ANACONDAS: LA CACERÍA POR LA ORQUIDEA SANGRIENTA (Dwight H. Little) / 2004: Johnny Messner, KaDee Strickland, Matthew Marsden, Nicholas Gonzalez, Eugene Byrd, Karl Yune, Salli Richardson-Whitfield, Morris Chestnut.

   Una expedición científica parte hacia la jungla de Borneo en busca de una especie de orquídea que, según diversos estudios, contiene una sustancia capaz de evitar el envejecimiento del ser humano, otorgándole algo así como el don de la eterna juventud. Casi nada. Para ello se adentrarán en la selva, encontrándose con una tropa de anacondas digitales que les incluirán en su dieta, y que tienen un tamaño tirando a descomunal debido a que han incluido en su cadena alimenticia la flor en cuestión.

   Tras este argumento psicotrónico y delirante nos encontramos, sorprendentemente, ante un divertimento descerebrado y sin pretensiones, consciente en todo momento de sus limitaciones, y ofreciendo algunos momentos reseñables y angustiosos (la muerte de Gordon -al que da vida Chestnut, con papeles en La caverna maldita, Bruce Hunt, 2005, y en la primera temporada de American Horror Story-, paralizado debido a la picadura de una araña que el Dr. Jack Byron -Marsden, visto en Resident evil: Extinción, Russell Mulcahy, 2007-, su amigo, le pone sobre el brazo cuando aquel se niega a seguir con la expedición una vez se han producido los primeros ataques. La serpiente desciende por el techo, engullendo a la víctima por completo, que observa aterrorizada como el enorme animal se cierne sobre él sin poder evitar ser devorada; el clímax, con Sam -Strickland, con un pequeño rol en El grito, Takashi Shimizu, 2004- siendo obligada a cruzar a punta de pistola por un árbol derribado que hace de puente sobre el nido de los ofidios, en ese momento en pleno rito de apareamiento, para recoger las orquídeas, y que culmina con la explosión y destrucción de la madriguera…), sin duda, mérito del director (Little, cuya experiencia en el género proviene de la olvidable Halloween 4: El regreso de Michael Myers, 1988). Eso sí, de los diálogos vergonzantes (“¡Eres la jodida Lorena Bobbit!”, le dice uno de los personajes a Sam cuando ésta secciona, machete mediante, uno de los reptiles de un solo tajo) y los personajes asesinables (Cole -Byrd- , autor de la frase del paréntesis anterior, o Gail -Richardson-Whitfield-, una émula de la Jennifer Lopez de la primera parte, con todos sus defectos y ninguna de sus virtudes), que además sobreviven, no nos libramos. Finalmente, destacar también a Johnny Messner dando vida a Bill Johnson, el dueño del barco, pleno de chulería y arrogancia, pero también de carisma y atractivo.

(5,5/4)

CARÁTULAS Y POSTERS

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