ABYSS, THE (James Cameron) / 1989: Ed Harris, Mary Elizabeth Mastrantonio, Michael Biehn, Leo Burmester, Todd Graff, John Bedford Lloyd, J. C. Quinn, Kimberly Scott, Captain Kidd Brewer Jr., George Robert Clek, Christopher Murphy, Adam Nelson, Dick Warlock, Jimmy Ray Weeks, J. Kenneth Campbell, Ken Jenkins, Chris Elliot, Peter Ratray, Phillip Darlington, Joseph C. Nemec III.

 

   En ocasiones, hablar sobre una de tus películas preferidas es un trabajo difícil, puesto que es sumamente sencillo perder la objetividad supuestamente inherente a cualquiera que escriba sobre cine (o lo intente, como es mi caso), dejándose llevar por las virtudes que han elevado la obra por encima del resto, y reduciendo sus defectos (que haberlos, haylos) a la mínima expresión hasta hacerlos desaparecer. Pidiendo así, de antemano, disculpas por la falta de imparcialidad (inevitable en mi caso, pues me dejo llevar fácilmente por la pasión cuando una película atrapa y zarandea mis emociones como sucede con The abyssotro ejemplo sería el Peter Pan de P. J. Hogan, 2003-), paso a escribir mis impresiones sobre una película grandilocuente y aparatosa (todo el cine de Cameron lo es sin excepciones), pero a la vez conmovedora, emotiva, tierna, fascinante y mágica, tornando una fábula de ciencia ficción en una de las más bonitas historias sobre el amor (y la amistad) que el cine nos ha regalado en su ya larga historia.

 

   El filme comienza mostrándonos la espectacular colisión contra una pared rocosa y el posterior hundimiento de un submarino nuclear estadounidense al apagarse su sistema de navegación tras atravesar una estela dejada por un artefacto desconocido. Las noticias que podemos ver en los informativos hablan de una gran tensión militar en el Mar Caribe, donde la marina estadounidense por un lado, y la rusa y la cubana, por otro, están a punto de entrar en conflicto bélico. La suposición del ejército norteamericano de que el submarino ha sucumbido a un misil soviético tensa aún más la situación.

 

   Tras el inquietante comienzo, Cameron se toma su tiempo en presentarnos uno por uno a los tripulantes del Deep Core, mostrándolos en su trabajo y empezando a definir sus características (todos ellos exponen rasgos que les humanizan –nada que ver con los personajes planos y unidimensionales a los que nos tiene acostumbrados el cine de acción actual-, y les distinguen entre sí, haciendo de ellos caracteres únicos y diferenciados de sus compañeros), enseñándonos sus virtudes, pero también sus debilidades y sus miedos, y ganándose el afecto del público, que empatiza con ellos inmediatamente: Así conoceremos a Virgil ´Bud´ Brigman, el jefe de la nave, interpretado magistralmente por Harris (increíble que se quedara fuera de las nominaciones a los Oscar de ese año), que crea un personaje capaz de equilibrar severidad y condescendencia con sus subordinados según la ocasión lo requiera, comportándose con ellos como un padre y un modelo a seguir, y cuyos rasgos son la integridad, la honestidad y la entrega (“Si se trata de la seguridad de mi gente, estoy yo y después Dios”, contesta cuando le ofrecen una gran suma de dinero por arriesgar su vida y la de su equipo para ir a rescatar el submarino), pero también la testarudez; a Hippy (Graff, también sensacional), el paranoico del grupo, que aporta el punto humorístico, y que siempre va acompañado de su mascota, una rata blanca; al grandullón Catfish (Burmester, sobresaliente, para no desentonar), uno de los mecánicos, puesto que también desempeñan Jammer (Bedford Lloyd) y Sonny (Quinn), quizá el personaje más desdibujado; y ya en un lugar más secundario, Finler (Kidd Brewer Jr.), Perry (Warlock) y Dietz (Robert Searle). Finalmente tenemos a la piloto One Night (Scott, recreando a uno de los personajes más entrañables). Es reseñable la escena en la que ésta empieza a tararear la canción Willin´, de The road hammers, mientras se encuentra a los mandos del Deep Core. Hippy, en otra dependencia junto a Bud, la sigue, uniéndose éste finalmente al coro. El montaje es excelente, al igual que la elección musical, y la sensación de buen ambiente, camaradería y compañerismo queda flotando en el ambiente, apoderándose de la secuencia.

 

   A continuación entra en escena Lindsey (Mastrantonio, en la línea del resto del reparto, componiendo un personaje duro y en ocasiones inflexible, pero que terminará destapando su lado humano en cuanto toma confianza con sus compañeros), la ex-pareja de Bud. Ambos se encuentran en proceso de separación, por lo que las discusiones y reproches son continuos (la mujer le dice a Brigman: “Invertí cuatro años en esta plataforma”, a lo que éste le increpa: “Sí. Solo invertiste tres en mí”). De todas maneras, Bud aún lleva el anillo de boda. En este punto tiene lugar una nueva discusión acerca de la pareja actual de Lindsey, que termina con el hombre tirando su aro por el retrete, gesto del que se arrepiente de inmediato, sacándolo del agua sucia de manera providencial, tal y como se verá más adelante. Junto a Lindsey llegan el malcarado Coffey (Biehn, un habitual de la filmografía de Cameron -Terminator, 1984; Aliens, 1986-) y sus hombres (Monk, interpretado por Nelson; y Schoenick, papel que realiza Murphy), el grupo de marines encargado de supervisar la maniobra de rescate del submarino. Desde un primer momento Cameron posiciona a los militares en el bando enemigo, aunque también observaremos que cada uno de ellos evoluciona a lo largo del metraje, cambiando de bando o reforzándose en el mismo (incluso Coffey, que se adivina como el villano de la función, tiene momentos en que parece dudar sobre su forma de proceder, error fundamental de Avatar, 2009, la más reciente película del director, enorme en todos los sentidos, pero en la que los personajes negativos –el coronel Quaritch y Selfridge, interpretados por Stephen Lang y Giovanni Ribisi respectivamente- son simples, al igual que sus motivaciones –su único objetivo es enriquecerse a cualquier precio, sin importarles arrasar con lo que se cruce en su camino-). Pronto destacará Monk (Monje en castellano, comenzando el rosario de referencias bíblicas), que demuestra a un escéptico Hippy la existencia de un fluido similar al líquido amniótico del vientre materno que sirve para respirar a grandes profundidades, sirviéndose para ello de la mascota de éste, a la que sumerge un rato en un recipiente lleno del susodicho líquido, sin que el animal sufra ningún daño.

 

   Al rescate parten Bud, Catfish y Jammer, acompañando a los Seals. Pronto descubriremos que el submarino portaba decenas de cabezas nucleares, y que lo que en un principio parecía una maniobra de socorro esconde algo mucho más sombrío, puesto que el hallazgo de los cadáveres de la tripulación no supone sorpresa alguna para los marines, más preocupados del arsenal atómico con el que se encuentran. Jammer se queda solo momentáneamente y sufre un ataque de pánico al verse rodeado de cadáveres en la más absoluta oscuridad (atención a la increíble sensación de angustia y claustrofobia transmitida gracias al uso de la cámara subjetiva, situando al espectador en el lugar del personaje, escuchando su respiración entrecortada y haciendo sentir su miedo cuando descubre que la cuerda que Bud le ha dado para mantenerlos unidos se ha roto –una nueva connotación acerca de la relación paterno-filial entre éste y sus hombres, en este caso asimilando la cuerda a un cordón umbilical que, cuando se quiebra, deja desprotegido a Jammer-), aunque su descontrol total llega cuando observa ante su casco una luz muy similar a la que vieron los tripulantes del submarino antes de la colisión. Tras unos momentos interminables, es rescatado en estado de shock por sus compañeros (Bud de nuevo), volviendo todo el equipo al Deep Core.

 

   La siguiente en encontrarse con la misteriosa luz será Lindsey en uno de sus paseos subacuáticos. Mientras, la situación en la superficie se tensa, pues Estados Unidos culpa a Rusia y a Cuba del hundimiento del submarino. Además, Coffey recibe la orden de recuperar y armar una de las cabezas nucleares, robando el Flatbed (un pequeño batiscafo que sirve para desenganchar el Benthic Explorer, el barco que transporta al Deep Core por las profundidades, de éste en caso de emergencia) para llegar hasta ella. En televisión se emite la noticia de la colisión entre un barco ruso y otro yanqui, con el balance de cien soldados soviéticos muertos, mientras en las calles los ciudadanos norteamericanos son entrevistados, mostrando su impotencia e indignación ante lo sucedido. Los marines regresan a la nave, ocultando lo que portan a la tripulación.

 

   En la superficie, la tormenta, ya casi convertida en huracán, desplaza al Benthic Explorer, que a su vez arrastra al Deep Core por el fondo marino, acercándolo al abismo por el que cayó el sumergible. La inmensa grúa situada en el Explorer que sujeta el cable que une ambas naves colapsa, cayendo al agua y dirigiéndose a las profundidades a gran velocidad. En este momento, la genial banda sonora, obra de Alan Silvestri, se vuelve frenética, haciendo que la tensión aumente exponencialmente ante la posibilidad de que el gigantesco armatoste metálico aplaste al Deep Core. La cámara, en un plano secuencia impecable, sigue a los hombres de Bud, que corren por los pasillos, cambiando de trayectoria cada vez que nos cruzamos con un nuevo personaje, para finalmente fijarse en el protagonista, que se dirige hacia la cabina donde está Lindsey para observar las consecuencias del impacto. La tensión parece aliviarse cuando vemos el enorme artefacto caer al lado de la nave, pero a continuación, el amasijo de hierros en que se ha convertido la grúa resbala por la pendiente que lleva a la fosa, desplomándose finalmente hacia la oscuridad y arrastrando al Deep Core, que, tremendamente dañado, se queda suspendido en el borde. Las explosiones e incendios se suceden a bordo, al igual que las inundaciones causadas por la ruptura del casco. Lindsey salva a Monk de morir abrasado, mientras que Finler, Dietz y Perry quedan encerrados en su camarote, que se cierra herméticamente para evitar la entrada de agua en el resto del sumergible, muriendo ahogados ante la impotente y aterrada mirada de Bud, que no es capaz de anular el sistema de seguridad de la puerta (atención a su rostro, una mezcla del abatimiento, la desesperación y el cansancio que le invaden). Sin tiempo para digerir la tragedia, el compartimiento donde se encuentra comienza a anegarse rápidamente, metiendo la mano entre la puerta y el marco e impidiendo el cierre del mecanismo el anillo de boda que lleva en su dedo. Gracias a ello, es rescatado por Sonny y Catfish, que cortan los cables del sistema hidráulico y abren el cerrojo por el resquicio existente.

 

   La evaluación de daños arroja un saldo pésimo: Además de la pérdida de vidas, tan solo queda oxígeno para doce horas, lo que precipita la toma de decisiones drásticas (aquí destaca la primera conversación amistosa entre Bud y Lindsey): La primera consiste en la salida de la mujer a recoger bombonas de oxígeno. Un bajón de energía provoca el apagado de la cámara submarina que la sigue, guiada por Hippy, y antecede al segundo encuentro de la chica con una nueva entidad lumínica. La huida hacia las profundidades de ésta, que parece tener vida, provoca la recuperación de la electricidad. Al regresar y narrar lo sucedido, comprueba que nadie la cree excepto Hippy, cuyas teorías conspiratorias hacen parecer, si cabe, más absurda su historia. Después intenta convencer, sin conseguirlo, a Bud (“Todos vemos lo que queremos ver. Coffey mira y ve a los rusos. Ve odio y miedo. Tienes que ver el mundo con mejores ojos”, le dice).

 

   La situación a bordo empeora cuando Hippy graba con una de sus cámaras el arma nuclear. Lindsey acude a pedir explicaciones a Coffey, produciéndose una agria disputa. Cuando la situación se calma, tiene lugar un nuevo contacto: Una nueva entidad, capaz de modelar el agua a su antojo, toma forma ante One Night, Cat, Monk, Bud y Lindsey, imitando los rostros de los dos últimos (los FX, obra de Industrial Light and Magic, fueron pioneros en el campo de la infografía). Luego avanza hacia la habitación donde se encuentra la bomba, lugar al que llega Coffey, que cierra la puerta, atrapando al ser, que se deshace en un torrente acuático.

 

   El marine, dominado por el pánico, monta la bomba en uno de los batiscafos con la intención de enviarla hacia el abismo del que salen los seres. Luego encierra a Bud y compañía en un camarote, llevándose a Monk con la ayuda de Schoenick. Jammer, recuperado, libera a los cautivos y les cuenta su encuentro con el ente. Virgil y Cat deciden bucear hasta la sala donde está Coffey con la bomba, pues la escotilla permanece cerrada (merece la pena recrearse con las fantásticas y angustiosas escenas submarinas), aunque el segundo ha de detenerse en una burbuja a mitad de camino con la intención de regresar. La pelea que Bud tiene con Coffey una vez llega a su destino resulta desigual debido a la experiencia del segundo en el cuerpo a cuerpo y el agotamiento del primero tras el esfuerzo realizado. Cat, que decide seguir los pasos de Virgil en última instancia, salva a éste de una muerte segura. Pese a todo, Coffey consigue acceder al batiscafo y huir con la bomba. Bud se lanza nuevamente al agua, y, buceando, logra atar la cabeza nuclear a una tubería. Esta vez es Lindsey la que le salva de ser aplastado con el sumergible que pilota Coffey, embistiéndolo in extremis con un segundo batiscafo, mientras que el misil se desata y se dirige, fijado al pequeño sumergible, hacia su objetivo. Bud consigue subirse a la máquina que pilota Linds, que colisiona de nuevo con la del marine, quedando ésta enganchada a la primera y al borde de la sima. Finalmente se precipita a la fosa, estallando debido al efecto de la presión. Mientras, el otro batiscafo comienza a inundarse.

 

   La situación se torna acuciante y el filme se precipita en un carrusel de emociones del que ya no saldrá hasta el final. Virgil le da a Linds la única escafandra que tienen, pero ella la rechaza, mientras que el nivel del agua sigue subiendo. La mujer, más práctica y menos pasional, improvisa una solución de urgencia: Se dejará ahogar, entrando en estado de hipotermia y ralentizándose su sistema en vez de pararse, con la intención de ser reanimada una vez que Bud la lleve hasta el Deep Core. El hombre pronto asume que es la única solución viable y un beso sella la despedida entre ambos y la promesa de un reencuentro que se adivina poco factible. La interpretación de Harris y Mastrantonio vuelve a alcanzar un punto álgido, pues sus gestos y sus miradas no parecen dar demasiado crédito a las palabras de aliento de ambos (la angustia y el miedo son palpables en Linds antes de ahogarse, mientras que Bud refleja la tristeza y el dolor de quien sabe que quizá está despidiéndose para siempre de la mujer que ama). Sus ojos se cruzan una última vez, antecediendo a un beso que ella le da en la escafandra y a un abrazo mutuo (con ese plano magistral de la mano de ella, primero firme, luego temblorosa, y que finalmente cae inerte sobre el hombre). El inhumano grito de dolor de Bud precede a la travesía submarina de ambos. El score pasa a estar dominado por una sutil y débil percusión similar a los latidos del corazón (la tensión recreada por Cameron comienza a ser insoportable) y la exploración de One Night, una vez la pareja ha llegado a bordo, revela que el pulso es prácticamente imperceptible. A Linds y Bud se unen Sonny, Jammer, Cat y Hippy, que forman una piña alrededor del cuerpo, asistiendo al primer intento en vano con las planchas. Un segundo intento también resulta baldío, comenzando a cundir el desánimo entre el grupo. El único que no se rinde es Bud, que prosigue con la reanimación manual y el boca a boca, de nuevo sin consecuencias. La derrota y la desesperación son ya palpables, y pronto llegan las lágrimas. La música adopta un tono triste, derrotista, casi fúnebre. Cat pone su mano sobre el brazo de Bud, instándole a que desista de una maniobra estéril (“Se ha acabado”, le dice), y asistimos a un primer plano del rostro mortecino de Lindsey y a otro en el que la cámara adopta un punto de vista subjetivo en el que vemos como la máscara de aire es retirada de “nuestra” cara. La cámara asciende en un plano cenital para mostrarnos el círculo que forman todos ellos, unidos por el dolor, transmitiendo indefensión, debilidad y sumisión. Un primer plano de Bud muestra la imagen de la derrota. La escena se alarga hasta el límite de lo soportable, hasta que Bud estalla en un “¡Noooo!” desesperado. Un segundo grito negativo responde al gesto de Cat, que pone una mano amiga sobre la cabeza de su colega. “¡Tiene un corazón fuerte! ¡Quiere vivir!”, continua Bud en una reacción que parece más guiada por la desesperación que por la lógica. Un nuevo intento de reanimación manual y la aplicación de las planchas no traen nada nuevo. Bud le grita: “¡Vamos! ¡Respira, nena! ¡Maldita sea, respira! ¡Maldita sea, serás zorra! ¡Nunca te has echado atrás en la vida! ¡Lucha!”, abofeteándola dos veces. “¡Lucha! ¡Lucha! ¡Ahora mismo! ¡Hazlo! ¡Lucha, maldita sea! ¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!”. Este último es desgarrador, quedándose prácticamente sin voz, pero logrando la reacción de Linds (que regresa a la vida después de permanecer muerta durante un rato, en otra clara alusión bíblica, en este caso a la resurrección). El éxtasis es general, y la alegría, incontenible, fundiéndose todos en un abrazo mostrado en un picado. La música recobra fuerza y vigor, siendo el montaje de la escena ejemplar y consiguiendo Cameron uno de los momentos más dramáticos y emotivos de la historia del cine. Simplemente impresionante.

 

   Tras una escena entre Bud y Linds que sirve para calmar un poco los ánimos, llega de nuevo una situación extrema: Virgil decide desactivar la bomba, valiéndose de uno de los pequeños sumergibles para impulsarse, y del líquido de Monk para respirar a grandes profundidades. También porta una tablilla electrónica para comunicarse con la superficie. El marine, ya uno más de grupo, le adiestra para aprender a respirar dentro de la escafandra, mientras Lindsey llora ante una nueva despedida que parece, si cabe, más definitiva que la anterior. Bud sufre un ataque de pánico cuando el líquido llega a sus pulmones, pero las palabras de Monk parecen calmarlo (“Todos respiramos líquido durante nueve meses. Tu cuerpo lo recordará”). El descenso comienza y la sensación de claustrofobia y de soledad aumenta a medida que la oscuridad lo hace. Llegado a un punto, la presión empieza a hacer su efecto, provocando que las palabras que Bud transmite comiencen a ser un sinsentido. Monk insta a Linds a que converse con él para mantenerle cuerdo. Ésta le dice que no se puede creer que tenga que haber tanta distancia entre ambos para decirle lo que realmente siente. Bud sonríe, pero, casi a la vez, los focos y el batiscafo que porta revientan debido a la profundidad. La mujer sigue conversando con él (“Hay dos velas en la oscuridad. Estoy contigo. Siempre estaré contigo, Bud. Te lo prometo”, le dice, en uno de los momentos más emotivos y dramáticos que recuerdo haber visto en una pantalla), y Bud responde que ve una luz al fondo. Allí desactiva la bomba siguiendo las indicaciones de Monk. Luego descubre que solo le quedan cinco minutos de oxígeno, insuficientes para intentar el ascenso. Linds, desesperada, le grita que puede haber un error (“¡Me trajiste a rastras de un pozo sin fondo! ¡No puedes dejarme aquí sola ahora! ¡Por favor!”), y la respuesta de Bud es ésta vez serena y realista: “No llores, nena. Sabía que éste era un viaje sin retorno, pero sabes que tenía que venir. Te quiero, esposa”. La mujer acepta la realidad con un “Te quiero” inundado en lágrimas. Bud es envuelto por una luz que transmite un ser extraterrestre (el resplandor, similar a un aura celestial, y la música, casi angelical, hacen que parezca una aparición divina), que le transporta hasta el secreto oculto en las profundidades: Una gigantesca nave espacial. Un plano general la muestra en todo su esplendor, mientras que la música de Silvestri nos envuelve con su magia, creando un momento inolvidable y único.

 

   Ya en el interior, Bud se quita la escafandra, de la que cae el líquido (simbólicamente, vuelve a nacer). Unos extraños seres le muestran las imágenes que emiten los informativos, donde descubrimos que está a punto de estallar la tercera guerra mundial. Además, se habla de olas gigantes en todas las costas del mundo, y se observan escenas de caos, de pánico generalizado. Bud se da cuenta de que son los extraterrestres quienes controlan el agua. Éstos exhiben una retahíla de imágenes de explosiones atómicas, de guerras, de niños muertos de hambre en el tercer mundo, de genocidios, de víctimas anónimas e inocentes lanzadas en fosas comunes como animales.

 

   Los impresionantes FX recrean las olas vistas desde la Estatua de la Libertad, el Golden Gate, las calles de Nueva York, un buque de la armada (este último plano, grandioso, pone los pelos de punta). Las gigantescas y mortales olas se detienen en la costa, proyectando su sombra amenazante sobre los ciudadanos desprotegidos (el plano del helicóptero planeando ante una de ellas es, simplemente, espectacular). Tras unos segundos de tremenda incertidumbre, las enormes masas de agua retroceden, provocando el estallido de júbilo de la gente en las calles. Bud les pregunta el motivo del cambio de decisión. La respuesta es sencilla: la frase con la que se despidió de Linds aparece proyectada en la pantalla acuática. Fue su gesto desinteresado, altruista, exponiendo su vida a una muerte segura solo por evitar un confrontamiento bélico de funestas consecuencias a costa de no volver a ver a la mujer que ama.

 

   En la superficie, las nubes de tormenta se disipan, y el Benthic Explorer contacta con el Deep Core, notificándoles que pronto comenzarán las maniobras de rescate. Linds, desolada, oye las nuevas con gesto ausente. De pronto, la radio comienza a emitir y se oye la voz de Bud transmitiendo un mensaje de los extraterrestres, que avisan a todo el mundo de que no serán tan benévolos la próxima vez que tengan que advertirnos (un nuevo paralelismo, si cabe, más claro que los anteriores, entre los alienígenas y una entidad divina). La alegría vuelve a estallar entre la tripulación de la nave. Ésta asciende a la superficie, reflotando al Deep Core sobre ella. De una escotilla que se abre sale Bud, que se funde en un abrazo con Lindsey mientras sus amigos ríen.

 

   Sin duda, uno de los mayores (y mejores) exponentes del cine espectáculo o blockbuster, del que el Tiburón de Steven Spielberg fue el primer exponente allá por el año 1975. Una película enorme y compleja, pero con un mensaje claro y sencillo: Nos estamos aniquilando los unos a los otros mientras arrasamos el planeta y un día no habrá vuelta atrás. Quizá los dirigentes mundiales deberían de olvidarse de tanta cumbre absurda que no resuelve nada para repasar películas como ésta. Puede que a partir de entonces nos fuese a todos un poco mejor.

 

   Por lo demás, recomendable para todo el mundo, porque más allá del género al que se adscribe (la ciencia ficción), habla de sentimientos tan antiguos como el hombre, como son el amor y la amistad. De aquellos sentimientos que el ser humano aún no es capaz de manipular, ni cuantificar, ni medir. Y para ello se sirve de una hermosa e inolvidable historia. Eso sí, imprescindible la versión extendida, no la estrenada en cines, para disfrutarla en todo su esplendor.

 

(9,5/0)

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COMENTARIOS

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Comentarios: 2
  • #1

    Logan (martes, 12 abril 2016 07:10)

    Te has dejado que Coffey comienza a perder la cabeza debido al síndrome de descompresión. Cuando sus manos comienzan a temblar, sabemos que no va a acabar bien.

  • #2

    Alejandro (jueves, 08 septiembre 2016 15:28)

    Sí, la verdad que se me pasó ese apunte.

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