que una peligrosa especie ha implantado su hábitat en el pueblo.

 

   Aracnofobia fue anunciada en el momento de su estreno como la mejor película de terror de la década de los noventa, a la altura de Los pájaros, Alfred Hithcock, 1963; Tiburón, Steven Spielberg, 1975; o Alien: El octavo pasajero, Ridley Scott, 1979. Ciertamente, las pretensiones iniciales del filme, del autor del mismo (Marshall, director de la entretenida ¡Viven!, 1993 -aunque muy inferior a la novela homónima de Piers Paul Read, que narraba con exactitud, vigor y épica las desventuras de los accidentados en la conocida catástrofe del vuelo 571 procedente de Uruguay que se estrelló en Los Andes en 1972-, y de la muy mediocre Congo, 1995) y de sus productores (entre los que destacan Steven Spielberg y Kathleen Kennedy, casi siempre de la mano en este tipo de labores) eran demasiado halagüeñas e incluso presuntuosas. Si bien es cierto que nos hallamos ante una película entretenida, en la que prácticamente no existen bajones de ritmo y que cuenta con set pieces reseñables (por poner un ejemplo, su clímax en el granero, con la lucha a muerte entre la reina que cuida de su nido y Jennings, pese a esa licencia final en la que el doctor, convertido en arquero olímpico de primer nivel, es capaz de atravesar con una pistola de clavos a una araña en llamas que se lanza a por él, tendido en el suelo, saliendo el animal disparado hasta quedar ensartado en su propia bolsa de huevos, que arde, y acabando de forma espectacular -e imposible- con la amenaza), no lo es menos que el terror no se materializa en ningún momento del metraje. No hay ni una sola escena que logre alcanzar un mínimo de tensión (los ataques arácnidos, aunque estén bien rodados y resulten efectivos, no buscan causar pánico en el espectador, y el score, obra de Trevor Jones, parece más apropiado para una película de aventuras que para una de horror) o que resulte mínimamente repulsiva (salvo que se padezca aracnofobia o se considere como tal aquella en la que el forense de Canaima -interpretado por Brocksmith, otro secundario de lujo- quita la tapa del precario ataúd que porta el cadáver de Jerry Manley -Taylor-, el fotógrafo que se convierte en la primera víctima de las arañas, descubriendo su cuerpo, completamente desangrado y seco), algo que ya ocurriera, aunque quizá de forma menos acentuada, en otra reconocida producción de Spielberg como Poltergeist, Tobe Hooper, 1982, en la que es vox populi que el director de Tiburón tuvo mucho que ver con lo finalmente ofrecido en pantalla, sustituyendo a Hooper en el rodaje de unas cuantas escenas.

 

   De esta manera, nos encontramos ante otro de esos productos blancos que parecen estar bajo el influjo directo del conocido como Rey Midas de Hollywood. Está claro que se pretendía crear una película en la que primaran los valores comerciales, anteponiendo la recaudación en las salas a la consecución de un filme que causara miedo. De ahí que la comparación con tres auténticas obras maestras del género, que sí se engloban en el mismo sin ningún tipo de discusión, resulte un tanto ridícula. Eso sí, los pocos más de cien minutos que dura la película, incluyendo títulos de crédito, no se hacen tediosos en ningún momento, bien por la ágil dirección de Marshall; bien por la intervención de un elenco notable (a todos los mencionados habría que añadir a Sands, actor habitualmente mediocre que aquí no lo hace del todo mal, en el rol del Dr. Atherton, el científico que desencadena la tragedia cuando busca nuevos arácnidos en la selva sudamericana; a Pankin -¿Se acuerdan de Earl Sinclair, el padre de familia de la serie Dinosaurios?- como el sheriff pelota y siempre contrariado ante las órdenes que recibe; a McNamara como el ayudante de Atherton; a Handy dando vida a Milton Briggs; a Jason, un habitual del cine de John Carpenter, interpretando a Henry Beechwood; y a Bay -la aterradora Sra. Pickman de En la boca del miedo, John Carpenter, 1994- como la esposa del Dr. Metcalfe); bien por unos FX notables (la araña reina animatrónica vista en la parte final fue uno de los primeros trabajos de Jamie Hyneman, uno de los Cazadores de mitos, que también participó en la segunda trilogía de La guerra de las galaxias y en las dos secuelas de Matrix, Larry & Lana Wachowsky, 1999); o bien por la alternancia entre escenas de acción y otras humorísticas, en ocasiones acertadas (El Sr. Beechwood diciéndole a Molly que es el entrenador del equipo de fútbol local y que su hijo es un excelente jugador. La mujer, en broma, le pregunta, “¿Nepotismo?”, y la esposa del primero, atenta a la conversación, contesta: “No. Somos baptistas”) y otras no tanto (Goodman da rienda suelta a su histrionismo en su papel de Delbert McClintock, el cazador de arácnidos encantado de conocerse a sí mismo que se toma demasiado en serio su trabajo).

 

   Cabe citar como curiosidad que el nombre del pueblo donde se desarrolla la acción (Canaima) es el mismo que el del Parque Nacional de Venezuela donde fue rodado el inicio del filme, siendo, además, el espíritu de la venganza de los indios de la Guyana. Por otro lado, Brian McNamara, Chris Collins en Aracnofobia, salía en un capítulo de Enredos de familia del año 1987. Esa serie es la que ven Molly y sus hijos cuando aquel y el Dr. Jennings acuden a su rescate.

 

(5,5/1)

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