28 DÍAS DESPUÉS (Danny Boyle) / 2002: Cillian Murphy, Brendan Gleeson, Megan Burns, Naomie Harris, Christopher Eccleston, Ricci Harnett, Stuart McQuarrie, Noah Huntley, Alexander Delamere, Leo Bill, Junior Laniyan.

 

   En el año 2002 el guionista Alex Garland y el director Danny Boyle, hasta ese momento ajenos por completo al cine de terror (de hecho, su único vínculo previo es que el primero fue el autor de la novela La playa, que el segundo llevaría a la pantalla en el año 2000), unieron sus talentos para llevar a cabo uno de los mejores filmes del subgénero zombi (me niego a entrar en banales y absurdas polémicas acerca de la designación de los contaminados o contagiados por el virus. De hecho, a lo largo de la reseña los nombraré de una manera u otra indistintamente) no solo de las dos últimas décadas, sino de todos los tiempos, añadiendo por primera vez una característica que los hacía mucho más letales y peligrosos (e igualmente aterradores) que a los lentos revividos antropófagos vistos en el cine hasta ese momento, principalmente en la saga iniciada por George A. Romero con La noche de los muertos vivientes, 1968, pero también en toda la retahíla de exploits e imitaciones surgidas en Italia, sobre todo de la mano de Lucio Fulci: en esta ocasión los revividos son capaces de esprintar como auténticos velocistas (para dar vida a las criaturas fueron contratados atletas que fueron entrenados por Boyle y su equipo para que corriesen de una manera determinada), siendo los primeros en estrenar esta singular peculiaridad que poco después también se utilizaría con sensacionales resultados, en Amanecer de los muertos, Zack Snyder, 2004, el genial remake a la altura de su extraordinaria predecesora, Zombi, George A. Romero, 1978), o en la también sobresaliente miniserie Dead set: Muerte en directo, Yann Demange, 2008. Resulta increíble lo que puede dar de sí un exiguo presupuesto de 5.000.000 de libras (6.572.000 $), logrando una recaudación mundial de 82.719.000 $, y unos resultados en pantalla dignos de una superproducción o un blockbuster, en los que cada una de esas libras se ve reflejada en pantalla. Destaca el epiléptico y salvaje manejo de la cámara por parte de Boyle, poniéndonos en el lugar de los protagonistas y de los revividos, y que añade aún más tensión y dramatismo si cabe a cada una de las escenas de acción, dándoles un ritmo frenético. Como no podía ser de otra manera, la película se alzó con múltiples premios y galardones, destacando el de Mejor película en los Saturn (siendo nominados Boyle y Garland como director y guionista respectivamente); Mejor filme británico en los Empire awards; Mejor guión en los otorgados por la revista Fangoria; o mejor realizador para el citado Boyle en Fantasporto, donde 28 días después se alzaría con el Gran Premio del Jurado. Por su parte, la web Bloody disgusting la situó en la séptima plaza de su Top 20 de mejores películas de la década; la revista Empire la ubicó en el puesto 456 de las 500 mejores películas de todos los tiempos y Stylus Magazine la nombró como el segundo mejor filme de zombis de la historia del cine. Finalmente, fue incluida en el libro “1.001 películas que debes ver antes de morir”, de Steven Schneider.  

 

   El prólogo muestra como se desata el virus y recuerda a El amanecer de los muertos, con esas pantallas del Centro de investigación en Cambridge donde están encerrados los monos contagiados en las que se observan escenas de anarquía, con enfrentamientos entre civiles, policía y ejército (evidentemente, esas imágenes no se corresponden con la pandemia, que aún no se ha desatado). Un grupo de ecologistas se adentra en las instalaciones, siendo interceptados por un científico que trata de explicarles que los chimpancés están infectados con un virus similar a la rabia (existe una novela gráfica, “28 días después: Las consecuencias”, obra de Steve Niles, Dennis Calero y Dan Nakrosis, en la que se explica el origen de la infección, una cepa modificada del ébola –que se transmite entre primates, incluido el hombre, a través de fluidos corporales, principalmente la sangre, aunque también en las heces y el vómito, y que resulta letal. La enfermedad tiene un inicio repentino y en ocasiones se manifiesta mediante sarpullido, ojos enrojecidos y hemorragias-, y la historia que acontece en el Reino Unido mientras Jim permanece sedado en el hospital), y que es simultáneamente ignorado y silenciado a la fuerza. La chica del grupo abre una de las jaulas y el mono encerrado en su interior se abalanza sobre ella, cayendo ambos al suelo, mientras uno de sus compañeros comienza a golpear al animal. La joven se gira y vomita sangre, mientras comienza a sufrir espasmos y el doctor grita: “Hay que matarla”, cogiendo una silla. Un nuevo plano de la infectada nos muestra sus ojos inyectados en sangre, lanzándose con agilidad felina sobre el investigador. El caos se desata mientras uno de los primates golpea las paredes metálicas de su prisión y se produce un fundido a negro.

 

   Jim (un Murphy sensacional -al igual que el resto del fantástico reparto, eminentemente británico-, que por desgracia cuenta con una trayectoria alejada del fantástico, salvo esta excepción y aquella en la que da vida al Espantapájaros en Batman begins, Christopher Nolan, 2005) despierta completamente solo y totalmente desnudo en una habitación de un hospital tras un largo periodo en estado de coma (al igual que le sucedería ese mismo año a Milla Jovovich al inicio de otra película sobre zombis, Resident evil, Paul W. S. Anderson, basada en el legendario videojuego). Confuso ante la peculiar situación, avanza por las instalaciones del centro (un hospital real que no abre los fines de semana y que fue alquilado por el staff), completamente desierto, mientras recoge comida y bebida de las máquinas expendedoras (con un despliegue publicitario considerable por parte de 7Up, Pepsi o Mars). Este comienzo es un homenaje (otros dirán plagio) a El día de los trífidos, 1981, la miniserie británica de seis episodios en la que el protagonista se despertaba solo en una clínica, con los ojos vendados, mientras que el resto de habitantes del planeta se quedaban ciegos. De hecho, la línea argumental de 28 días después es muy similar a la de la citada serie, en la que la amenaza eran unas plantas carnívoras que se podían desplazar en lugar de zombis. Ese mismo comienzo fue de nuevo referenciado en la serie The walking dead.

 

   Cuando sale al exterior descubre que las calles de Londres, su ciudad, se hallan igualmente desiertas y carentes de cualquier signo de vida humana, algo que es visualizado en diversas secuencias tan sugerentes y vistosas como impactantes (resulta sobrecogedor contemplar los lugares más emblemáticos de la urbe convertidos en un páramo). Esos exteriores con las avenidas y bulevares vacíos, se rodaron a primera hora de cuatro mañanas del mes de Julio para evitar la presencia de gente, lo que hacía que existiese muy poco tiempo para preparar todo (cámaras, equipo, atrezzo…) y efectuar el rodaje. Resulta simplemente espectacular ver a Jim atravesar en soledad el puente de Westminster mientras contemplamos el London eye (esa noria que ya es emblema de la urbe), el Big Ben y el Palacio de Westminster, mientras grita una y otra vez “¡Hola! ¿Hay alguien ahí?” (uno de los claros homenajes a El día de los muertos, George A. Romero, 1985), con la basura apilada en las calles, los coches abandonados e incluso un autobús volcado en medio de la calzada. El joven se detiene a recoger los billetes amontonados en una escalera, en un acto reflejo que probablemente llevaríamos a cabo cualquiera de nosotros, sin comprender aún que ese dinero carece ya de cualquier valor. Prosiguiendo su camino llega a Piccadilly Circus, contemplando un tablón de anuncios repleto de fotos de desaparecidos, así como de cartas y mensajes escritos a mano. Esa escena fue rodada antes de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Manhattan, declarando el propio Boyle que la idea surgió después de ver una fotografía de un tablón similar tras un terremoto en China, en el que quedaba en evidencia el lógico y natural impulso humano de contactar con los familiares o amigos perdidos tras acontecer una situación extremadamente trágica de grandes proporciones, cuando los canales habituales de comunicación han desaparecido o quedado inhabilitados. El director aseguraría igualmente que no hubiera rodado la escena si la película hubiera sido realizada después de los actos terroristas acontecidos en EEUU.

 

   Jim llega a una iglesia que presenta un aspecto dantesco: mientras avanza por la galería superior observa la bancada del piso inferior, invisible debido a las decenas de cuerpos que se amontonan sobre ella. El joven exclama “¡Hola!”, y dos de los presuntos cadáveres se yerguen y le observan. Entonces siente unos golpes en una puerta situada ante él, la cual se abre y es cruzada por un sacerdote que se le acerca emitiendo gruñidos y sufriendo convulsiones. Jim lo golpea y huye, siendo perseguido ya en la calle por un grupo de contagiados, que son interceptados por dos individuos que les lanzan cócteles molotov, haciéndoles arder sin lograr detenerlos. La pareja, perfectamente coordinada, provoca la explosión de una gasolinera al paso de los perseguidores, que son exterminados de manera definitiva, llevándose con ellos al superviviente a un escondite.

 

   Mark y Selena (Huntley y Harris, respectivamente) le cuentan a su nuevo compañero, que les escucha entre absorto, atónito e incrédulo, lo sucedido las últimas semanas. La letal pandemia ha acabado con la vida de miles de personas, contagiando a muchísimas otras, que siguen expandiendo el virus, y provocando un éxodo de las grandes ciudades, así como la desaparición de cualquier órgano de gobierno o cuerpo de seguridad, como la policía o el ejército. Obviamente, las señales de radio o televisión han desaparecido, así como la producción eléctrica. Lo primero que le viene a la cabeza a Jim es la posibilidad de que sus padres sigan con vida, algo que sus compañeros consideran imposible, pues ellos también han perdido a sus familias (Mark contará cómo la suya fue exterminada en un aeropuerto al que acudió con su hermana y sus padres, con la misma idea que tomarían otros miles de personas, entre los que ya había varios contagiados que extendieron el virus como la pólvora. Lo último que recuerda es que en un momento dado perdió de vista a su madre, viéndose obligado a soltar la mano de su hermana, arrastrada por la multitud, y contemplando a su padre, ya infectado, ascendiendo sobre una pila de humanos amontonados en el suelo. Boyle y Harris habían escrito una historia igualmente trágica para Selena, que no es narrada en el filme, y que explicaría su carácter aparentemente egoísta basado en su propia supervivencia: la joven se habría visto obligada a eliminar a sus progenitores para salvar a su hermano, recién nacido, solo para descubrir que éste también había sido contagiado). Pese a ello, le acompañan a su hogar, para que asistamos a uno de los momentos más duros y sobrecogedores de todo el metraje, con Jim ascendiendo las escaleras que llevan al piso superior de su casa mientras se tapa la nariz debido a la peste, entrando en la habitación de sus padres y descubriendo los cuerpos de ambos tendidos en la cama, ya en proceso degenerativo, con su madre sujetando una foto de su pequeño. El protagonista la recoge y observa el reverso, que contiene un mensaje escrito a mano: “Jim, con todo nuestro amor, te dejamos dormido. Ahora dormimos contigo. No te despiertes”. El joven llora amargamente, mientras Selena trata de consolarlo a su manera, diciéndole que debería de estar agradecido, pues ambos fallecieron sin sufrir.

 

   El ahora trío decide pasar la noche en la casa, ante la inseguridad de deambular por las calles en plena oscuridad, y pronto observaremos que Selena se convierte en un arma letal carente de sentimientos cuando su vida corre peligro: Jim pasea por la casa y se detiene en la cocina para observar unas fotos familiares pegadas en la nevera. En ese momento, dos contagiados, un adulto y una niña, entran en la vivienda rompiendo las cristaleras y abalanzándose sobre el protagonista. La chica la emprende a machetazos con el hombre, mientras que Mark acaba con la pequeña clavándole una estaca ante un estupefacto Jim, que solo acierta a decir, entre balbuceos, que se trata de sus vecinos. Selena le pregunta a éste último si le han mordido o si le ha entrado sangre en la boca, recibiendo una negativa por respuesta. Entonces se gira y descubre una profunda herida en el brazo de Mark, que le ruega que espere. La respuesta de Selena, haciendo oídos sordos a las súplicas de su compañero, es tan efectiva como letal: el machete se eleva una primera vez para ser descargado con violencia, cortando el brazo que intenta parar el golpe. El resto de golpes asestados con la afilada hoja, sin ningún tipo de reparo, resultan mortales de necesidad, apagando los gritos en un principio agudos y que se acaban silenciando cuando la vida abandona el cuerpo del que hasta ese momento era su compañero. A continuación le lanza una toalla a Jim para que se limpie.

 

   Todo lo narrado hasta este momento acontece durante una primera media hora ejemplar, arrebatadora, aterradora y del todo impactante, con un sentido del ritmo que deja atónito al espectador y evidencia la habilidad tras la cámara de Boyle, que rodó el filme en orden secuencial, con la excepción de algunas tomas que debieron de volver a ser filmadas. No es que a partir de aquí el ritmo baje, pero sí que entramos en una parte de metraje más pausada, que coincide con el hallazgo por parte de Selena y de Jim de Frank y Hannah (Gleeson y Burns, respectivamente), padre e hija, que conviven en un edificio al que intentan atraer a posibles supervivientes con la luz de un árbol de Navidad, conseguida con un generador. La llegada de los supervivientes será accidentada, pues atraerán la atención de dos zombis que los perseguirán hasta llegar al piso en el que viven sus nuevos compañeros, siendo repelidos por el inmenso hombretón, embutido en un traje antidisturbios y armado con una pantalla protectora y una enorme porra, con la que acaba con los asaltantes. El recibimiento es caluroso, y los recién llegados son agasajados con víveres y alcohol. Evidentemente, Boyle se toma su tiempo en presentar a sus personajes, trazando sus personalidades y diferencias (la escena en la que el anfitrión lleva a Jim a la azotea para enseñarle la forma que tienen de recoger agua, llenando el piso con decenas de cubos; el momento en el que Selena reconoce a Jim que no dudaría en dejar atrás a las personas que les acaban de acoger si en algún momento les retrasan, obteniendo por respuesta que él no lo haría y dándole las gracias por salvarlo; o cuando la en principio fría, distante y desconfiada Hannah le espeta a la propia Selena que ellos necesitan a los recién llegados tanto como los recién llegados los necesitan a ellos), para que luego la eventual pérdida de alguno de ellos resulte especialmente dolorosa, poniendo especial énfasis en un Frank que, pese a su tamaño y fortaleza, resulta ser bonachón y generoso. Es el propio Frank el que muestra a Jim y Selena una señal de radio que se repite y que habla de un puesto militar a 43 km de Manchester. Pese a que esa señal no garantiza  en absoluto que ese fortín no haya sido asaltado, deciden ponerse en marcha.

 

   El padre de familia es el encargado de conducir el taxi que transporta al cuarteto de supervivientes, cruzando una ciudad en la que los cadáveres se amontonan por doquier y llegando a una de las mejores (y más tensas y dramáticas) secuencias de todo el metraje: la del paso por el túnel como atajo. El atasco producido por los vehículos en el interior hace que el conductor utilice una rampa improvisada para pasar por encima de ellos, con la desgracia de que, al descender de la montonera de coches, una de las ruedas pincha. Hannah es la encargada de cambiar la rueda, mientras su padre utiliza un gato para alzar el automóvil y Selena y Jim permanecen vigilantes. De repente un ruido y la aparición de miles de ratas que corren hacia ellos, pasando sobre la niña, que se encuentra bajo el taxi. Evidentemente, la estampida tiene una razón de ser: al fondo del túnel empiezan a proyectarse sombras. Una, dos, luego decenas, mientras los aullidos de los contagiados se multiplican de igual manera, aproximándose al sprint a sus víctimas, pasando previamente sobre los vehículos agolpados. Hannah aprieta los últimos tornillos y el cuarteto sube al coche, que se pone en marcha dejando atrás a los perseguidores, y llegamos a un nuevo momento de sosiego, con el grupo asaltando un supermercado (y homenajeando de paso a otra de las entregas de la saga de los muertos vivientes de Romero, en este caso a Zombi), del que se llevan todo tipo de víveres. Incluso tenemos un momento para el humor, quizá el único de todo el filme, cuando Frank deja la tarjeta de crédito en la caja al salir de la tienda.

 

   La tensión no tarda en reaparecer en otra secuencia que recuerda sobremanera a Zombi, cuando el cuarteto se ve obligado a detenerse para repostar en una zona en la que hay varios camiones. Incluso tenemos un hangar similar al del filme de Romero en el que Jim se adentra con la idea de investigar, tal y como hiciera Peter (Ken Foree) en aquel, obteniendo idénticos resultados: ser asaltado por un niño (Peter lo era por dos), al que ha de eliminar (en este caso a golpes con un bate de beisbol, en la obra de Romero, con los disparos de un fusil). El viaje hacia Manchester continúa a través de una autopista yerma (lo que se convirtió en uno de los mayores retos para el equipo de producción, que consiguió permiso de las autoridades para rodar un domingo entre las 07:00 y las 10:00. Pese a ello, aún se debieron buscar soluciones para evitar el tránsito de vehículos, siendo la más llamativa la de colocar a chicas jóvenes y atractivas, incluyendo a la hija del director, en los accesos a la carretera, que solicitaban educada y amistosamente a los conductores que buscasen una ruta alternativa, consiguiendo los resultados positivos observables en el filme), de la que se desvían (la canción que suena, con esos coros angelicales, se corresponden con el “In Paradisum”, de Gabriel Faure) para pararse a comer y a descansar en la campiña, momento que se convertirá en el último del que el grupo disfrutará al completo (la escena se rodó el 11-S de 2001, lo que hizo anómalo el rodaje de una de las secuencias más distendidas de la película), comiendo y bebiendo despreocupadamente, mientras conversan amistosamente. El grupo observa una manada de caballos corriendo libres y Hannah cuestiona si estarán contagiados, recibiendo la respuesta siempre positiva de su progenitor, que niega tal posibilidad. Poco después, Selena y Jim pasean y la primera le confiesa a su compañero su error al considerar su supervivencia como único objetivo, mientras observa a padre e hija bromeando y riendo, compartiendo un momento de complicidad que ella parecía haber olvidado. A la hora de dormir, al raso, Jim sufre una pesadilla y Frank, despierto y atento, lo “acuna” suavemente, obteniendo como respuesta un “Gracias, papá” que el hombre recibe con una sonrisa agradecida. Boyle nos prepara así para la pérdida más amarga, la de la figura paterna del grupo, afable y generoso sin límites, que se aproxima de manera irremisible. Previamente asistiremos a esa visión en la lejanía de un Manchester consumido por las llamas que se extienden entre los edificios, en una escena que tuvo que contar con la ayuda de la policía, que detuvo el tráfico en ambas direcciones y para la que fue necesario el uso de diez cámaras, con el fin de lograr un minuto de metraje mientras Frank conduce hacia la ciudad.

 

   La llegada al puesto militar supone una nueva decepción, pues pese a la existencia de un convoy formado por jeeps, helicópteros, camiones y tiendas de campaña, parece no haber soldados en los alrededores. El cuarteto se baja del taxi e inspecciona la zona, sin obtener resultado alguno. Desanimado, Frank se sienta sobre unos soportes de hierro y escucha el graznido de un cuervo. Al alzar la vista, lo observa sobre una pasarela, picoteando los restos de un cadáver. El hombre se acerca y patea el portón metálico, diciéndole que se vaya. Y entonces la fatalidad y la tragedia se unen para desatarse de la manera más cruel, pues una gota de sangre infectada cae desde el pico del ave. La cámara sigue la trayectoria, en plano subjetivo, de la pequeña partícula líquida (Boyle usa un filtro rojo para lograr un efecto aún más realista), que se deposita en el ojo del hombre. Éste se gira hacia el suelo intentando limpiarse los restos del fluido, y lo que sucede en los siguientes segundos se convierte en un auténtico mare mágnum de sentimientos y emociones para el espectador (que ve como Hannah le pregunta a su padre si le sucede algo), en el que se entremezclan la incertidumbre (“Estoy bien, cariño”, responde Frank mientras se rasca el ojo, para luego disculparse: “Perdona que me haya enfadado, Hannah. Te quiero mucho”); la tensión creciente (la joven se acerca a su progenitor, preocupada, y éste exclama: “¡No te acerques a mí! Quédate ahí”, lo que provoca la reacción contraria a la buscada: es decir, que su hija se aproxime aún más mientras exclama “¿Papá?”; el terror (el score adopta un matiz triste y apesadumbrado. Frank, cada vez menos Frank y más furioso, empuja a su hija, tirándola al suelo, mientras trata de alejarse, advirtiendo de nuevo con sus últimos vestigios de humanidad: “¡Sepárate de mi! ¡Sepárate de mi!”, justo antes de empezar a gritar y a sufrir convulsiones y espasmos); la confusión (Selena, en medio del caos, es la primera que advierte lo sucedido, cogiendo a Hannah y gritándole a Jim, que lleva un bate de beisbol, que el hombre se ha contagiado y que tiene que matarlo. El joven duda, y mira hacia la niña y su compañera y luego hacia Frank, cuya transformación es instantánea y brutal, dirigiéndose hacia él. Cuando alza el bate para golpearle, varios soldados irrumpen desde distintas posiciones en los arcenes de la carretera y tirotean al hombre, que sigue recibiendo disparos cuando ya se encuentra inerte en el suelo); la lástima (la reacción de Hannah, mezcla de tristeza y pavor, ante la visión de su padre, lo único que le quedaba en el mundo, ya abatido, y previamente convertido sin remisión y de manera inminente, en una bestia irracional y salvaje incapaz de distinguirla de cualquier otra presa), y la angustia (la que se refleja en la mirada de la chica ante el fatal desenlace de lo sucedido y la pérdida de su progenitor).

 

   Sin solución de continuidad, y sin tener tiempo prácticamente a lamentar la pérdida, el trío de supervivientes es conducido a una mansión fortificada (situada en Trafalgar Park, Salisbury) que sirve de refugio a un pelotón militar liderado por  el Comandante Henry West (Eccleston, 3 años antes de convertirse en el Dr. Who), un inquietante individuo que, pese al más que correcto recibimiento que les da a sus nuevos “invitados”, parece esconder oscuras intenciones, que quedarán descubiertas en breve. El primer signo de turbiedad (si obviamos las miradas y gestos del resto de soldados ante la presencia de Hannah y Selena) acontece cuando West conduce a Jim al patio trasero para mostrarle a Mailer (Marvin Campbell), uno de los reclutas, que permanece encadenado en el patio trasero tras haberse contagiado días atrás. El objetivo: descubrir cuanto tiempo pasa hasta que muera de hambre. Los ecos hacia El día de los muertos vuelven a resultar más que evidentes, tanto en la visualización (y la crítica sin ambages) del estamento militar como un cuerpo escasamente fiable en época de crisis extrema, como en el obvio paralelismo entre Mailer y Bub, el zombi al que daba vida Howard Sherman, objeto de investigación en la obra de Romero. El final de Mailer, al igual que el de Rhodes (Joseph Pilato), el malvado y dictatorial superior de la mencionada El día de los muertos, también será muy similar, pero no adelantemos acontecimientos. Esa turbación anticipada por el espectador un poco avispado no hace más que crecer en la cena organizada “en honor” de los recién llegados, fotografiada con tonos oscuros y lóbregos por Anthony Dod Mantle (el director de fotografía habitual de Lars Von Trier), factor que no hace más que añadir incomodidad a un ambiente ya de por sí denso y cargado (West escupiendo los restos de tortilla masticada después de descubrir que los huevos utilizados estaban pasados, con la consiguiente reprimenda para el bisoño cocinero, que pensaba que el exceso de sal eliminaría el mal sabor de los alimentos caducados), en el que quedan de manifiesto las tensiones existentes entre algunos de los soldados. La tensión se corta de súbito con el sonido de las alarmas, que avisan de la presencia de infectados en los jardines de los alrededores del caserón. Las armas y las minas convenientemente colocadas acaban con la amenaza en un par de minutos, sin que ninguno de los soldados corra el menor riesgo. La aparente seguridad de la fortificación, que se muestra inexpugnable, quedará en entredicho poco después.

 

   Los reclutas regresan al interior de la mansión y el Cabo Mitchell (Harnett) le quita el machete a Selena, colocándolo como si fuera su pene y haciendo gestos obscenos. Jim intenta detenerlo, pero antes de darse cuenta, es arrojado al suelo. Es el Sargento Clifton (McQuarrie), el único de todo el pelotón que parece gozar de cierta ética, el que golpea a Mitchell con fuerza, apareciendo West en ese momento para poner “orden”, recogiendo el arma y devolviéndoselo a su propietaria mientras se disculpa por lo sucedido. Los planes del Comandante quedan en evidencia en la subsiguiente conversación con Jim, donde le revela a éste sus planes para Selena y Hannah: “Les prometí mujeres. Porque las mujeres son el futuro”. El protagonista se dirige al cuarto en el que se encuentran sus compañeras, llevándoselas consigo. La huída se ve cortada con brusquedad con un golpe de culata de escopeta que deja inconsciente al protagonista que, cuando recobra el sentido, observa a Clifton rifle en mano, siendo apuntado por sus compañeros, al tratar de defender a la mujer y a la niña, que le reducen sin demasiados problemas. “No puedo dejar que se vayan”, le espeta West a Jim mientras Hannah llora, abrazada por Selena. Mitchell y otro de sus compañeros se llevan al protagonista y al sargento insurgente al bosque que rodea el bastión con intención de ajusticiarlos, deteniéndose en un claro repleto de cadáveres amontonados en una fosa. El primero, un fanfarrón sin escrúpulos, se recrea en lo que está a punto de suceder: “Voy a disfrutar con esto”, declarando que va a utilizar la bayoneta de su fusil para alargar el sufrimiento de los dos cautivos, momento en el que Clifton le escupe en el rostro. El otro soldado, intentando evitar la humillación y la deshonra, dispara a su superior, que cae muerto, lo que provoca que se enzarce con Mitchell, momento que Jim aprovecha para escapar, cayendo en plena huída. Tendido en el suelo, boca arriba, observa un avión de pasajeros que lo sobrevuela, lo que refuerza la teoría ya expuesta anteriormente de que la supuesta pandemia solo se ha extendido en Inglaterra, que ha sido confinada, mientras que en el resto del mundo la vida sigue como si nada.

 

   Mientras, en la mansión, Selena y Hannah son obligadas a ponerse vestidos. La primera pide cierta intimidad para cambiarse, algo que sus captores cumplen a regañadientes, y le suministra a la niña un Valium para que no sienta nada al ser violada, momento en el que los soldados regresan a la habitación, lanzando las píldoras al suelo. En ese momento la alarma vuelve a sonar, pero esta vez siendo accionada por Jim, que logra atraer a varios de los soldados, incluido West, al puesto en la carretera  en el que Frank se contagiase. El protagonista acaba con varios de ellos y regresa a la fortificación, mientras que el Comandante es retenido dentro de uno de los vehículos por varios contagiados, logrando acabar con ellos con su arma, pero concediéndole a su enemigo un tiempo precioso, que es aprovechado por éste para asomarse al patio en el que Mailer se halla recluido, disparando a la cadena que lo retiene. El soldado irrumpe en la mansión, en el salón en el que se encuentran Selena y Hannah con dos de los que fueran sus compañeros, lanzándose sobre uno de ellos y vomitando sangre en su rostro, y el contagio es inmediato, momento que las dos cautivas aprovechan para escapar, algo que es observado por Jim desde el exterior. Los dos zombis extienden la transmisión entre sus camaradas, que uno a uno se van uniendo al creciente grupo de infectados, mientras el pánico aumenta exponencialmente entre los supervivientes, que se ven mermados por  los ataques de los convertidos y por un Jim infiltrado que se mueve como un fantasma por el caserón mientras acaba con alguno de ellos.

 

   Henry llega a la mansión justo a tiempo de observar como uno de sus subordinados agoniza en el suelo, cogiéndole la mano para tratar de tranquilizarle en sus últimos segundos de vida. Hannah, bajo los efectos del valium, se separa accidentalmente de Selena, adentrándose en una habitación en la que también entra uno de los contagiados. La pequeña se esconde tras un espejo, mientras el perseguidor se detiene ante el mismo, gruñendo y observando su reflejo con curiosidad durante unos segundos eternos, saliendo del cuarto finalmente. Jim, por su parte, consigue dar con Mitchell y Selena. El ataque de aquel es tan brutal que resulta incluso sádico, cogiendo al soldado, incapaz de reaccionar, y machacando su cabeza a golpes contra una pared para luego lanzarlo sobre una mesa, clavando con furia inusitada sus pulgares en sus ojos y confundiendo a su compañera, que cree que está contagiado y que está a punto de acabar con él a golpe de machete, hasta que observa sus ojos y contempla que siguen siendo los mismos de siempre. Jim la besa y exclama: “No se ha ido todo a la mierda” (contradiciendo la frase que Selena dijese tras la muerte de Frank, cuando ya eran cautivos de los soldados, e insinuando la visualización del avión). El trío se reúne nuevamente tras la aparición de Hannah, que rompe una botella en la cabeza del protagonista, pensando que está atacando a su amiga. Aclarada la confusión, el grupo alcanza el taxi para descubrir a West en su interior, que dispara a Jim en el estómago. Hannah reacciona con celeridad, subiendo al taxi y arrancándolo marcha atrás, para embestir la parte trasera contra la entrada. Mailer, que pasaba por allí (en la única casualidad excesiva de toda la película) rompe el cristal y saca con violencia al que fuera su superior, acabando con él en cuestión de segundos. Selena sube a su compañero al vehículo, que acelera para salir definitivamente de la fortaleza. En el momento en el que el coche choca contra la verja metálica que les separa de la libertad, la imagen se congela.

 

   Un cartel en pantalla nos sitúa temporalmente: “28 días después”. Jim despierta en un cuarto por el que se filtra, a través de una ventana, el sol de la mañana (en el DVD de la película se presentan tres finales alternativos, dos de los cuales fueron filmados, al menos, parcialmente. En todos ellos Jim fallecía debido a la herida de bala, a diferencia de lo que sucede en la conclusión elegida). Al levantarse observa a Selena cosiendo, y un plano exterior nos muestra el lugar donde se encuentran: una bonita cabaña en mitad de la campiña. Entonces un plano nos muestra un avión de reconocimiento que se desplaza por un valle, y otro, a continuación, a dos contagiados que agonizan en el suelo, demacrados y esqueléticos. Una Hannah eufórica entra en la casa anunciando que ha escuchado el reactor, y el trío recoge el inmenso telar cosido por Selena, extendiéndolo sobre la hierba de la inmensa pradera que rodea la casa y sujetándolo con piedras. Desde el cielo se vislumbra la palabra “HELLO”, con los tres supervivientes colocados sobre el blanco inmaculado siendo sobrevolados por el artefacto. “¿Creéis que nos han visto?”, es la duda que plantea la propia Selena. Las últimas palabras que escuchamos en la película, expresadas por el piloto del avión, de origen finlandés y expresadas en su propio idioma ("Lähetätkö helikopterin?"), se pueden traducir como “¿Podrían mandar un helicóptero?” (traducción que no escuchamos ni en la V.O. ni en la doblada al español, lo que deja cierto poso de incertidumbre sino conocemos el idioma finés o recurrimos a Imdb), dejando en evidencia que nuestros protagonistas serán rescatados en cuestión de tiempo.

 

   Citar finalmente y a modo de curiosidad que Stephen King compró todas las entradas de una sala de un cine de Nueva York para ver la película tranquilamente y en solitario en pantalla grande. El escritor es un gran fan del filme, y en su novela “Dr. Sueño” parafrasea a Selena en una de sus líneas más recordadas: “Ellos nos necesitan a nosotros más de lo que nosotros los necesitamos a ellos”.

 

(8,5/7)

CARÁTULAS Y POSTERS

TRAILER USA 1

TRAILER USA 2

TRAILER USA 3

TRAILER USA 4

TRAILER USA 5

TRAILER ALEMANIA 1

COMENTARIOS

Comentarios: 2
  • #2

    Alejandro Bedia (lunes, 01 diciembre 2014 14:54)

    Es muy buena, Lastra. Aunque en mi caso, prefiero la secuela, no por que la dirija un director español, sino porque me parece incluso superior a ésta. Está claro que el cine de terror también sirve para mostrar los horrores de situaciones extremas, y el cómo nos convertimos en animales en algunas de ellas. De todas formas, tengo que volver a verla para rehacer un poco la crítica, ampliándola un poco. Un saludo y muchísimas gracias por comentar y por tus palabras.

  • #1

    Ironmanforeveryone (lunes, 01 diciembre 2014 14:49)

    Me parece un auténtico peliculón en su género. La secuela bien, desde luego entretenida, pero definitivamente me quedo con esta.
    Totalmente de acuerdo contigo en los comentarios, el Londres desierto, Cillian Murphy enorme, el contagio por la gota en el ojo, todo deluxe!
    A mí incluso el pasaje en el fortín militar me pareció entretenidísimo, el ver como esas situaciones extremas, tal y como pasa en la realidad con las guerras y como decía Liam Nisson en La Lista de
    Schindler a Amon(Ralph Fiennes) "Y luego está la guerra, que saca lo peor de cada uno...". La enajenación de unos supervientes, que seguramente no eran anteriormente tampoco las mejores personas del
    mundo pero que definitivamente perdieron el norte desbordados por la situación. La incertidumbre que genera un ser racional es mayor aún ya que los zombis pueden ser salvajes pero no macabros...
    Brrrrr. Enorrrrme!
    :)
    Grande Scitefannnnn!

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Ciencia Ficción:        33

Terror:                  394

Fantasía:                 10

TOTAL:                     437

CARÁTULAS Y

POSTERS:            19880

PODCASTS:

 

Los jinetes del apodcastlipsis.

 

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