AMITYVILLE 3-D: EL POZO DEL INFIERNO (Richard Fleischer) / 1983: Tony Roberts, Tess Harper, Robert Joy, Candy Clark, John Beal, Leora Dana, John Harkins, Lori Loughlin, Meg Ryan, Neill Barry, Peter Kowanko.


   John Baxter (Roberts) es un periodista que escribe para una revista sobre fenómenos paranormales. Realizando un reportaje sobre la morada maldita de Amityville junto a Melanie (Clark, habitual del género vista en La serpiente alada, Larry Cohen, 1982; Los ojos del gato, Lewis Teague, 1985; El terror no tiene forma, Chuck Russell, 1988; Buffy: La cazavampiros, Frank Rubel Kuzui, 1992; o Cherry falls, Geoffrey Wright, 2000), una reportera que trabaja con él, descubre que sus actuales moradores utilizan medios fraudulentos para engañar a los incautos, estafándoles con una serie de artimañas efectistas que hacen pasar como auténticos poltergeists. Tras publicar el artículo y descubrir el oscuro pasado de la vivienda, John se interesa por la misma, pues su historia, así como su aislamiento y ubicación en un lugar aparentemente tranquilo, pueden servir de acicate para escribir un libro sobre temas sobrenaturales que ansía publicar y al que nunca le pudo dedicar el tiempo necesario. De todas las maneras, pronto la casa comenzará a mostrar los signos que provocaron su halo de malditismo y su leyenda negra, cebándose en los allegados del protagonista.


   La saga de Amityville comienza a caer en el pozo, tan profundo como el del título del filme, en el que seguiría hundiéndose con la llegada de toda una pléyade de entregas cuya calidad disminuye de manera exponencial según aumenta el número del capítulo de turno en la saga. El habitualmente solvente Richard Fleischer cayó en el punto más bajo de su filmografía (que se reparte entre grandes aciertos dentro del cine fantástico -20000 leguas de viaje submarino, 1954; Cuando el destino nos alcance, 1973; Conan el destructor, 1984…- y otras obras notables fuera del género -Los Vikingos, 1958; Tora, Tora, Tora!, 1970…-) con esta película completamente insustancial y tediosa, que, pese a algún que otro acierto aislado (la escena en la que Nancy -Harper- contempla a una ausente Susan -Loughlin en su primer papel para el cine. En la televisión será siempre la Becky Katsopolis de Padres forzosos, aunque recientemente ha intervenido en Sensación de vivir: La nueva generación, como Debbie Wilson-, su hija, ascender las escaleras de la vivienda, completamente empapada, mientras que en el lago cercano John ve como los enfermeros de la ambulancia intentan, en vano, reanimar a su primogénita, a la que acaban de sacar del agua tras caerse de la lancha motora en la que se divertía con sus amigos) acaba resultando torpe y muy poco estimulante debido a su ritmo moroso (nada sucede en la primera hora de metraje, adornada con multitud de diálogos plúmbeos que poco aportan a la trama, salvo la muerte del agente inmobiliario, la cual es anunciada por esas fotografías que le realizan poco antes de morir y en las que su rostro sale borroso -algo copiado de la sobresaliente La profecía, Richard Donner, 1976. El recurso también fue utilizado por la muy entretenida Destino final 3, James Wong, 2006-); a determinadas interpretaciones mediocres (Melanie actuando histéricamente al encontrarse con la asistenta de John en la casa, reacción que poco después se transforma en enajenación cuando es víctima de cierto fenómeno en el sótano y llega el protagonista; Nancy comportándose como una lunática cuando cree ver a su hija en la citada escena de la escalera, intentando convencer a su marido de que la chica que se encuentra moribunda a sus pies no es Susan, pues la acaba de ver en la casa. Lo curioso es que John deja a su hija agonizante para seguir a su mujer); y a algunas situaciones carentes de lógica, que se multiplican en su último tramo, puro fuego de artificio carente de contenido (la casa volando por los aires, ardiendo y siendo objeto de un tornado que la deja reducida a un montón de escombros -salvo el pozo, faltaría más. Hay que dejar la puerta abierta a más secuelas- después de la aparición de un pequeño demonio de goma similar a uno de los monstruitos de Ghoulies, Luca Bercovici, 1985).


   Por estas y otras razones, este tercer capítulo de la serie, alejado ya de cualquier vínculo con la realidad (las dos primeras entregas se basaban en sucesos auténticos), comienza a mostrar los signos de agotamiento que convertirían a la longeva y extensa saga en una de las más mediocres del cine de terror moderno, a lo que, para más inri, se une que esos dos primeros capítulos no eran, tampoco, nada reseñables.


   Como curiosidad, citar las apariciones de Meg Ryan en un pequeño papel (el segundo que realizó para la pantalla grande) como la amiga de Susan, y de Robert Joy, visto en La mitad oscura, George A. Romero, 1993; Waterworld, Kevin Reynolds, 1995; Resurrección, Russell Mulcahy, 1999; La tierra de los muertos vivientes, George A. Romero, 2005; Las colinas tienen ojos, Alexandre Aja, 2006; Alien vs. Predator 2, Greg & Colin Strause, 2007.


(3/1)

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